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Las 10 principales tendencias mundiales para este 2024

Las tasas, la inflación y las grandes empresas de tecnología seguirán siendo el centro de atención. Por otra parte, la política será protagonista por la cantidad récord de elecciones este año

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El año pasado transcurrió como si la pandemia nunca hubiera existido. La recesión mundial, ampliamente prevista, nunca llegó. Los mercados subieron. La desinflación era la palabra de moda. El mundo post-pandémico se parecía inesperadamente a 2019, el año anterior a que el coronavirus supuestamente cambiara nuestras vidas para siempre.

Sin embargo, al final, 2023 fue un recordatorio de que la mayoría de los años resultan ser una mezcla de lo sorprendente y lo predecible. No todas las apuestas puramente contrarias habrían dado resultado. La economía europea se quedó más rezagada que la estadounidense. Las acciones tecnológicas estadounidenses de gran capitalización volvieron a liderar las subas.

Teniendo esto en cuenta, mis 10 principales predicciones para 2024 se centran en cómo evolucionarán las tendencias actuales. El precio del dinero, la inflación y las grandes tecnológicas seguirán estando en el centro de la conversación mundial, aunque no de la misma manera. Mientras tanto, la política ocupará el centro de la escena por una sencilla razón: el mundo nunca ha visto un año con más elecciones.

La democracia a toda máquina

Está previsto que se celebren elecciones en más de 30 democracias, incluidas las tres más grandes: Estados Unidos, India e Indonesia. En total, el 46% de la población mundial tendrá la oportunidad de votar, el mayor porcentaje desde 1800, cuando se iniciaron estos registros, según el estudio del Deutsche Bank. Y los votantes llevarán consigo su insatisfacción.

El reciente auge de los populistas enojados refleja una tendencia más profunda: la desconfianza en los gobernantes. En las 50 democracias más pobladas, los políticos en ejercicio ganaban la reelección el 70% de las veces a finales de la década de 2000; ahora ganan el 30% del tiempo. Los líderes de India e Indonesia se oponen a esta tendencia, pero el presidente estadounidense Joe Biden la ejemplifica.

Los mandatarios en funciones solían disfrutar de la evidente ventaja de un alto cargo y una gran visibilidad, pero eso ya no es garantía de popularidad. En los últimos 30 años, los índices de aprobación de los presidentes estadounidenses se han ido reduciendo en sus primeros mandatos, hasta niveles cada vez más bajos. Con sólo un 38%, la imagen de Biden se encuentra en su nivel más bajo para esta etapa de la presidencia. Y muchos de sus pares del mundo desarrollado no son más populares. Estas tendencias presagian una agitación en la lista de líderes mundiales.

Los 'vigilantes de los bonos' contra los políticos

La calma surrealista de 2023 dio paso a una leve euforia en las últimas semanas del año, cuando la inflación cayó más rápido de lo esperado, creando esperanzas de que las tasas de interés seguirán bajando. Esto pasa por alto una tendencia clave.

En época de campaña, es mucho más probable que los políticos aumenten el gasto que lo recorten, lo que se traduce en déficits crecientes. En Estados Unidos, los programas de gasto de Biden ya han elevado el déficit al 6% del PBI, el doble de su tendencia a largo plazo y cinco veces el promedio de las economías desarrolladas.

La cuestión clave es la "prima por plazo", o la remuneración añadida que exigen los inversores en bonos por el riesgo de mantener deuda a largo plazo. En la década de 2010, con la inflación baja y los bancos centrales comprando bonos por miles de millones, ese riesgo desapareció. Sólo que ahora, las deudas y los déficits son mucho mayores que antes de la pandemia, la inflación no ha retrocedido del todo y los bancos centrales ya no son grandes compradores de bonos. Incluso si la inflación se debilita aún más, los inversores probablemente exigirán algo extra para seguir absorbiendo la enorme oferta de bonos del Estado. Esto significa que las tasas de interés, en particular las de largo plazo, no caerán tanto como en ciclos de desinflación previos.

