El estratega de Trump advierte: "Va a estar en tu cabeza por mucho tiempo"
En un almuerzo con el editor nacional de Estados Unidos del FT, el exestratega jefe de la Casa Blanca, Steve Bannon, explica por qué considera que los ataques a Irán fueron un éxito, su tiempo en prisión y qué significa Zohran Mamdani para los demócratas.
No sorprende que Steve Bannon haya elegido Butterworth's. A pesar de haber abierto apenas el año pasado, este peculiar bistró de estilo francés ya se convirtió en el punto de encuentro preferido de la multitud Maga. Bannon, cuya casa en Capitol Hill está a unas pocas cuadras, es algo así como su santo patrón.
Como el primer divulgador de las propuestas de Donald Trump, padrino del nacionalismo-populismo estadounidense y evangelizador de sus equivalentes ultraderechistas occidentales, difícilmente podría ser menos. El exprotegido de Bannon, Raheem Kassam, un periodista británico de la alt-right que fue asesor de Nigel Farage, es copropietario. Senadores republicanos, influencers Maga y miembros del gobierno de Trump acuden aquí para ser vistos. Sin embargo, su decoración está a años luz del brillo ostentoso de Mar-a-Lago.
Entre pantallas de lámparas con flecos, papel tapiz falso envejecido, un retrato de la reina Isabel II y macetas de hiedra colgando, hay una mesa en la esquina donde mi invitado siempre se sienta: "el rincón de Bannon", lo llama el gerente. Suena jazz suave, casi soporífero.
En la mesa de al lado, un joven corpulento con moño habla seriamente con su acompañante sobre la presencia de Opus Dei en YouTube. No es la típica conversación de Washington DC, pienso. Bannon entra puntual tras la sauna de fines de junio afuera. El exestratega jefe de Trump, ahora autoproclamado guardián de la llama Maga con su podcast diario War Room, viste su típico conjunto negro de chaqueta, camisa y pantalón.
A los 71 años, el rostro curtido de Bannon vió días mejores. También peores. El año pasado pasó cuatro meses en la cárcel por desacato al Congreso, tras negarse a cooperar con la investigación sobre el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Evitó más tiempo en prisión al declararse culpable de desviar fondos fraudulentamente para su ONG We Build the Wall. Su paso por la cárcel lo alejó de la carne, que dejó de consumir casi un año. "Era lo que le sirven a los animales", dice Bannon sobre la comida de prisión. ¿Te quejaste?, le pregunto ingenuamente. Se ríe: "Las cárceles no buscan feedback de los clientes".
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Quiero la opinión de Bannon sobre Irán. Nos reunimos pocos días después de los ataques de Trump con bombas de 13,600 kilos sobre instalaciones nucleares iraníes. Bannon hizo todo lo posible por evitar que Trump diera la orden durante una reunión de una hora en el Despacho Oval, dos días antes de que Trump siguiera adelante. Aunque Bannon es reservado sobre la frecuencia con la que habla con Trump -prefiere recalcar cuántas veces el presidente ve fragmentos de su programa- sigue firmemente en su órbita.
A veces conversan. Bannon pensaba que había logrado inclinar a Trump en contra de los ataques. Si EE.UU. se unía a Israel, se reavivarían las "guerras eternas" que Trump prometió terminar. Comenzaba a hablarse de una fractura entre quienes como Bannon se oponían a cualquier acción militar estadounidense en Medio Oriente ("los moderadores") y quienes impulsaban el cambio de régimen en Irán ("los neoconservadores").
La especulación sobre una ruptura en la coalición de Trump se disipó desde entonces. Para Bannon, los ataques "one-and-done" de Trump cuentan como una victoria. ¿Qué te hizo cambiar de opinión?, le pregunto. Bannon compra la idea de Trump de que el programa nuclear de Irán fue "aniquilado", pese a la diversidad de los informes de inteligencia. "La ‘guerra de 12 días' es una victoria enorme: derrotamos a los neoconservadores y a los partidarios de Israel primero", afirma. "Apoyo mucho a Israel, pero desde el principio esto fue sobre Israel tomando todas las decisiones". Soy escéptico. ¿Por qué crees que los ataques de Trump significaron el final de la intervención de EE. UU.?, le pregunto.
