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Nouriel Roubini alerta sobre la "madre de todas las crisis de deuda" y dice que hay que esperar "días oscuros"

El oráculo de las subprime advierte en su nuevo libro que se avecina la crisis de la deuda más grande de nuestra historia: "Esperen muchos días oscuros, amigos míos".

El economista Nouriel Roubini -quien predijo la crisis financiera mundial de 2008- advierte de calamidades inquietantemente plausibles, desde crisis climáticas y monetarias hasta crisis de deuda.

Al menos sólo había cuatro jinetes del apocalipsis. Pero, reflexionando sobre la inflación descontrolada de hoy, Nouriel Roubini ahora identifica 10 de las llamadas megamenazas, que abarcan diversos desastres económicos, financieros, políticos, tecnológicos y medioambientales. "Unas políticas sólidas podrían evitar parcial o totalmente uno o varios de ellos, pero en conjunto, la calamidad parece casi segura", concluye Roubini confiadamente. "Esperen muchos días oscuros, amigos míos".

Quizás los lectores de carácter nervioso deseen tirar este libro a la basura antes de siquiera leer una página. Quienes se preparan para una balde de agua fría de pesimismo podrían beneficiarse de sus lúgubres percepciones sobre el estado del mundo. Las advertencias de Roubini pueden ser alarmantemente aterradoras, pero también son inquietantemente plausibles. Nos dejan rezando para que los responsables políticos tengan mejores soluciones que las que revela el autor.

La 'fusión de crisis' que amenaza a la economía mundial

Roubini ciertamente tiene una buena reputación cuando se trata del pronóstico de calamidades y los inversores han aprendido a ignorarlo bajo su propio riesgo (como él mismo dice en broma, se ha graduado de "ser una Casandra a un sabio"). El economista estadounidense de origen turco fue apodado Dr. Doom [Dr. Catástrofe] por advertir de la crisis inmobiliaria antes de la crisis financiera mundial de 2008. Pero pone reparos ante este apodo porque, según él, no reconoce que examina los aspectos positivos con tanto rigor como los negativos. "Si pudiera elegir mi apodo, Dr. Realista sería más apropiado".

Con poco consuelo, el lector enfrenta una avalancha de catástrofes venideras.

En su tema especializado de la economía, Roubini advierte en su nuevo libro, Megamenazas, que se avecina la crisis de la deuda más grande de nuestra historia. El mundo entero se parece al moroso financiero que es Argentina, que ha incumplido su deuda nueve veces desde su independencia en 1816. A finales de 2021, la deuda mundial, tanto pública como privada, superaba el 350% del PBI del planeta. La Madre de Todas las Crisis de Deuda (Roubini pone la frase en mayúsculas para enfatizar el punto) parece inevitable, ya sea esta década o la próxima.

Cada posible remedio a este inminente desastre de deuda conlleva sus propios peligros: la paradoja del ahorro, el caos de los defaults, el riesgo moral de los rescates, los impuestos sobre la riqueza o el trabajo que acaban con la inversión o golpean a los más necesitados, la inflación que acaba con los acreedores. "Elija su veneno", escribe. El último capricho de la teoría monetaria moderna, mantener las tasas de interés bajas mientras se acumula más deuda, sólo conducirá a una forma diferente de ajuste de cuentas.

Como si las deudas explícitas no fueran suficientes para preocuparse, las deudas implícitas son aún más alarmantes. Ni siquiera las sociedades más ricas son lo suficientemente ricas para cumplir todas las promesas que se les han hecho al crecienre número de jubilados. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha calculado que los pasivos de las responsabilidades de pensiones no financiadas o infrafinanciadas en las 20 economías más importantes ascienden a la asombrosa cifra de u$s 78 billones. "La deuda implícita es una gran bomba de tiempo y una grave megamenaza".

