

Francisco Murray es argentino, emprendedor Endeavor y fue fundador de una de las primeras Empresas B de Latinoamérica: la marca de calzados Paez, una pionera en obtener esa certificación en la región por haber cumplido con los altos estándares de desempeño social y ambiental, responsabilidad y transparencia que exige dicho sello. Con esa empresa logró triunfar en más de 35 países, instalando el concepto de "alpargata" en todo el mundo y convirtiéndose en caso de estudio de la universidad de Harvard. Murray también se desempeñó por casi seis años como director ejecutivo de Sistema B Argentina, una organización sin fines de lucro que se dedica a medir el impacto de las organizaciones y a certificarlas. A sus 41 años, este Licenciado en Administración de Empresas egresado de la Universidad Católica Argentina, acaba de asumir el cargo de director ejecutivo de Sistema B Internacional (que representa a América Latina). En adelante, los retos de su nuevo rol.
-¿Qué significa este nuevo cargo para su carrera profesional?
-Un gran desafío, ya que mi objetivo es poder posicionar la mirada de la región y desarrollarla, dado que hay países de América Latina donde el sistema recién está arrancando. Otro gran trabajo es acompañar la transición del sector privado hacia el triple impacto (económico, social y ambiental), tomando como bandera las Empresas B, pero dándole herramientas a cualquier empresa que quiera iniciar este camino, de manera de acelerar la construcción de un sistema económico más equitativo, inclusivo y regenerativo. La idea es alinearnos a nivel global como movimiento, lo cual implica integrar distintas culturas a ese propósito.
-¿Cómo le llegó la propuesta?
-A finales del año pasado se realizó una búsqueda donde quedamos dos postulantes: un colombiano y yo. En un principio quedó él, pero como por un tema de agenda no pudo estar, asumí yo. Y vino de la mano con un plan que es el de acelerar la transición hacia un modelo económico con impacto a nivel social y ambiental.
-¿En qué consiste esta certificación?
-Lo que hace esta certificación es medir la huella de un negocio en cinco áreas relevantes: Gobierno, Trabajadores, Clientes, Comunidad y Medio Ambiente, permitiendo una revisión detallada de todas ellas, con el fin de ayudar a identificar todos los posibles puntos de mejora y oportunidades para ser un agente de cambio en la economía. Todas las empresas pueden impactar, ya que no hay una sola forma de hacerlo. Algunas impactarán en lo social, lo ambiental, a través de sus colaboradores, de su cadena de valor, de políticas de gobernanza, en el cliente, por eso es tan variada la diversidad de emprendimientos que tienen esta certificación.
-¿Pero es compatible el lucro con la responsabilidad social y la conservación ambiental?
-Absolutamente. Históricamente venimos de una idea donde los disociábamos, pero esa mirada cambió. Hace 50 años, la forma que una empresa tenía de generar impacto era creando una fundación; 30 años después lo hicieron mediante las nacientes áreas de RSE; pero siempre con esa lógica disociada del negocio por un lado y el bienestar común por otro. De hecho, estas áreas nacieron para devolverle a la sociedad lo que el negocio tomaba de ellas pero con acciones aisladas. Lo que hace este sistema es justamente integrar el negocio a una propuesta de valor. Por ejemplo, la marca colombiana Crepes & Waffles, que es una cadena de restaurantes creada en 1980, tiene como propósito empoderar a las mujeres cabeza de familia. Así, la red hoy tiene 7000 empleadas donde el 95% sostienen un hogar. Por su parte, Daravi tiene como propósito generar productos de diseño con materiales de descartes elaborados por mujeres que vienen de contextos vulnerables. En Sistema B trabajamos para que las empresas tradicionales empiecen a incorporar el impacto a su modelo de negocio y no que sean acciones aisladas y se puedan sostener en el tiempo.
-¿Cuáles son los países que lideran la región?
-Chile, Argentina, Brasil y Colombia concentran el 80% de las empresas B, que son más de 900 y pertenecen a industrias de lo más variadas. Actualmente, el 50% de ellas son de servicios y el porcentaje restante ofrecen productos. Cuando este movimiento nació hace 16 años atrás, las primeras empresas comprometidas eran las que ya nacían con esta visión, como la marca de indumentaria Patagonia. Ellas empezaron a inspirar a las industrias tradicionales que luego comenzaron a cambiar. Tanto es así que hoy, gigantes como Danone, Nespresso o la red de gimnasios Megatlón son organizaciones comprometidas con la transparencia de sus negocios y la medición de sus impactos.
