Cómo Wall Street se equivocó con Donald Trump
Los altos ejecutivos de las finanzas y los negocios empiezan a darse cuenta de que no entendieron bien las prioridades del presidente para su segundo mandato.
A mediados de febrero, algunos de los inversores y empresarios más poderosos de Wall Street -que acumulaban un patrimonio personal de miles de millones de dólares y gestionaban billones de dólares en activos- hicieron fila como si fueran adolescentes antes de un concierto de rock.
El protagonista era Donald Trump. En un auditorio abarrotado de Miami Beach, plutócratas y CEOs esperaron hasta tres horas para presenciar el primer discurso del presidente ante la comunidad empresarial en una conferencia patrocinada por Arabia Saudita.
Los asistentes -entre los que se encontraban desde Robert Smith de Vista Equity, al CEO de Bridgewater, Nir Bar Dea, y el cofundador de Apollo, Josh Harris-, gritaron entusiasmados cuando el presidente de Estados Unidos subió al escenario, con una hora de retraso.
"Si quieren construir un futuro mejor, superen los límites, hagan progresos, transformen industrias y ganen dinero. No hay mejor lugar en la Tierra que los EE.UU. actuales y futuros bajo el mandato de un presidente llamado Donald J. Trump", sentenció el republicano.
El rally en los mercados financieros parecía confirmarlo. La élite financiera estadounidense se sentía liberada tras cuatro años en los que se sintió acosada y controlada por la Administración Biden.
Pocos se preocuparon por las ideas más atrevidas del discurso de Trump, como su amenaza de imponer aranceles recíprocos a cualquier país que, según él, tratara injustamente a EE.UU. "Ni una sola persona mencionó la palabra recesión o depresión. En mi opinión, transmite una señal muy clara del optimismo y el realismo de los líderes empresariales e inversores", recuerda un asistente vinculado a Trump en aquel momento.
Menos de ocho semanas después, la situación ha cambiado. Quienes presenciaron el discurso de Trump ahora intentan controlar los daños, ya que la guerra comercial que desató el 2 de abril ha desestabilizado los mercados financieros y ha despertado un temor a una inflación y una recesión inminentes.
Pero incluso antes, el sector financiero ya había comenzado a notar los efectos. Las adquisiciones corporativas han registrado su mayor descenso en una década, estudios de abogados de élite han sido duramente criticados por la Casa Blanca y consultoras gigantes han perdido sus contratos públicos. Empresas como Delta y Walmart han recortado sus previsiones de beneficios. Muchos temen que los aranceles ralenticen drásticamente el motor económico de EE.UU.
"Hemos terminado de complacer a Wall Street. Defenderemos a los trabajadores", dijo JD Vance en un acto
"No quisimos creer su discurso. Supusimos que alguien en la Administración con experiencia en economía le diría que los aranceles globales eran una mala idea. Lo que nos espera ahora es una montaña rusa", reconoció un ejecutivo de Wall Street.
Esto supone reconocer que incluso muchos de los más fervientes seguidores de Trump en el entorno corporativo no han logrado entender la determinación del presidente de 78 años de dar un giro radical a la política económica estadounidense y revertir décadas de globalización. En innumerables ocasiones durante la campaña electoral, Trump y sus asesores más cercanos habían dicho que no diseñarían políticas simplemente para satisfacer a los ciudadanos más ricos del país.
JD Vance, su vicepresidente, lo dejó claro durante la convención republicana celebrada en julio: "La visión del presidente Trump es tan simple y, a la vez, tan poderosa. Damas y caballeros, hemos terminado de complacer a Wall Street. Defenderemos a los trabajadores", sentenció.
Mientras tanto, el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, ex gestor de hedge funds, también ha repetido esta idea en muchas ocasiones. En marzo, dijo en CNBC: "MAGA no significa 'Hacer que las fusiones y adquisiciones vuelvan a ser grandes'".
El anuncio de los aranceles resultó crítico para Wall Street. En tan solo dos días, el S&P 500 perdió más de u$s5 billones. A diferencia con la obsesión de Trump con el mercado de valores durante su primer mandato, el presidente llegó a ignorar las preguntas de los periodistas, afirmando que no había estado pendiente de los mercados mientras los números rojos inundaban Wall Street.
Cuando las acciones de poderosas firmas del sector financiero como BlackRock, Apollo y JPMorgan comenzaron a caer, la narrativa del Gobierno cambió. Karoline Leavitt, secretaria de prensa de la Casa Blanca, declaró que "A cualquiera en Wall Street esta mañana le diría que confíe en el presidente Trump".
Los banqueros, abogados y ejecutivos mejor pagados del país comenzaron a percatarse de que a la nueva Administración no le importaba si el palacio dorado de las finanzas tenía grietas en sus cimientos debido a la nueva política comercial del país.
