Medidas extremas

"Quiero borrarme de internet": cómo es el paso a paso para no dejar rastro y qué no se puede borrar

El derecho al olvido, a desaparecer de internet, hoy parece más lejano que nunca. En tiempos de hiperconectividad, el anonimato y la privacidad se vuelven bienes escasos y codiciados, ¿pero hasta qué punto es posible volver atrás?

El proceso para eliminar tatuajes consta de una incisión con bisturí en la que los bordes de la piel se unen con puntos. Después del procedimiento, el ungüento antibacteriano favorece la curación pero, si bien la eliminación quirúrgica del tatuaje es eficaz, deja una cicatriz y sólo resulta práctica para tatuajes pequeños. El mismo desenlace tiene la idea de "salirse de internet": ¿Se puede? Más o menos. Va a costar, va a ser doloroso y siempre van a quedar marcas en la piel.

"Cuando borrás algo de internet, lo único que hacés es ocultarlo de vos mismo", me dice un amigo y quedo seco. No hay angustia, no hay titubeo: ¿será que todo lo que está ahí quedará ahí para siempre? Mi amigo, que obviamente prefiere mantenerse en el anonimato, se "salió" de internet hasta donde pudo: chau redes, adiós presencia en buscadores, hasta luego al autobombo. Se cansó, ya está, no va más. Mutó tanto que hasta cambió de oficio. Cambió de piel.

Ilustración: Mercedes Mares

Sucede que la existencia misma de esa información nos hace vulnerables de maneras que no podemos anticipar. De hecho, en su charla TEDx titulada "¿Por qué me vigilan, si no soy nadie?", la periodista española Marta Peirano revuelve ideas a propósito de los rastros que dejamos con nuestros teléfonos móviles y computadoras. "Cometemos tres errores: el primero, infravalorar la cantidad de información que producimos cada día; el segundo, despreciar el valor de esa información; el tercero, pensar que nuestro principal problema es una agencia distante y poderosa que se llama NSA", dice Peirano al comienzo de su charla.

Sin embargo, la fantasía del Gran Hermano de la NSA (la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense) queda diminuta ante la presencia inmarcesible de un supermercado: con sus tarjetas de puntos, una conocida cadena de los EE.UU. fue, durante muchos años, la dueña de la principal base de datos del mundo. Si vivimos en casas de cristal, además prestamos la llave: pase usted, después de usted.

Voluntaria e involuntariamente, cada día regamos todo con nuestros datos: geolocalización, disclaimers, posteos, fotos, videos, redes sociales, logueos, claves, hola, aquí estoy, mírenme. Y hay veces que, como mi amigo (hoy) anónimo, algunas personas deciden salirse de este caos sujeto al "te doy, me das". Por distintos motivos, muchas personas han querido salirse de internet de forma parcial o total. Como esa leyenda que señala al mismísimo Elon Musk, responsable de Tesla, SpaceX y demás, queriendo borrar a toda costa una imagen en la que se lo ve con un singular look emo - como salido de la película Matrix o de un sábado tirando pasos en Requiem- y, detrás, un póster con la leyenda "Liberty" acompasado con los colores de la bandera francesa.

"A finales de los 90 competíamos por ver quién tenía más presencia en internet. ‘Yo tengo tanto, vos tanto: te gané'. En los 2000 empezamos con otro juego: el de figurar lo menos posible. Yo, por ejemplo, hice una desaparición bastante lograda. Si me buscás hoy, a pesar de toda la presencia que tuve en su momento, casi no aparezco", asegura Daniel Sentinelli, alias El Chacal, uno de los hackers más afamados del país. Y, en efecto, en Google, el principal indexador de contenido de Occidente, hay poco y nada de uno de los tipos más gravitantes de la seguridad informática nacional. Ni Twitter, ni Facebook, ni Wikipedia; ni Tik Tok, ni YouTube, ni LinkedIn: poco, poquito y nada.

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Ahora bien, ¿cómo es posible hacer ese pasaje de "estar" a "no estar" en internet? En el episodio "The Entire History of You" de Black Mirror -¿cuándo no?- se narra una realidad alternativa en la que todo queda registrado en un dispositivo que se implanta detrás de la oreja. ¿Es esta otra manera de pensar internet? ¿Basta con borrarse de las redes sociales para que el dispositivo -implantado ya no en la oreja, sino en la voluntad- deje de existir? ¿Se arregla todo con un juicio a los buscadores? ¿Cómo hacer para dejar de aparecer?

"Para poder desaparecer de internet necesitarías, primero, preverlo. Si voy a entrar a un lugar también voy a ver cómo tengo que salir. La gente no lo piensa, parece no tener una noción muy clara de que cuando pone algo en internet, está a la vista de todos y forever", explica El Chacal y me lo imagino a mi amigo (hoy) anónimo asentir desde algún departamento en la Ciudad de Buenos Aires.

Uno podría navegar en la red como un ninja sigiloso sin dejar rastros pero, los que queden, serán difíciles de borrar. Para eso, algunos expertos informáticos recomiendan borrar las redes sociales, ponerse en contacto con los sitios o portales en los que figure nuestro nombre, pedirle a los buscadores que nos desindexen, eliminar nombres de usuarios asociados a direcciones de mail y conseguir nuevas identidades. Hay un servicio llamado DeleteMe, que sirve para eliminar algunas presencias, y otro, Fake Name Generator, que se yergue como una nueva manera de conseguir nuevas identidades para abrir cuentas y logueos. A la sazón, todo esto es un gesto de un monstruo que tiene más muecas, más tentáculos y más chiches.

