Hacer política basándose en encuestas no beneficia a nadie
El paso de una simple encuesta a favor o en contra, a una noticia en portada y a un cambio de política no hace ningún favor ni al público ni a los políticos.
En su libro de 1985 Amusing Ourselves to Death [Divirtiéndonos hasta la muerte], el teórico cultural estadounidense Neil Postman sostiene que "el medio es la metáfora", es decir, que las formas dominantes en que la gente consume información influyen en la cultura de esa sociedad.
Postman contrasta la época en que la gente se informaba a través de la prensa escrita -una época en la que las grandes conversaciones del momento eran detalladas y lógicas- con la era de la televisión, en la que se evita la complejidad y se prescinde de los matices, lo que hace que el discurso nacional estadounidense sea "marchito y absurdo".
Empieza a parecer que la era de las encuestas está teniendo un impacto similar en la política.
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Sólo en el último mes se han llevado a cabo más de 100 encuestas representativas a gran escala sobre política y actualidad en Estados Unidos y Gran Bretaña, en las que partidos políticos, medios de comunicación y grupos de lobby sondean la opinión pública sobre diversos temas.
En el Reino Unido, el gobierno de Rishi Sunak parece estar intentando ganarse la popularidad a base de encuestas. Cada semana aparece una noticia en portada anunciando una encuesta que muestra que los votantes aman u odian una política concreta, con la implicación de que si adoptan una postura firme en ese tema, los conservadores recortarán la brecha con los laboristas. Pero después de muchas semanas y muchos temas -inmigración, programas de aire limpio, emisión cero de carbono- el porcentaje de votos conservadores no ha variado.
Puede parecer sorprendente, pero no debería. Las preguntas unidimensionales de las encuestas no son una buena forma de medir lo que casi siempre es una opinión pública multidimensional.
Por poner un ejemplo reciente, los conservadores han identificado la reducción del impuesto a la herencia como una garantía para ganar votos. Una encuesta realizada a principios del invierno sugiere que tienen razón. Sólo el 23% de los británicos dice que el impuesto a la herencia es justo, y el 43% dice que es injusto, la mayor valoración negativa neta de los 13 impuestos encuestados. Pero más adelante, en la misma encuesta, sólo una de cada siete personas afirma que daría prioridad a su recorte. Y en una encuesta en profundidad realizada en junio de este año por el think-tank multipartidista Demos, el 55% dijo que la gente siempre se debería poder heredar sin pagar impuestos. Pero cuando se les preguntó cuál debería ser el umbral a partir del cual se cobra el impuesto, sólo el 22% dijo que la herencia debería estar siempre libre de impuestos.
Las encuestas sobre inmigración plantean cuestiones similares. En encuestas realizadas para el FT y Focaldata a británicos y estadounidenses, el 56% de los adultos estadounidenses afirmaron que la inmigración es demasiado elevada, al igual que el 60% de los británicos. Un claro apoyo a políticas que reduzcan el número de inmigrantes. Pero cuando preguntamos qué opinaba la gente sobre el número de inmigrantes de 12 categorías diferentes según el trabajo o el motivo de la migración, en todos los casos sólo una minoría dijo que debería haber menos.
Sólo minorías ínfimas de británicos y estadounidenses dicen que su país debería recibir menos trabajadores de la salud, científicos o ingenieros extranjeros. Incluso cuando se pregunta por las personas que vienen al país evitando conflictos, menos de un tercio dice que debería bajarse el número. La mayor oposición se refiere a las personas que vienen "en busca de una vida mejor", pero incluso en este caso sólo una minoría quiere que se reduzca el número.
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Para ser claros, ninguna de estas últimas respuestas invalida las primeras. El público no está obligado a tener opiniones políticas coherentes. Pero el paso de una simple encuesta a favor o en contra, a una noticia en portada y a un cambio de política no hace ningún favor ni al público ni a los políticos.
No es que la gente responda deshonestamente a las preguntas a favor o en contra, sino que una simple pregunta no puede captar los matices de la opinión pública sobre cuestiones complejas. Poner una sola cifra a estos temas inevitablemente induce a error y produce predicciones demasiado confiadas sobre el impacto de los cambios políticos.
Quizá lo más importante de todo sea que la ciencia política ha demostrado que, desde hace décadas, lo que más importa a los votantes es la competencia en los temas clave a los que se enfrenta el país, no las diferencias de posición en preocupaciones de segundo orden.
Si un partido quiere mejorar su posición ante la opinión pública, por no hablar de mejorar las circunstancias materiales del país, su mejor estrategia es resolver los problemas, no obsesionarse con las encuestas.
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