Alberto Fernández llegó al Hotel Intercontinental de San Pablo y lo primero que hizo cuando se encontró con el presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, fue exclamar: "Qué alegría verte, felicitaciones", dijo, en medio de un fuerte abrazo. De inmediato, sellaron lo que será la meta de ambos para el futuro de Brasil y Argentina: el relanzamiento de las relaciones bilaterales y la decisión de fortalecer el eje bolivariano de países gobernados por la izquierda en América latina.
Fernández destacó que "los brasileros y brasileras se expresaron libremente y democráticamente eligieron como presidente a mi querido amigo Lula, un extraordinario dirigente, un extraordinario líder latinoamericano y un hombre que estoy seguro le va a hacer, como lo hizo antes, mucho bien a Brasil y mucho bien a todo nuestro continente".
A la vez, el jefe de Estado expresó: "He venido hasta acá personalmente para darle mi testimonio a Lula, una vez más, de cariño, de amistad, de compromiso. Sabe que tiene en mí un amigo sin condiciones".
La reunión en San Pablo de Lula y Alberto Fernández se dio apenas 10 horas después del ajustado triunfo electoral del líder del Partido de los Trabajadores frente al actual presidente Jair Bolsonaro. Lula obtuvo el 50,9 de los votos contra el 49,1 del líder de derecha.
En el encuentro Alberto Fernández y Lula acordaron "la necesidad de integración en América latina" y definieron que la primera visita de Lula será la Argentina, que lo hará antes de asumir en enero la Presidencia.
Ni bien terminó la reunión en el Hotel Intercontinental de San Pablo Alberto Fernández tuiteó: "todo mi amor, mi admiración y mi respeto, querido compañero. Tenemos un futuro que nos abraza y nos convoca", en un claro gesto de apoyo a Lula.
El Presidente llegó a San Pablo acompañado por el canciller Santiago Cafiero; el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello; la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra; la portavoz de la Presidencia, Gabriela Cerruti; y los diputados nacionales Eduardo Valdes y Carlos Heller.
El gesto de Alberto Fernández de viajar a San Pablo a menos de 10 horas de que Lula triunfó en las urnas es un fuerte contraste de las relaciones que Argentina tuvo congeladas con Brasil durante todo el mandato de Jair Bolsonaro y la muestra de lo que vendrá en adelante.
La idea del Gobierno es "poner fin a las hostilidades" que hubo entre ambos países en los últimos cuatro años por las diferencias ideológicas insalvables entre Bolsonaro y Alberto Fernández. De hecho, ambos jefes de Estado nunca pudieron lograr una reunión personal a solas.
Según se supo, durante la reunión en el Hotel Intercontinental de San Pablo el presidente argentino le confirmó a Lula Da Silva que en enero, cuando asuma la jefatura de Estado, viajará especialmente a la asunción en Brasilia.

Como adelantó hoy El Cronista, el gobierno ya trazó una suerte de hoja de ruta de lo que busca en la nueva administración de Brasil. El embajador en Brasilia, Daniel Scioli, le entregó hace unas semanas una hoja de ruta de un plan de integración al principal asesor en política exterior de Lula, Celso Amorim, a quien muchos quisieran ver de nuevo en el Planalto, aunque otros hablan de una posición que podría ocupar un aliado.

Son 15 ejes sobre los que ya se trabaja en diverso grado y a través de los cuales se puede profundizar la alianza bilateral desde lo económico y lo político sumándole una perspectiva regional.
En este sentido, el canciller Cafiero destacó que con Lula "tenemos una visión respecto a potenciar la industrialización, la sustitución de importaciones, abandonar el modelo de primarización que ha tenido el Mercosur y la región en este tiempo, y avanzar en encadenamientos productivos donde se agregue valor".
También Cafiero expresó que "es importante avanzar en un proceso de industrialización y un proceso que no tiene que ver sólo con lo económico sino con lo cultural, la política".
"Allí tenemos una agenda que nos aproxima, que nos pone a trabajar en conjunto porque pensamos lo mismo, que tenemos que resolver brechas de desigualdad que son muy profundas en nuestra región, y Lula no sólo lo piensa sino que tiene un testimonio vivido de cómo hay que hacer para lograr achicar esas brechas", dijo el canciller argentino.
En la comitiva oficial no hubo comentario alguno sobre el gesto de Lula de ayer, en medio de los festejos del triunfo electoral, de ponerse un gorro que llevaba la sigla "CFK 2023" en una clara alusión al proyecto kirchnerista de promover la candidatura de Cristina Kirchner el año que viene. La gorra se le entregó en mano a Lula Da Silva el ministro del Interior, Eduardo Wado de Pedro, quien viajó con una comitiva especial para apoyar al presidente electo.
NUEVO HORIZONTE
En el mensaje de la Casa Rosada para Brasil se proyecta un nuevo horizonte en el esquema de gobiernos de izquierda de la región tendiente a armar un frente común que rememorará el histórico "eje bolivariano" de la época de Néstor Kirchner, el mismo Lula, Evo Morales y Hugo Chávez.
Solo que esta vez el denominado eje bolivariano tendrá otras características: Lula llega debilitado al poder por el ajustado margen de victoria que obtuvo frente Jair Bolsonaro; las economías de la región están más golpeadas y en la Argentina el presidente Alberto Fernández no tiene el mismo liderazgo que Néstor Kirchner sino que forma parte de un Frente de Todos que está altamente fragmentado.

En el Gobierno creen que después de cuatro años de Bolsonaro y unas relaciones bilaterales con Brasil congeladas que sólo las pudo mantener la estrategia de equilibrista del embajador Daniel Scioli, la llegada de Lula al poder ahora destrabará mucho el comercio y sueñan con reflotar un vínculo económico del alto impacto.
Alberto Fernández intentará reflotar el eje bolivariano en América latina con gobiernos de izquierda como en Chile con Gabriel Boric, Bolivia con Luis Arce,Nicolás Maduro en Venezuela, en Colombia con Gustavo Petro,Manuel López Obrador en México y ahora Lula en Brasil.
Para la Argentina esta alianza estratégica con Brasil será crucial si se tiene en cuenta que el país vecino es el mayor mercado para las exportaciones argentinas en el mundo. Contemplaron 8.000 millones de dólares en los primeros 8 meses de este año y es muy probable que cierre el año con un nivel de exportaciones de u$s 12.000 millones.
Estos números superan con creces la balanza comercial que la Argentina tiene con otros dos grandes socios como son China y Estados Unidos.