Reacción contra la inmigración

Por muchas razones -desde la escasez del mercado laboral en el mundo occidental hasta la guerra en Ucrania- la inmigración se ha disparado, aumentando desde 2019 un 20% en Canadá, cerca de un 35% en EE.UU. y cerca de un 45% en Reino Unido.

Estos flujos son una gran ventaja para las economías que se enfrentan a la escasez de trabajadores, aunque sean impopulares. El populista de derecha holandés Geert Wilders quedó primero en las elecciones nacionales del año pasado con una plataforma que atacaba a los inmigrantes. Los inmigrantes también se convirtieron en un tema de campaña en Polonia, que se ha vuelto menos receptiva a las nuevas olas de refugiados, a pesar de una necesidad particularmente acuciante. La tasa de crecimiento de la población en edad de trabajar en Polonia había llegado a ser negativa, antes de que la afluencia de inmigrantes la diera vuelta.

El siguiente punto caliente es EE.UU. Aunque los inmigrantes están reduciendo la presión salarial, ayudando a bajar la inflación, el contragolpe ya es fuerte y claro, liderado por Donald Trump. Su principal objetivo son los inmigrantes ilegales, que en 2023 superaban a los legales en 2 millones frente a 1,6 millones. Gane quien gane las elecciones, es probable que la reacción se extienda y frene el flujo de inmigrantes y los beneficios que aportan.

El ciclo sin quiebra

Las tasas de interés subieron tan bruscamente que parecía casi seguro que las empresas endeudadas quebrarían rápidamente, los consumidores se atrincherarían de inmediato, los mercados se hundirían, llegaría la recesión y el mundo se enfrentaría a una crisis clásica en 2023.

Pero la economía, al menos en EE.UU., demostró una notable resiliencia. Una de las razones: los estadounidenses están atrapados en tasas más bajas. Las empresas con grado de inversión han estado vendiendo bonos con plazos más largos, que ahora tienen un promedio de 12 años, por lo que la carga de las recientes subas de tasas aún no ha golpeado. Los propietarios estadounidenses siguen pagando una tasa hipotecaria promedio de 3,75%, aproximadamente la mitad de la tasa de las nuevas hipotecas.

Otra: durante la década de 2010 la acción se desplazó de los mercados financieros públicos a los privados, donde hay signos de debilitamiento, como la ralentización de los flujos hacia fondos privados. Pero las empresas privadas no tienen que presentar informes de rentabilidad con tanta frecuencia como los fondos públicos, por lo que la debilidad no será totalmente visible durante un tiempo.

El aire aún podría escaparse lentamente tanto de la economía como de los mercados. En cierto modo, eso ya está ocurriendo, como se ve en los mercados públicos. El S&P 500 no ha alcanzado un nuevo máximo en dos años, y ahora está un 20% por encima de su tendencia de 150 años, frente al 45% de finales de 2021. Con los costos de endeudamiento aún relativamente altos, es probable que la economía también se deslice a la baja, aunque posiblemente evitando el clásico desplome.

La resistencia europea

En 2023, la economía estadounidense crecerá un 2,5%, cinco veces más rápido que la europea, ampliando una brecha que lleva años, si no décadas. Europa puede parecer desesperada, y destrozar sus perspectivas económicas rara vez inspira mucha fuerza.

Pero en un contexto de expectativas nulas, incluso pequeños cambios para mejor pueden reavivar los espíritus, y Japón lo demostró el año pasado. Europa podría hacer lo mismo este año. A medida que disminuye la crisis energética relacionada con la guerra de Ucrania, la inflación se ha desplomado de más del 10% al 2,5%. Los salarios reales que estaban cayendo, ahora crecen a un ritmo del 3%, el más rápido en tres décadas, lo que da a los consumidores mucho poder adquisitivo.

