Si hay alguien tan emocionado como Donald Trump por la segunda lugar de Nikki Haley en New Hampshire, ese sería el hombre que vio los resultados el martes por la noche desde la Casa Blanca. La campaña de Joe Biden lleva meses intentando convencer a cualquiera que le escuche de que las primarias republicanas son una atracción secundaria y que el electorado estadounidense tiene que armarse de valor para soportar otro año de caos trumpiano. Esto ha dado forma a las primeras incursiones de Biden en la campaña electoral, incluido su arranque en Valley Forge a principios de este mes, donde advirtió que Trump está "dispuesto a sacrificar nuestra democracia [para] llegar al poder". Mientras Haley salía a escena en Concord el martes por la noche para insistir en que "esta carrera está lejos de haber terminado", el equipo financiero de Biden enviaba correos electrónicos a sus partidarios afirmando que Trump se había "asegurado la nominación presidencial republicana para 2024". El afán de Biden por repetir el enfrentamiento conTrump es a la vez moralmente ambiguo y estratégicamente cortoplacista, y pone al presidente en un camino que muchos, incluso en su propio partido, consideran cada vez más incómodo. Puede sonar ingenuo apelar a la moralidad en nuestra época de partidismo a ultranza, pero voy a arriesgarme: presentar a Trump como una amenaza para la democracia estadounidense y luego esperar que gane la nominación republicana es, incluso para los pragmáticos empedernidos que pueblan las clases políticas, increíblemente cínico. O se teme por el futuro de la democracia o no se teme.Temer por el futuro de la democracia y luego aspirar a utilizar su potencial desaparición como argumento de campaña es una hipocresía. Pero esto es política, no una apuesta por la moralidad, y son los votantes republicanos de Iowa y New Hamphire, y no los estrategas de Biden, los que han convertido este proceso en una carrera entre dos. Y sin embargo, el foco incesante del equipo de Biden en Trump ya ha conformado el campo de batalla de formas que pueden reducir las posibilidades de una victoria de Biden. Las elecciones nacionales en Estados Unidos se ganan por lo general de una de estas dos formas: motivando a tu base de votantes para que acuda en mayor número que la de tu oponente, o atrayendo a los votantes "indecisos" con tu atractivo centrista. Hacer ambas cosas es extremadamente difícil, ya que los temas candentes que irritan a las bases suelen ahuyentar a los que se posicionan en el centro. En la historia política post Ronald Reagan, sólo lo lograron Barack Obama (que ganó en estados supuestamente republicanos como Florida, Carolina del Norte y Ohio) y George W. H. Bush (que se impuso en bastiones demócratas como California, Illinois y Nueva Jersey). Al elevar a Trump a amenaza para las reglas democráticas, el equipo de Biden parece apostar por la primera opción: una victoria en la participación. Eso tiene sentido, teniendo en cuenta lo motivados que acudieron los demócratas a las urnas en 2020 para expulsar a Trump del cargo, y que volvieron a hacerlo en las elecciones de mitad de término de 2022 para dejar constancia de su enojo por la pérdida del derecho al aborto. Pero 2024 se perfila muy distinto. Los votantes no parecen entusiasmados por la repetición de la contienda entre dos ciudadanos mayores.La participación fue extremadamente baja en Iowa (aunque no en New Hampshire), y los índices de audiencia de la cobertura informativa de la campaña han sido decepcionantes. Una reciente encuesta de Pew Research Center halló que los estadounidenses sufren fatiga política y se inclinan a mirar para otro lado. En Vanity Fair, Brian Stelter bautizó todo esto como "La gran desconexión de 2024". ¿Puede Biden ganar unas elecciones si los votantes están desconectando? No es demasiado tarde para cambiar de estrategia. La actitud del votante hacia la economía estadounidense, el tipo de cuestiones prioritarias que les preocupa a los votantes de los suburbios, está empezando a mejorar, gracias al enfriamiento de la inflación. Biden cuenta con un registro centrista al que puede recurrir, como las políticas industriales internas y la construcción de alianzas internacionales, que tienen un atractivo bipartidista. El centro también es el lugar donde Biden tradicionalmente se ha sentido cómodo: el irlandés-católico Joe de la clase obrera de Scranton. Pero si New Hampshire ha dado a Biden el rival electoral que quería, tiene que iniciar la campaña para las elecciones generales a partir de ahora. Dependiendo del tiempo que Haley siga peleando, podría ser la carrera más larga entre dos candidatos de la historia presidencial moderna. Biden necesita que su mensaje sea claro y que su maquinaria esté en marcha en los estados claves, algo que, según los que han hablado con los principales operativos de Biden, aún no ha hecho en serio. En 2024, no bastará con reunir a la base.