
Estados Unidos no quiere que el resto del mundo grave las ganancias monopolistas de sus compañías tecnológicas. Los alemanes quieren seguir adelante con la sórdida construcción de un gasoducto con Rusia. La Unión Europeaprotege su industria automotriz de la competencia extranjera, pero entra en pánico cuando el presidente estadounidense Donald Trumpamenaza con hacer lo mismo con las importaciones europeas de autos. Éstas son algunas de las principales señales de un conflicto comercial transatlántico que se avecina rápidamente.

Los acontecimientos empeoraron cuando EE.UU. se retiró de las conversaciones multilaterales para acordar un marco global para un impuesto digital. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) buscó coordinar esfuerzos en busca de un consenso global sobre cómo gravar las elevadas ganancias de las compañías digitales globales. Y un acuerdo habría evitado un conflicto comercial. Pero la retirada de EE.UU. aumenta las chances de un enfrentamiento.
El Departamento de Comercio norteamericano terminó en diciembre una investigación sobre el impuesto digital de Francia y llegó a la conclusión de que el gravamen discrimina a las compañías tecnológicas estadounidenses. Washington amenazó con imponer aranceles al queso y el champán franceses en represalia. A principios de este mes, el Departamento de Comercio de EE.UU. también inició otra investigación sobre los impuestos digitales que analizan Reino Unido, Italia y Brasil, entre otros países. La conclusión seguramente será la misma que el informe sobre los franceses.
Mientras tanto, se ha desatado un conflicto transatlántico paralelo en torno a Nordstream 2, el gasoducto por el fondo del Mar Báltico -aún no construido en su totalidad- que llevará gas ruso a Europa occidental. Un grupo bipartidista de senadores estadounidenses propuso una legislación que amplía las sanciones a una mayor red de compañías.
Para colmo, Trump amenaza con reducir el número de tropas estadounidenses en Alemania, en protesta por la negativa de Berlín a aumentar el gasto de defensa para alcanzar los objetivos de la OTAN previamente acordados. Y luego está la amenaza siempre presente de los aranceles automotrices estadounidenses.Todo esto llegará a un punto decisivo en los próximos meses.
Los europeos suelen asociar el deterioro de la relación bilateral entre EE.UU. y la UE con el mismo Trump. Pero cualesquiera sean los aranceles, impuestos o sanciones que Trump le imponga a Europa, es probable que la mayoría se mantenga aunque él no sea reelegido. Y, si permanece en la Casa Blanca, es razonable esperar que la relación se deteriore aún más. Por lo tanto, pase lo que pase, perdurará el daño a la alianza transatlántica.
Si la pandemia hubiera sido una crisis global verdaderamente simétrica, la historia del deterioro de las relaciones comerciales podría haber tomado otro rumbo. Los países habrían tenido un mayor incentivo para alinear sus políticas. Pero EE.UU. podría salir de la depresión más rápidamente que la UE, tal como sucedió después de la crisis financiera mundial. A pesar de un mayor número de casos y muertes relacionados con el coronavirus, tiene una economía más sólida y depende menos que Europa de las cadenas de suministro mundiales.
Creo que los países de la UE tienen razón en seguir adelante con el impuesto digital. La economía digital es uno de los pocos sectores que tuvieron buen desempeño durante la pandemia. No hay razón para que esta rentable industria no deba pagar lo que le corresponda.
La evasión fiscal por parte de las grandes compañías también se ha convertido en un gran problema político en Francia, Alemania y el Reino Unido. Emmanuel Macron pondría en peligro sus posibilidades de reelección en 2022 si cediera al interés de los gigantes tecnológicos estadounidenses.
Londres también está planeando un impuesto digital, otro obstáculo para un acuerdo comercial entre el Reino Unido y EE.UU. Robert Lighthizer, el representante de Comercio estadounidense, dijo la semana pasada que EE.UU. no aceptaría un acuerdo con el Reino Unido si no contempla acceso al mercado para los productos estadounidenses. Esto representa otro impedimento para un trato comercial, como el infame pollo clorado (el proceso prohibido en la UE hace 22 años, pero que en EE.UU. es una práctica común que las aves de corral se laven con enjuagues antimicrobianos). Pero la posición de EE.UU. sobre el impuesto digital no es razonable.
Soy más comprensivo en el caso de los autos. La UE discrimina a los importadores mediante un arancel del 10% y normas que protegen la industria nacional. Creo que EE.UU. también tiene razón al criticar el nivel de dependencia que tiene Europa del gas ruso y el impacto del Nordstream 2 en los países de Europa del Este.
Mi consejo para la UE es que deben elegir la batalla apropiada —la del impuesto digital— y replegarse en las otras. Pero eso sería un triunfo de la esperanza sobre la experiencia. Alemania no muestra señales de ceder en el tema del Nordstream 2; Francia no aceptará la eliminación de los aranceles a los autos; y EE.UU. se ha retirado de las conversaciones para lograr un régimen fiscal global justo para los servicios digitales.
Todos están siendo irracionales. Así que éste será un conflicto que persistirá. Henry Kissinger hizo una famosa broma sobre la guerra entre Irak e Irán: "Es una pena que no puedan perder ambos". Yo siento lo mismo en este caso.