Los europeos se han visto más afectados por las recientes subas de tasas que los estadounidenses, porque tienen más hipotecas y otros préstamos a largo plazo con tasas variables. Ahora, al haber absorbido gran parte del dolor del endurecimiento monetario, Europa se enfrenta a menos dolor que EE.UU. Además, los billones amasados por los consumidores durante la pandemia se han gastado en gran parte en EE.UU., pero siguen creciendo en Europa. El exceso de ahorro de los hogares asciende actualmente al 14% de los ingresos anuales, frente al 11% de hace dos años, según JPMorgan.

Los mercados están tomando nota. Excluyendo los valores de gran capitalización, que impulsaron los rendimientos en EE.UU., el valor promedio en Europa superó al poderoso mercado estadounidense en 2023. Y los indicios apuntan a una mayor recuperación en 2024.

La economía china se desacelera

Muchos observadores de China siguen repitiendo como loros lo que dice el partido en Beijing: que el crecimiento está rondando el 5%, quizá el doble de su potencial real. A la pregunta de por qué Beijing no está tomando medidas más agresivas para rescatar a una economía tambaleante, la respuesta de los dirigentes chinos es, bueno, la tasa de crecimiento oficial está bien, ¿por qué tomar más medidas?

Detrás de este absurdo se esconde el derecho a presumir a escala mundial. El presidente Xi Jinping aspira a que China supere a EE.UU. como economía dominante en el mundo, y sus funcionarios siguen de cerca su progreso en términos nominales en dólares, no en términos de paridad de poder adquisitivo, que es lo que suelen utilizar los académicos occidentales. En términos nominales, el PBI chino representa actualmente el 66% del estadounidense, frente al 76% de 2021. Un estímulo agresivo podría debilitar el renminbi, contrayendo aún más la economía en términos de dólares -y dejando al líder supremo más lejos de su objetivo. Es mejor mantener la farsa y fingir que China no se desacelera.

Los inversores mundiales no se dan por aludidos y seguirán reduciendo su exposición a China. La inversión extranjera directa neta en el país acaba de volverse negativa por primera vez. Beijing puede evitar una crisis con este juego de alargar y fingir, pero eso no impedirá que su economía y sus mercados pierdan cuota frente a sus pares.

Emerger fuera de China

No hace mucho tiempo, muchas economías emergentes más pequeñas prosperaban vendiendo materias primas a China y crecían a su ritmo. Ya no es así. El vínculo se ha roto. Ahora, una China que se desacelera es más una oportunidad que un desafío para el resto del mundo emergente.

China atraía hasta hace poco más del 10% de la inversión extranjera directa mundial y, al invertirse esos flujos, los grandes beneficiados han sido los países emergentes rivales, encabezados por Vietnam, India, Indonesia, Polonia y, sobre todo, México.

Los inversores se dirigen a países en los que pueden confiar en las autoridades económicas. Durante la pandemia, los gobiernos del mundo emergente se abstuvieron de endeudarse demasiado. Los bancos centrales evitaron grandes compras de bonos y subieron las tasas más rápidamente que sus homólogos del mundo desarrollado cuando volvió la inflación. Incluso Turquía y Argentina, antaño emblemas de irresponsabilidad, han abrazado la ortodoxia política.

A principios de 2023, muchos observadores temían que la suba de tasas reavivara la inestabilidad de los '90, cuando docenas de países emergentes caían en default cada año. ¿Qué pasó? Dos mercados emergentes menores (Ghana y Etiopía) y ni uno solo de los principales defaultearon el año pasado. Los países emergentes sorprenden por su resiliencia, no por su fragilidad, y es probable que el mundo empiece a darse cuenta de ello el año que viene.

El dólar en caída

A finales de 2022, el valor del dólar alcanzó un máximo de dos décadas frente a otras divisas importantes y desde entonces ha ido a la baja. La historia sugiere que los ciclos bajistas del dólar duran unos siete años. Y hay indicios de que el declive podría acelerarse. Incluso ahora, el dólar sigue sobrevalorado frente a las principales divisas.