La mayoría guardó silencio, aunque en privado se quejaron no solo de las altas tasas, sino también de la forma opaca y errática en que se calculaban. Pero multimillonarios gestores de hedge funds como Bill Ackman, Dan Loeb y Cliff Asness expresaron sus frustraciones en X. El ex secretario de Comercio de Trump, Wilbur Ross, declaró a Financial Times: "Es una forma muy poco convencional de calcular los aranceles".
Algunos hablaron con más claridad. "Quiere terminar con el sistema de comercio global y debilitar a EE.UU. Quiere separar a EE.UU. del resto del mundo", lamentó Anthony Scaramucci, fundador de la firma de inversión SkyBridge Capital, que durante el primer mandato de Trump fue responsable de comunicaciones de la Casa Blanca. "Esta es la política económica más estúpida que EE.UU. ha ideado jamás", añadió.
"Es un populista al servicio del pueblo", afirmó una persona del entorno del presidente Trump
Al principio, la élite empresarial consideró los aranceles como el precio a pagar para obtener otros beneficios de una Casa Blanca de Trump, incluyendo una aplicación laxa de las leyes antimonopolio y grandes rebajas fiscales.
Sin embargo, la disposición de Trump a sacudir a Wall Street con una escalada en la guerra comercial ha sembrado la desconfianza, dado que los modelos financieros de las empresas ya son incapaces de predecir el futuro, según declararon a FT más de una decena de inversores y ejecutivos.
"Dada nuestra falta absoluta de información, [invertir ahora] es como apostar al resultado del Super Bowl cuando no se sabe qué equipos juegan ni quiénes son los jugadores", afirma Howard Marks, cofundador de Oaktree Capital.
Orígenes
HIjo de un desarrollador inmobiliario neoyorquino y graduado de la prestigiosa escuela de negocios Wharton, Trump siempre ha cultivado una relación personal con Wall Street, aunque no exenta de tensiones.
Trump llegó a sentirse marginado por las altas esferas de Wall Street, según su entorno más cercano. La élite financiera lo rechazó en la década de 1980 cuando necesitaba ayuda para financiar proyectos inmobiliarios. Sin embargo, en su primer mandato, Trump colocó al sector financiero en el centro de su administración nombrando a los veteranos de Goldman Sachs, Steven Mnuchin y Gary Cohn, secretario del Tesoro y principal asesor económico, respectivamente.
También creó un grupo llamado Foro Estratégico y Político, que incluía a los ejecutivos más influyentes de Wall Street como Jamie Dimon de JPMorgan, Larry Fink de BlackRock y Stephen Schwarzman de Blackstone. Trump solía dialogar con ellos, a menudo bajo el foco de las cámaras de televisión.
Sin embargo, esa relación se deterioró durante su presidencia, y el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 marcó una ruptura definitiva. Schwarzman, que presidió el foro empresarial de Trump, calificó los hechos como "algo atroz". Otros altos ejecutivos se hicieron eco de su condena, y el sector comenzó a distanciarse. En 2022, Schwarzman declaró que era hora de que "el Partido Republicano busque una nueva generación de líderes", dejando claro que no apoyaría a Trump en 2024.
Los aliados de Trump lamentaron el desaire. "Estos tipos nunca lo tomaron en serio", dice un veterano financiero cercano a Trump. "¿Dónde estaba la mayor parte de Wall Street cuando Trump fue objeto de ataques de los jueces en los últimos cuatro años? ¿A quién defendió Wall Street durante la campaña? A Kamala Harris, no a Trump. ¿Por qué debería importarle Wall Street ahora?". Esa oposición a Trump desapareció en cuanto las encuestas empezaron a percibir la ventaja del candidato en campaña. En mayo de 2024, Schwarzman calificó el voto a Trump como "un voto por el cambio". Otros siguieron su ejemplo.
Tras la victoria de 2024, el CEO de Goldman, David Solomon, se mostró "bastante optimista" sobre la agenda económica de Trump. En declaraciones a la CNBC, Dimon defendió los nuevos aranceles como una medida de seguridad nacional.
"Estos tipos nunca lo tomaron en serio", dijo un hombre de las finanzas cercano a Trump.
Las firmas de capital riesgo que habían respaldado a los rivales de Trump donaron millones a su fondo de investidura con la esperanza de recuperar influencia.
Pero hoy en día, pocos cuentan con la confianza del presidente. "Trump se ha rodeado de una cámara de resonancia. A excepción de Bessent, no hay personas reales, ni opiniones opuestas", asegura el director de una compañía de inversión privada.
El propio Trump ha demostrado estar dispuesto a arremeter contra las personas que considera poco leales. Su instinto de venganza es más evidente en su batalla con los principales estudios de abogados. FT estima que Paul Weiss, Skadden Arps, entre otros se han visto presionados a aportar casi u$s1000 millones para causas apoyadas por la administración. Estas firmas han claudicado conscientes de que contrariar a la Casa Blanca puede perjudicar a sus negocios.
Cautela
Los altos ejecutivos ahora miden sus palabras, ya que cualquier comentario puede dar lugar a represalias por parte de la Casa Blanca.