"Todo lo que haya indexado en el buscador no va a desaparecer por más que quieras. Las huellas que van dejando los usuarios en los sitios en los que entran, es metadata que no va a desaparecer nunca", aporta al pasar Soldan, miembro de la crew Cybercirujas, activista del software libre y cultor del anonimato. "No nos comportamos igual si sabemos que nos vigilan", desgrana Peirano en su TEDx.

Y en la vida, un tendal de vigilancia que no tiene que ver estrictamente con lo que hacemos y decidimos: chips de teléfonos, cámaras de videoseguridad en las calles, plazas y aeropuertos, radares, chips de identificación en tarjetas de transporte, crédito, débito y puntos. Por eso, en tal caso, lo de aquella tienda de supermercado y su tarjeta de puntos es una genialidad: información precisa de cada cliente a cambio de, quién sabe, un tupper para guardar dos guindas cada tres años.

"Hay personas que están lejos de lo que indica el pensamiento más elemental: dicen en su trabajo que están enfermos y después se los ve perdiendo el tiempo en Facebook. Y el jefe o un compañero de trabajo les responde: ‘te estamos viendo'. Parecería ser que a la gente se le atrofia el cerebro y, en el momento que ponen algo en Internet, imaginan que hay un público espectador de tal y tal, que es un amigo, fulano y mengano. Idealizan un entorno de espectadores. Y no se dan cuenta que es todo el mundo y forever", continúa El Chacal.

Y cada tanto, en las noticias, el título estruendoso de "Juicio a Google" llama poderosamente la atención. Y allí va algún famoso de primera o última categoría, algún político o personaje influyente con su estudio de abogados y la pretensión insólita de desaparecer: si estuve, ya no quiero estar ahí. Si estoy y yo no lo elegí, tampoco. Si metí la pata, menos que menos. Por allí aparece el caso identificado como NT2, en el que un empresario ganó un juicio en el que obligó al buscador a eliminar los resultados de búsquedas de sus condenas previas. "Derecho al olvido" le dicen a esta protección de datos personales o habeas data.

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No obstante, hay algunos cuantos peros. Lo explica El Chacal mejor que nadie: "Los juicios a Google siempre fueron sobre temas puntuales. Pero es muy limitado. Si le hago juicio a Google, en el mejor de los casos, me van a bajar del índice. Pero en el lugar de origen, donde yo puse la información, va a seguir estando. No aparecerá enlistado en el buscador, pero quedará, supuestamente, solo invisible para la Argentina".

Es que aunque internet se entroniza sobre una noción de aldea global, los países siguen teniendo sus propias jurisdicciones. "Si ganas un juicio en la Argentina eso no se aplica en los demás países del mundo. A veces las personas se desayunan que algún abogado astuto les sacó guita para hacerle juicio a Google Argentina y después viajan a Miami y se dan cuenta que eso que no querían que se vea, sí se ve. ¿Ahora qué hago? Hacele juicio a Google en los Estados Unidos, en Afganistán, en Checoslovaquia [sic]. Eso no tiene mucho sentido. Y después, también, no te olvides de hacerle juicio a Bing y a cada buscador en el que aparece ese asunto. El tema no pasa por ese lugar, claramente", bromea el hacker.

Entonces, ¿hay manera de borrar esas pistas que fuimos dejando? La respuesta más sencilla y veloz sería: difícil. ¿Puedo ir desapareciendo? Sí, "lo primero que hay que hacer es ser cuidadoso", asegura Sentinelli. "Tenés que hacer cosas como tener varias identidades. Desaparecer de internet no necesariamente quiere decir desaparecer de internet. Quiere decir desaparecer de una identidad. Si usás una identidad para lo laboral y otra para temas personales, o distintos aspectos de la vida, podés tener identidades separadas para cada una de estas cosas. Es más laburo, claro. Todo requiere esfuerzo. Tener identidades es el primer gran camino para después hacerlas desaparecer", sigue.

Y como moraleja, una suerte de espejo honesto: existe una opinión sobredimensionada sobre nosotros mismos. Para muestra, un botón. Muchas veces, en las redes sociales, en foros, en la vida, escuchamos o leemos cuestiones que nos parecen exageradas, dramáticas o motivo de enojo. Y aun así, las dejamos correr. En el mismo ejercicio, ¿por qué lo que nosotros subimos a las redes, decimos o hacemos tendría tanta importancia para los ojos de los demás?

"No sos nadie, no existís, no le importas a nadie. Ninguno de nosotros es relevante para nadie", comenta El Chacal que, aunque no soy el destinatario de su reflexión, lo siento en carne. El balance sería algo así como "cuidado con lo que entrego, responsabilidad en lo que digo, gimnasia para defender mis ideas, mesura en lo que pretendo".

"A mi, inclúyanme afuera", decía el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante sobre el fenómeno literario conocido como "el boom latinoamericano". Bien podría aplicarse para este caso. 

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