La mayoría de los economistas siguen confiando en que el dólar no caerá mucho porque no hay alternativa y los inversores nunca se cansarán de comprar deuda estadounidense. Demasiado confiados. Con más del 10% del PBI, el déficit gemelo estadounidense -incluidos el presupuesto público y la balanza por cuenta corriente- es más del doble del promedio de otros países. Desde el año 2000, la deuda neta de EE.UU. con el resto del mundo se ha más que cuadruplicado hasta alcanzar el 66% del PBI -mientras que, en promedio, otros países desarrollados reducían su carga de deuda y se convertían en acreedores netos.

La búsqueda de alternativas está en marcha. Los bancos centrales extranjeros están trasladando sus reservas a divisas rivales y comprando oro a un ritmo récord. Los Emiratos Árabes Unidos se unieron recientemente a Rusia y otros productores de petróleo que aceptan el pago en monedas distintas del dólar. Y si la creciente carga de la deuda de EE.UU. ralentiza su economía más rápido de lo previsto -una posibilidad real- el dólar se enfrenta a una amenaza de doble filo en 2024.

La división de los siete magníficos

En 2023, las grandes acciones tecnológicas de EE.UU. volvieron a dispararse por la suposición generalizada de que son las únicas empresas lo suficientemente ricas como para sacar provecho de la próxima gran revolución, la inteligencia artificial (IA). Sin embargo, sólo tres de los siete son actores importantes en IA: Microsoft, Alphabet y Nvidia. Sólo uno, Nvidia, está ganando dinero de verdad con la IA. El resto, bendecidos por la asociación con la palabra de moda del momento, han visto aumentar su valor en Bolsa muy por encima del crecimiento de sus beneficios.

Se trata de un síndrome familiar: una nueva innovación entusiasma a los inversores, que invierten dinero en cualquier empresa vagamente relacionada con esa innovación, hasta que se dan cuenta de que la mayoría no va a ganar dinero con ella a corto plazo. Esto ocurrió en la era de las puntocom, y está ocurriendo ahora. Las expectativas de beneficios para 2024 de las siete grandes ya se están fracturando: aumentan rápidamente para Nvidia, apenas lo hacen para Apple y disminuyen para Tesla.

La manía de la IA se desarrolla en un contexto inusual, ya que el resto del sector tecnológico se encuentra en una minirrecesión. La financiación de capital riesgo ha caído en picada. Encabezadas por Amazon, Alphabet y Microsoft, más de 1100 empresas tecnológicas despidieron trabajadores el año pasado; la pérdida neta de 70.000 puestos de trabajo convirtió a la tecnología en el único sector, aparte del cinematográfico, que se redujo en 2023. Lo más probable es que en 2024 se produzca una nueva retracción, no un auge.

El complejo de Napoleón en Hollywood

No cabe duda de que la pandemia hizo que mucha gente desconfiara de los espacios cerrados, pero en su mayor parte los bares, restaurantes y otros lugares de ocio vuelven a estar llenos. Las salas de cine, sin embargo, no. La venta de entradas aún no ha superado los 900 millones en el mercado doméstico estadounidense, frente a los 1200 millones de 2019 y los casi 1600 millones de 2002, su punto más alto.

Los problemas de Hollywood son bien conocidos, incluidos los desafíos de los servicios de streaming y otros medios online, y los límites de su fórmula de películas de acción taquilleras. En todo esto no se tiene en cuenta la creciente tendencia a filtrar los guiones a través de una lente progresista, aumentando su atractivo para el 30% liberal de la población, a riesgo de alienar al resto. En muchos estrenos se puede oír cómo rechinan los hachazos, pero quizá el más crudo sea Napoleón, una parodia politizada de una de las figuras más complejas de la historia.

En la versión de Ridley Scott, el emperador no era ni un gran estratega militar, ni un paladín de la revolución republicana, ni un reformador de la administración pública y la educación, sino un pequeño asesino malhumorado. La película termina con una lista de muertos en el campo de batalla. Al preguntarle si la había visto, un amigo conservador de origen francés me dijo "por supuesto que no". Sabía que Hollywood adaptaría a Napoleón a su propia visión política del mundo. Puede que la Academia la aplauda, pero no ayudará a reanimar los ingresos de taquilla.

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