Roubini duda que nuestra actual hornada de gobernadores de bancos centrales esté a la altura del desafío. Destacados economistas, como Ben Bernanke de la Reserva Federal (que acaba de recibir el Premio Nobel) y Mario Draghi del Banco Central Europeo, han sido sustituidos por abogados y reguladores. Lo más probable es que no hagan nada para detener la estanflación -la dolorosa combinación de crecimiento estancado y aumento de precios- que hará que la década de 1970 parezca apenas un simulacro. Eso sólo conducirá a una Gran Crisis de Deuda Estanflacionaria (hay que notar de nuevo esas mayúsculas).

El mundo entero se parece al moroso financiero que es Argentina, que ha incumplido su deuda nueve veces desde su independencia en 1816.

A esto le seguirán nuevas crisis monetarias e inestabilidad económica. La debilidad financiera de Grecia e Italia puede desencadenar un colapso de la unión monetaria europea. Las turbulencias financieras también conducirán a un mayor proteccionismo y a la relocalización de la producción industrial. Eso acelerará la desglobalización y la mayor fragmentación de nuestro mundo interconectado.

Naturalmente, Roubini tiene una visión sombría del impacto de la inteligencia artificial, que ya está dando lugar a peligrosas concentraciones de poder empresarial, al aumento de las desigualdades sociales y a la difusión de desinformación que socava la política democrática. Es tanto el poder de la inteligencia artificial que destruirá áreas de empleos calificados y provocará un desempleo tecnológico masivo. "No veo un futuro feliz en el que los nuevos empleos sustituyan los que la automatización arrebata. Esta revolución parece terminal", escribe.

La lucha por la supremacía tecnológica entre Estados Unidos y China agravará aún más las tensiones geopolíticas existentes. Esto podría desencadenar una guerra entre las dos superpotencias rivales. Roubini opina que la aceptación previa de China por parte de Washington podría considerarse el peor error estratégico de cualquier país en los últimos tiempos, ya que aceleró el ascenso de un rival letal y autoritario. "China se convertirá en la mayor economía del mundo, de eso no hay duda. Sólo es cuestión de cuándo", escribe.

La guerra y la enfermedad están sacudiendo la economía mundial 

A estas alturas, quizás ya puedas adivinar las conclusiones de Roubini sobre la emergencia climática. Todas las soluciones económicas o tecnológicas que tienen alguna posibilidad de abordar la magnitud del problema (pensemos en los impuestos globales sobre el carbono o la captura directa del aire) son políticamente imposibles o prohibitivamente costosas. El millón de refugiados que entró en la Unión Europea en 2015, provocando una enorme reacción política, es sólo el preludio de las vastas migraciones poblacionales que vendrán. Y Roubini sugiere que, con sólo 17 millones de habitantes en Siberia, el lejano oriente de Rusia podría ser colonizado por los chinos, que huyen de las consecuencias del cambio climático.

¿Qué se puede hacer, si es que se puede hacer algo, para contrarrestar estas megamenazas? No mucho, concluye miserablemente Roubini. Sólo siete páginas de su libro están dedicadas a un futuro más utópico. Aunque es difícil rebatir gran parte del análisis de Roubini, al menos habría merecido la pena señalar que la humanidad ha vivido, y soportado, muchos momentos terribles en el pasado. El mundo no era un lugar feliz en 1941, pero el azote global del fascismo fue finalmente derrotado. Las grandes crisis han impulsado a menudo acciones colectivas que eran imprevisibles en ese momento.

La única posibilidad remota de salvación que ve Roubini es que la innovación tecnológica provoque un aumento de la productividad económica y una mejora del medio ambiente. Un crecimiento económico fuerte, inclusivo y sostenible, de más del 5% anual, podría frenar muchas de estas peligrosas tendencias y permitirnos el acceso a la renta básica universal.

El autor de esta reseña se alegró de que uno de sus propios artículos sobre la promesa de la energía de fusión nuclear sirviera de consuelo al autor de Megamenazas. Pero incluso en la hipótesis más optimista, la energía de fusión abundante, barata y ecológica sigue estando a décadas de distancia. "Para que se produzca algo parecido a un final feliz, las computadoras dispuestas a desplazarnos deben acudir a nuestro rescate", escribe. A pesar de los peligros, tenemos que apostar por la inteligencia artificial.

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