
Ayer, mientras juraba como el nuevo presidente de la segunda economía más grande de América del Sur, Mauricio Macri prometió acabar con la pobreza, luchar contra el tráfico de drogas y unir a los argentinos.
Pero antes de que comience la nueva era, surgió una disputa casi ridícula sobre el protocolo que recordó la política polarizada del país: a Macri le puso la banda presidencial el líder en el Congreso del bloque parlamentario de su partido de centro-derecha porque la presidenta saliente Cristina Fernández se negó a asistir a su toma de posesión.
"Está llegando una nueva era: una era de diálogo, de respeto y de trabajo en equipo", dijo el ex alcalde de la ciudad de Buenos Aires durante la ceremonia, a la que asistieron la mayoría de los presidentes de América del Sur, incluyendo los líderes de los países vecinos de Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay.
La victoria electoral de Macri, y la derrota por un margen estrecho del sucesor elegido por la izquierdista Fernández en una segunda vuelta el mes pasado, ocurre en momentos en que otros gobiernos de izquierda de la región rica en recursos sufren fuertes disminuciones de popularidad, sobre todo en Brasil y Venezuela, conforme llega a su fin el auge de los productos básicos.
En medio de una fuerte ovación, Macri prometió ser "implacable" contra la corrupción entre los funcionarios públicos y a brindar su "apoyo total" a un poder judicial independiente, abordando así dos de las críticas más fuertes hechas en contra de la administración saliente.
Macri agregó que su gobierno dejará de "mentir y engañar con información falsa" y dará prioridad a la transparencia, en referencia a su promesa de reformar la desacreditada agencia estatal de estadísticas.
Con su elegante esposa Juliana Awada a su lado, después Macri fue desde el Congreso hasta el palacio presidencial, la Casa Rosada, acompañado por la caballería y saludando a una multitud de simpatizantes que ondeaban la bandera nacional de colores celeste y blanco.
"¡Sí podemos!" gritaron, mientras Macri agradecía a la multitud desde el histórico balcón del palacio presidencial junto a su discapacitada vicepresidenta, Gabriela Michetti, quien comenzó a cantar desde su silla de ruedas mientras Macri celebraba bailando.
En la misma Plaza de Mayo, Fernández se había dirigido a sus seguidores la noche anterior, diciendo en broma que ella se convertiría en una calabaza a medianoche cuando terminara oficialmente su presidencia.
Fue la primera vez desde el retorno de la democracia en 1983 que un presidente no ha asistido a la investidura de su sucesor. La ausencia de Fernández a la ceremonia marcó el final de una desordenada transición de poder en la que anunció una oleada de decretos de gastos extrapresupuestarios y contrataciones de última hora.
En sus últimos días en el poder, Fernández aplicó más presion sobre el ya abultado déficit fiscal firmando decretos que elevarían el gasto del gobierno en casi u$s 14.000 millones en salarios y subsidios a la energía, u$s 10.000 millones en el sistema estatal de pensiones y u$s 3.000 millones para cubrir costos en la agencia tributaria.
También firmó decretos que transfieren fondos del gobierno central a gobiernos provinciales y congelan deudas que las provincias asumieron con el gobierno federal, lo que amplía el déficit presupuestario estimado en más de 7% del PBI en 2015, el más elevado en más de 30 años.
Sin embargo, Alejandro Vanoli, el titular pro gobierno del banco central, renunció el miércoles después de ser presionado por la oposición, la cual ha criticado ferozmente su manejo de las reservas de divisas que, según la oposición, ahora son peligrosamente bajas.
Los mercados tienen altas expectativas para Macri, su candidato preferido en las elecciones, y ahora esperan una nueva era de reformas estructurales en favor del crecimiento que despejarán el camino para que la tan necesaria inversión estimule la alicaída economía.
Pero los desafíos económicos que enfrenta Macri son grandes. Heredará un creciente déficit fiscal, una moneda sobrevaluada y una de las mayores tasas de inflación del mundo. "El ajuste macroeconómico necesario presenta riesgos para el capital político de Macri y podría erosionar la gobernabilidad si las expectativas no son coordinadas de manera adecuada", escribió Sebastian Rondeau, un economista de Bank of America Merrill Lynch, en una comunicación con sus clientes.
El único líder regional que no asistió a la ceremonia fue el de Venezuela, Nicolás Maduro, después de que Macri dijera que iba a solicitar la suspensión de ese país del bloque comercial regional, el Mercosur, a pesar de que relajó su posición después de que la oposición venezolana ganara nuevamente el control del Congreso unicameral en las elecciones del domingo pasado.