-Muchas organizaciones se valen del ecoblanqueo (greenwashing) para mostrarse responsables.
-Coincido. Por eso el gran valor que aporta Sistema B con su certificación y la medición es una herramienta concreta para medir si tu empresa genera triple impacto o no. Hoy muchas empresas se quedan solo en la declaración. Sistema B te da una herramienta de gestión, ya que para poder certificar tenes que alcanzar un estándar alto. Eso se logra midiendo. Para que te des una idea, en el mundo hay 5600 Empresas B certificadas, pero se midieron unas 250000. La forma que encontramos nosotros para romper ese discurso del greenwashing es trayendo elementos que permitan medir efectivamente su labor, tal como se miden las variables económicas.
-¿De qué modo Sistema B chequea que se cumplan los objetivos?
-La medición propone una autogestión, es un espejo. No se audita la empresa, salvo que la empresa quiera certificar. En ese caso sí va la auditamos. La certificación tiene una duración de tres años, pasado ese plazo la empresa tiene que volver a medir. Y como mencioné antes, se vuelve más exigente, por lo que si una organización sigue haciendo lo mismo de hace 3 años, es probable que no pueda recertificar. Con lo cual es muy importante comprometerse con un proceso de mejora continua y eso es lo que Sistema B va acompañando en cada país.
-¿Cómo se encuentra la región respecto a los países del primer mundo?
-Latinoamérica tiene como aspecto positivo que hay una gran cultura emprendedora y de la innovación. Eso alimenta la creación de startups que ya nacen con un propósito en su ADN. Como aspectos negativos: todavía tenemos problemas de fondo que no funcionan. Por ejemplo, en la región no existen políticas públicas que promuevan este tipo de organizaciones y estos temas no están instalados en la currícula oficial. Entonces, cuando un estudiante va a estudiar ciencias económicas, este tipo de problemáticas no se tocan. Las personas que se están formando para ser líderes en un futuro no están viendo este tema ni de cerca. Y otro factor que juega en contra de la sustentabilidad de este tipo de negocio es la inestabilidad económica. En Argentina, como siempre, el principal escollo es tener a toda la gente en blanco.
-¿Cómo puede ser que haya empresas B certificadas que impactan de manera positiva en lo social pero, por otro lado, perjudican al medio ambiente?
-Lo primero que hay que decir es que las empresas que se certifican como Empresa B no son perfectas, pero asumen un compromiso de mejora continua y ponen su propósito empresarial y socioambiental en el centro de su modelo de negocio. Estamos en este momento en una transición hacia una nueva economía que interpela a los principales actores del mercado para que replanteen el modelo económico actul y evalúen la mejor manera de incorporar formas e instrumentos que reflejen las necesidades actuales de nuestra sociedad y el medio ambiente. En un futuro, las industrias que no consideren este punto van a desaparecer. Por eso, lo que hace esta evaluación es empezar a medirte ese cambio, y la misma se va complejizando año a año. En el caso de Empresas B como Villavicencio o Levité, que generan plástico de un solo uso y pertenecen a Danone, es muy probable que a medida que esa evaluación se vaya volviendo más compleja, en algún momento ya no la podamos certificar más mientras siga generando esos descartes. En el caso de los envases y el packaging, la manera que encontró esta multinacional agroalimentaria para abordar esa problemática es trabajando en el recupero de esos productos con recuperadores urbanos, entonces hoy su impacto viene más del lado social que ambiental.
Para mí lo más importante que está atrás de las empresas B es que se reconocen parte del problema y por eso buscan ser parte de la solución. Y ese mensaje es el que deberíamos tener todos como sociedad. Me gustaría que un día algún político se reconozca parte del problema, pero lamentablemente nuestros líderes todos los días nos tratan de convencer que a la culpa la tiene el otro.
-¿Tu objetivo a corto plazo?
-Mi sueño es acelerar la transición de todo el sistema económico. Que todas las empresas puedan internacionalizar este tema y comprometerse con un proceso de mejora continua. Sentarme con la persona más B del mundo y la que no para poder cruzar ese camino y poder mostrar la oportunidad y la posibilidad. Es un desafío importante que implica instalar el tema en la región y acompañar la transición, principalmente de las empresas más grandes que son las que más asentadas están y más les cuesta el cambio.












