

El vino no se disfruta solo por su sabor. La copa, el ambiente, la comida y la compañía también importan.
Pero hay un factor que muchos pasan por alto y que puede cambiar por completo la experiencia: la temperatura de servicio. Servir el vino a la temperatura adecuada no requiere conocimientos técnicos ni herramientas sofisticadas. Basta con usar el sentido común y prestar atención al tacto de la botella.
Un vino bien atemperado resalta sus aromas, suaviza su textura y se vuelve más agradable en boca.
¿A qué temperatura se sirve cada tipo de vino?
Cada estilo de vino tiene su rango ideal de temperatura. Acá te dejamos una guía rápida:
- Espumosos: bien fríos, directo de la heladera (4 °C). Se recomienda usar frapera con hielo y agua. Si hace mucho calor, agregar sal gruesa ayuda a mantener el frío.
- Blancos y dulces: frescos, entre 6 y 10 °C. No tan fríos como los espumosos, pero sí salidos de la heladera.
- Rosados: similares a los blancos, entre 8 y 12 °C.
- Tintos ligeros: entre 14 y 16 °C. Se pueden enfriar ligeramente.
- Tintos con cuerpo: entre 16 y 18 °C. La famosa “temperatura ambiente” no se refiere al calor de una casa moderna, sino a la frescura de las antiguas bodegas.

¿Cómo enfriar el vino sin arruinarlo?
No hace falta tener un termómetro. Si la botella está fresca al tacto, probablemente esté lista para servir. Pero si hace calor, hay que tomar precauciones:
- Heladera: colocar la botella unos 30 minutos antes de servir. No dejarla demasiado tiempo para evitar que pierda expresión.
- Frapera con hielo y agua: ideal para mantener la temperatura durante la comida. En tintos, controlar que no se enfríen demasiado.
- Accesorios eléctricos: algunos enfrían en minutos, pero pueden alterar el vino si el cambio de temperatura es brusco.
- Cavas climatizadas: la mejor opción para conservar y servir vinos en casa. Hay modelos para todos los espacios, desde 12 hasta más de 150 botellas, con control de temperatura, humedad y estantes deslizables.
¿Por qué importa tanto la temperatura?
La evolución del vino argentino, especialmente en los tintos, cambió la forma de servirlos. Antes se buscaba potencia y concentración, hoy se prioriza frescura y fluidez.
Los sommeliers impulsaron esta transformación, recomendando temperaturas más bajas para resaltar la “vibrancia” y hacerlos más gastronómicos.
Un vino servido demasiado caliente puede volverse pesado y desequilibrado. En cambio, uno fresco se siente más armónico y fácil de beber.
El vino siempre debe salir del frío
No importa si es blanco, tinto, rosado o espumoso. En días cálidos, lo mejor es enfriar la botella antes de servir. Si no hay heladera cerca, una frapera puede salvar la situación.
Y si querés llevar la experiencia a otro nivel, invertir en una cava climatizada es una excelente opción.