Nos interrumpe el camarero para tomar nuestro pedido. Solo hay agua con gas disponible. "¿Qué clase de establecimiento llevan aquí?", bromea Bannon. Finalmente encuentran una botella de agua sin gas. Yo pido una Coca Light. Sé que no debo sugerir vino. Bannon no toma alcohol desde hace décadas. Sugiere compartir unas papas fritas en grasa de res y el hash de pato. Este último llega con un huevo frito encima. "Soy irlandés, necesito mis papas", dice Bannon, hurgando entre el pato y el huevo. Alterna entre eso y las papas fritas.
Le recuerdo a Bannon que iba a decirme por qué pensaba que la guerra con Irán había terminado. Bannon recurre a una analogía cinematográfica. Como antiguo inversor de Hollywood (aún cobra regalías de la serie Seinfeld), las referencias fílmicas son frecuentes. Israel estuvo usando un "MacGuffin", dice. ¿Qué es eso?, pregunto. Explica que es un recurso que impulsa la trama pero es irrelevante para el argumento. El halcón no cumple ningún papel en la clásica "El halcón maltés".
El MacGuffin de Israel es el programa nuclear iraní, afirma Bannon. En línea con la inteligencia de EE.UU., cree que Irán no estaba más cerca de desarrollar armas que antes. La verdadera intención de Israel era el cambio de régimen, asegura. Benjamin Netanyahu, en otras palabras, "manipulaba" a Trump. Ahora, en opinión de Bannon, Trump devolvió el golpe a Israel atacando los sitios nucleares e imponiendo luego un alto el fuego.
"Lo que me molestó fue que los israelíes nos metieron en esto -fue su inteligencia y su sentido de urgencia", afirma Bannon. Entre los primeros objetivos de los ataques estaban los funcionarios iraníes con quienes Trump buscaba negociar un acuerdo, añade. "Eso parece más una decapitación que otra cosa".
Sigo confundido. Si Trump sabía que Israel lo estaba manipulando, ¿por qué aceptó? Un hombre elegantemente vestido de Alabama interrumpe nuestra conversación. "Gran entrevista con el coach [Tommy Tuberville, senador republicano de Alabama]", dice. "¿Podemos vernos mañana?". Bannon lo desvía amablemente. "Hablemos por teléfono", responde. Su teléfono no para de sonar durante el almuerzo. Nunca contesta. "Quienes me conocen saben que no respondo el teléfono", dice. Lo vuelvo a llevar al tema de Trump e Irán.
Bannon explica que la verdadera amenaza para Trump y para EE.UU. proviene de China. Expone la visión geopolítica eduardiana de la "isla mundial", donde el poder que domina Eurasia controla el planeta. El verdadero escenario hoy está en el Pacífico, afirma. Cualquier guerra en Medio Oriente, especialmente impulsada por lo que Bannon llama "la máquina de propaganda de guerra de Fox News de Rupert Murdoch", sería una distracción.
Explícame de nuevo cómo bombardear Irán significa que Estados Unidos pivota hacia el Pacífico, le pido. "Los primeros ataques de Israel mataron a todos [muchos] los negociadores", dice Bannon. "Steve Witkoff [jefe negociador de Trump] tenía más reuniones sobre Irán. Ahora están muertos. Jesús, ¿el equipo negociador es lo primero que atacas?". Añade que los bombarderos B-2 de Trump partieron de la base de Guam en el Pacífico occidental, lo que fue un mensaje para China (de hecho, los B-2 volaron directamente desde la base Whiteman en Missouri; los de Guam eran señuelos).
Aun insatisfecho, sospecho que el objetivo de Bannon es consolidar a Trump en su declaración de cierre. Bannon añade que los israelíes y Fox intentan "venderle" a Trump el cambio de régimen, diciendo que parte del aparato nuclear iraní sobrevivió a las bombas. Eso abriría la puerta a una escalada. "No importa lo que quieran Murdoch y Bibi [Netanyahu], Trump destruyó el programa nuclear iraní", insiste. "Ahora intentan venderle el ‘extra'. ‘Ya que compraste el auto, ¿te interesaría la dirección asistida?'".