La semana pasada, el CEO de BlackRock, Larry Fink, se negó a responder a una pregunta en un evento del Club Económico de Nueva York, cuando se le preguntó su opinión sobre el uso de órdenes ejecutivas por parte de Trump para atacar a los estudios de abogados como Skadden, el despacho de referencia de BlackRock. "Pasemos a otra cosa", sentenció el director de la gestora de activos más grande del mundo.
Este efecto disuasorio ha despertado la sospecha de que Trump, un presidente conocido por su carácter imprevisible, no se deja influenciar fácilmente.
Quienes conocen a Trump aseguran que en esta ocasión, el sector financiero no ha sabido interpretar los motivos de su agenda.
"Quiere hacer todo eso -rebajar impuestos, desregular, facilitar acuerdos- pero quiere hacerlo para ayudar a quienes lo eligieron, personas que viven en pueblos que los neoyorquinos ni siquiera saben que existen. Es un populista al servicio del pueblo", afirma una segunda persona del entorno de Trump, a quien no se le permite hablar en público.
Cuando Trump decidió dar marcha atrás con los aranceles, no fue porque la élite de Wall Street hubiera decidido actuar.
La mañana del 9 de abril, los mercados financieros mundiales estaban en caída libre y el presidente era consciente de la situación. Los mercados de bonos "estaban un poco nerviosos, un poco asustados", declaró Trump más tarde, reconociendo que había estado observando de cerca la reacción.
Un poderoso ejecutivo del sector financiero logró hacerle cambiar de rumbo. Esa mañana, el CEO de JPMorgan, Dimon, presentó un argumento de una forma sutil, pero convincente, sobre los motivos por los que el presidente debía poner en pausa su guerra comercial. Pero Dimon no había mantenido una conversación con Trump en Mar-a-Lago ni en la Casa Blanca. Había aparecido en Fox Business News.
Las condiciones del mercado habían pasado de adversas a hostiles. "La situación del mercado de deuda fue lo que despertó la señal de alarma en Wall Street", afirma Lawrence Summers, ex secretario del Tesoro y ex rector de la Universidad de Harvard. De repente, la deuda pública de EE.UU. pasó a negociarse siguiendo un patrón similar al de la deuda de un mercado emergente, añade. Al mismo tiempo, el dólar se devaluaba.
La ruptura del mercado de bonos se debió en parte a que los hedge funds de Japón y EE.UU. desmantelaron las arriesgadas ‘basis trade' sobre los bonos del Tesoro, una estrategia que durante mucho tiempo se había considerado como un posible detonante en momentos de pánico. Mientras tanto, asustados por la postura combativa de Trump, los inversores extranjeros comenzaron a retirar su dinero de EE.UU.
Tras una semana de turbulencias, el presidente decidió anunciar una pausa de 90 días en sus aranceles recíprocos. "A Trump no le importa que Wall Street sufra un golpe, pero no quiere que se derrumbe todo el edificio", declaró a FT una persona cercana al presidente. El hecho de que hayan sido los mercados los que obligaron a actuar a Trump pone de relieve que su destino sigue estando estrechamente ligado al de la élite financiera, a pesar de que su Administración haya decidido discriminarla.
Mientras Trump intenta dar un vuelco al comercio global, el presidente afronta otras dificultades en el sistema financiero. La industria del capital privado, con un valor de u$s13 billones y que controla una parte cada vez mayor de la economía estadounidense y emplea a más de 10 millones de estadounidenses, depende de la deuda. Tras años de apalancamiento, muchas pequeñas y medianas empresas han quedado enormemente expuestas a cualquier crisis.
Con la ralentización del crecimiento y el aumento de la inflación, es probable que las compañías del sector respondan recortando costos y empleos, lo que agravará la situación de la economía. Las tasas de incumplimientos están aumentando y pronto podrían dispararse, desencadenando una ola de quiebras. Los grandes fondos de pensiones, con fuertes inversiones en mercados privados, también podrían verse afectados.
Trump asegura estar dispuesto a soportar las dificultades económicas para sacar adelante sus planes. El pasado 5 de abril declaró en redes sociales que "ESTA ES UNA REVOLUCIÓN ECONÓMICA Y GANAREMOS".
La Casa Blanca declaró el lunes que "el único interés que guía las decisiones del presidente Trump es el bienestar de los ciudadanos de EE.UU.". Pero los mercados ya están reaccionando: los rendimientos de la deuda se mantienen altos, el dólar se ha desplomado y su situación financiera parece cada vez más precaria.
"Es evidente que no se ha conseguido tranquilizar al público", afirma Summers. "El dólar se desplomó el 10 y el 11 de abril, los rendimientos están en niveles muy altos. Todo el mundo espera que se produzcan más cambios".
El futuro, por ahora, se presenta volátil. "El 'Día de la Liberación' fue un duro golpe a la confianza de Wall Street, que pensó que sería capaz de predecir lo que haría la Administración", afirma Joseph Foudy, profesor de economía de la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York. "Ahora se han dado cuenta de que todo es incierto e impredecible".
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