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Las leyendas son fundamentales para los pueblos originarios en Argentina, sirviendo como vehículo para transmitir su rica historia y valores. Estas narraciones no solo entretienen, sino que educan sobre la cultura y la sabiduría ancestral.

Para las comunidades indígenas, estas historias son más que simples leyendas. Son un puente con la naturaleza y el cosmos, fortaleciendo el sentido de identidad y pertenencia, y al pasarlas de generación en generación, mantienen vivas las tradiciones.

La leyenda patagónica que tenés que conocer, si viajas al Calafate

En las leyendas patagónicas, se dice que Calafate era la hija del líder de una tribu Tehuelche. Un día, un joven Selknam llegó al clan para enfrentar pruebas rituales de iniciación.

Cuando sus caminos se cruzan, nació un amor profundo entre ellos. Sin embargo, las tradiciones y normas de ambas comunidades pusieron a prueba este amor: el líder Tehuelche, aunque impedido de dañar o expulsar al joven Selknam, jamás permitiría esa relación

Tehuelches (Fuente: ArgenTour)
Tehuelches (Fuente: ArgenTour)

Al descubrir la relación, el líder tehuelche prohibió a Calafate continuar viendo al joven Selknam. Siempre había sido una hija obediente, pero el amor que sentían era más fuerte.

Una noche, decidieron dejarlo todo atrás y escaparon hacia Onaisin, en busca de un lugar donde su amor pudiera florecer libremente.

¿Cuál es el final de esta leyenda?

Al enterarse de la huida de su hija, el líder tehuelche, enojado, solicitó a la chamán de la tribu que transformara a Calafate en un arbusto cubierto de agudas espinas.

Sin embargo, en un acto de clemencia, permitió que cada primavera el arbusto floreciera, dándole a Calafate la oportunidad de contemplar las tierras donde vivió.

De esta leyenda nace el mito, de que si probas el Calafate, volverás siempre a él. (Fuente: Cruceros Skorpios)
De esta leyenda nace el mito, de que si probas el Calafate, volverás siempre a él. (Fuente: Cruceros Skorpios)

La historia cuenta que, tras darse cuenta de la desaparición de Calafate, el joven selknam vagó meses por la estepa patagónica. Al borde del agotamiento, suplicó a los espíritus convertirlo en ave para seguir buscándola.

Un día, mientras volaba, se posó sobre un arbusto con vibrantes flores amarillas. Al degustar sus frutos morados, experimentó la misma dulzura que Calafate solía brindarle, reconociendo en ese sabor la esencia de su amor perdido.

Así nace la creencia de que quien prueba el fruto del Calafate, siempre anhela regresar a él. Este arbusto cubre la Patagonia argentina. Sus flores amarillas y frutos morados se esparcen por el sur, recordándonos la irresistible llamada de estas tierras y la magia que encierra el Calafate.