¿Por qué estás tan seguro de que Trump no va a aceptar esa ‘dirección asistida'?, insisto. "Le creo cuando dice que la guerra terminó". El camarero regresa. Aunque ya hemos comido carbohidratos, el almuerzo continúa. Pido el sándwich de merguez, que consiste en una salchicha de cordero casera. Bannon elige el bistec con huevos. "Solo quiero probarlo", dice. "Diles a tus lectores que no lo terminé, ¿de acuerdo?". Bannon cuenta que volvió a la carne roja hace un mes porque se sentía anémico.
Le pregunto a Bannon sobre Irán una vez más. ¿Por qué cree que Teherán ahora abandonará sus ambiciones nucleares? Bannon cambia el tema a Fox. Me recuerda que Murdoch amenazó con convertir a Trump en un "no-persona" tras el 6 de enero. El magnate mediático no es más amigo de Trump ahora que antes, según Bannon. "Fox debería ser investigado por violar la FARA [Ley de Registro de Agentes Extranjeros], es pura propaganda de guerra", dice. "Están repitiendo el guion de Irak. Con Irak les llevó 18 meses construir la narrativa. Con Irán, 18 horas".
Al percibir que Bannon no revela ninguna clave maestra sobre la filosofía de guerra de Trump, cambio de tema. Dos días antes de nuestra reunión, Zohran Mamdani, un musulmán estadounidense de 33 años, sorprendió al derrotar al veterano demócrata Andrew Cuomo como candidato demócrata a la alcaldía de Nueva York.
El triunfo de Mamdani es el mayor sacudón para los demócratas desde la derrota de Kamala Harris ante Trump el pasado noviembre. ¿Cuál es el significado de Mamdani?, le pregunto a Bannon. Le comento que el diagnóstico de Mamdani sobre la crisis de asequibilidad en Nueva York se parece mucho a la descripción que Bannon hace de la de EE.UU. Ambos parecen coincidir en un 70%. "Cincuenta por ciento", corrige Bannon. "Igual es mucho".
¿En qué?, le pregunto. "La política hoy es todo autenticidad", responde. "La campaña de Mamdani fue el equivalente a la de Barack Obama. Caminaba por los pasillos del supermercado hablando en TikTok". Aceptó todas las entrevistas y confió en la organización de base. Cuomo tenía reconocimiento, recaudó casi 40 millones de dólares y consiguió el respaldo de Bill Clinton. Sus apariciones eran cuidadas.
"El Partido Demócrata tradicional está muerto", dice Bannon. "Mamdani lo hizo volar por los aires". ¿Comparte la visión conservadora de que un socialista declarado y simpatizante de la causa palestina es un regalo para Trump? Bannon niega con la cabeza. "Lloras más por las oraciones respondidas que por las no respondidas", responde. "Mamdani puede movilizar gente... El populismo es el futuro de la política".
Me intriga saber cómo haber convivido con criminales afectó la teoría del populismo de Bannon. No podía quitarme de la cabeza la imagen de Bannon yendo a la cárcel con un Financial Times bajo el brazo -no es algo que se vea todos los días. Bannon ve este periódico como el sumo sacerdote del globalismo. Lo que lo llevó al populismo fue su inversión en videojuegos a fines de los 2000. Eso le abrió los ojos a un universo online de testosterona políticamente inexplorada, mucha de ella llena de rabia. Si la política es un reflejo de la cultura, como cree Bannon, ¿cómo le afectó la cárcel?
Bannon me ofrece un trozo de su bistec, que rechazo. La carne no es lo mío, le digo. Ya no parece serlo para Bannon tampoco. Relata que en su sección de la prisión había 84 hombres y solo dos duchas. La Institución Correccional Federal de Danbury, Connecticut, fue construida hace casi un siglo y está sobrepoblada. "Tenía 70 años cuando entré y era peligrosísimo", cuenta. "Si no hubiera ido a la escuela militar y luego a la Marina, tal vez no habría sobrevivido... Es increíblemente desorientador: puertas de acero, movimientos controlados. Cada segundo debes estar totalmente alerta. Por ejemplo, nunca hables solo con un guardia".
Para mantenerse ocupado, Bannon enseñaba educación cívica. Dice que sus alumnos tenían sed de conocimiento. Su enfoque era la Constitución de EE.UU. Evidentemente, su pedagogía tenía sello Maga, ya que siempre se refería a los poderes del Artículo II del presidente, que interpreta "al máximo", dando a Trump licencia casi autocrática.
Bannon afirma que lo que más le sorprendió fue el desprecio de los hispanos y afroamericanos hacia el Partido Demócrata. "Odian a los demócratas", asegura. "Saben que el partido está dirigido por clases con títulos, refinadas y con donantes ricos, y luego está la plebe sindicalizada a la que fingen cuidar".
Aunque su observación es exagerada -la mayoría de los votantes negros y poco más de la mitad de los hispanos votaron por Harris-, su tendencia no es incorrecta; Trump está captando más votantes no blancos que antes. En cualquier caso, ahora Bannon es entusiasta de la reforma penitenciaria. Calcula que una cuarta parte de sus compañeros eran delincuentes no violentos por drogas. Ninguno merecía estar allí.
Desde su salida, Bannon se unió a Jared Kushner y Peter Navarro, también exasesor comercial de Trump que estuvo preso, para impulsar reformas penitenciarias y de sentencias. "La cárcel fue una gran influencia para mí", dice Bannon. La mayoría de sus alumnos coincidía en que las élites liberales y Wall Street son pro-inmigración porque les gusta la competencia salarial. "Si tengo que elegir entre encarcelamiento y deportación, elijo la deportación", añade Bannon.
Aunque la frase de Bannon parece rotunda, le sugiero que es una falsa disyuntiva. Señalo que mucha gente acepta su mensaje sobre la injusticia de la economía estadounidense igual que el de Mamdani. Así como Bannon respeta los métodos de Mamdani pero detesta sus remedios, un izquierdista compartiría la furia de Bannon contra la plutocracia, pero rechazaría sus políticas.
Más allá de la injusticia flagrante de suspender el habeas corpus, como Bannon sigue proponiendo, ¿realmente cree que acabar con el debido proceso solucionaría los problemas económicos de Estados Unidos? Parece una cortina de humo mortal. También le comento que su teoría de la "elección robada" de 2020 suena todavía más disparatada. "Tengo que mostrarte las pruebas", responde Bannon en tono de conspiración. ¿Hablas en serio?, le pregunto. "No, solo intento ser cortés porque sé que eres escéptico", replica.
Ambos pedimos doble espresso. "Ah, un café de verdad", dice Bannon con la convicción de un exconvicto. Me parecería un descuido no mencionar el "gran y hermoso proyecto de ley" de Trump, que favorece a los plutócratas a expensas de los seguidores de clase trabajadora de Bannon. Se paga principalmente con recortes profundos en Medicaid y cupones de alimentos. ¿No debería Elon Musk estar más feliz con la ley que tú?, le pregunto. "¿Quién?", responde Bannon con sorpresa fingida sobre el que fuera el primero entre iguales para Trump. "Mira, detesto a los tech bros", dice. "Pero estamos en una coalición".
Bannon no parece dispuesto a hablar mal de Musk, aunque recientemente lo calificó de inmigrante ilegal que debería ser deportado e instó a Trump a investigar su supuesto consumo de drogas.
¿Trump se postulará a un tercer mandato en 2028? Bannon asegura que no solo lo hará, sino que ganará, aunque se niega a explicar cómo sería legalmente posible.
Ignorando mi escepticismo, insiste en que tiene que "decirle a los lectores del FT algo que no quieren oír". Su mensaje es que Trump es el tercer líder histórico de Estados Unidos. El primero fue George Washington, quien fundó la república. El segundo fue Abraham Lincoln, quien la salvó. Ahora Trump la está haciendo renacer. "Trump no se va", afirma Bannon. "Va a estar en tu cabeza mucho tiempo". En esto, él y yo estamos de acuerdo.
Pasaron más de dos horas. Es hora de volver al infierno exterior. "¿Cumplí?", pregunta Bannon mientras salimos. Estuvimos charlando con uno de los mayores demonios de la democracia liberal. Mi respuesta se ve interrumpida por un transeúnte que le pide una selfie. El SUV con chofer de Bannon espera cerca. La cárcel ya es cosa del pasado para él.
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