La Fed, en su última reunión, reforzó su sesgo acomodaticio con un recorte de 25 puntos básicos en la tasa de referencia y la confirmación del fin del programa de ajuste cuantitativo (QT).
Ambos anuncios estaban completamente descontados, pero su importancia radica en el mensaje subyacente: el banco central mantiene un compromiso explícito con un marco de tasas bajas y con un límite operativo en ambos extremos de la curva. Para el equity, esta combinación vuelve a garantizar un piso sólido, y para los carry traders globales, otro período de rendimiento asegurado con volatilidad acotada.
Con tasas e inflación comportándose de manera relativamente contenida, el mercado encuentra nuevamente espacio para acelerar el FOMO que había sido temporalmente interrumpido.
La estabilidad de la curva de yields, tanto en el tramo corto como en el largo, continúa siendo uno de los factores más importantes del año: sin shocks inesperados en la macro estadounidense, los flujos globales reafirman la preferencia por posiciones de riesgo. En este punto, es evidente que la arquitectura de tasas sigue funcionando como el ancla que ordena todas las decisiones de portafolio.
En el universo de commodities, los movimientos recientes comienzan a delinear otra tendencia relevante. El petróleo vuelve a operar cerca de los u$s 60, sin que el tablero geopolítico sugiera sobresaltos relevantes para las próximas semanas. La energía, históricamente sensible a tensiones internacionales, atraviesa un período de relativa estabilidad en un contexto donde incluso los choques de oferta parecen neutralizados.
Pero quizá el dato más interesante se encuentra en el complejo agrícola. La soja sostiene un rebote que algunos analistas interpretan como un anticipo de un giro mayor en la economía china.
Desde 2024, China viene implementando estímulos fiscales y monetarios de magnitud considerable, pero sus efectos en la actividad real habían sido más lentos de lo esperado. Ahora, la trayectoria reciente de algunos commodities agrícolas insinúa que esa recuperación podría estar más próxima, con implicancias estratégicas para países exportadores como Argentina.
Si China efectivamente logra recomponer su ciclo expansivo de cara a 2026, los commodities agrícolas serían los primeros en reaccionar, y los activos argentinos, algunos de los más beneficiados. Tanto el Merval como los bonos soberanos muestran una sensibilidad elevada a cualquier señal de reactivación global vinculada al comercio exterior. No es casual que varios analistas internacionales hayan comenzado a incluir a Argentina dentro del grupo de mercados emergentes con mayor upside relativo en escenarios globales reflacionarios de cara al 2026.
El segmento de metales, por su parte, intenta estabilizarse luego de un selloff que interrumpió un rally prolongado. El oro vuelve a tantear niveles cercanos a u$s 4.000, sin configurar hasta el momento un cambio estructural de tendencia. El movimiento en la plata es similar: volatilidad moderada, ajustes técnicos y ausencia de señales que indiquen un quiebre relevante en la dinámica de mediano plazo. Todo este conjunto de factores lleva a una misma conclusión: resultaría poco probable que el último trimestre del 2025 no cierre con un sesgo claramente bullish.
El enrojecimiento generalizado de la semana pasada se interpreta crecientemente como el último “dip” del año, un evento técnico en un mercado que continúa ordenado por fundamentales macro relativamente estables.
En el plano local, el impacto es directo. Argentina ingresa a una nueva etapa sin la incertidumbre política que había dominado el primer semestre.
El Merval reacciona inaugurando un nuevo bull market, alineándose rápidamente con el fenómeno de FOMO global. Pero la verdadera señal estructural proviene del mercado de deuda: los bonos soberanos convergen hacia rendimientos de un dígito a lo largo de toda la curva, y la expectativa de compresión adicional, cercana a 300 puntos básicos, podría ser alcanzable.
El apetito global por riesgo sigue siendo un motor central para los activos emergentes y, en este nuevo equilibrio, Argentina reaparece como un caso donde factores locales y globales confluyen.
La normalización institucional, la estabilización macro y la ausencia de eventos disruptivos globales crean un marco donde el equity argentino vuelve a posicionarse como alternativa competitiva respecto de otros mercados emergentes. En este sentido, la preferencia por acciones locales hacia 2026 se torna una estrategia cada vez más defendible y esto es a pesar del castigo reciente.
El riesgo global, sin embargo, no desaparece. El principal frente a monitorear continúa siendo la inflación estadounidense: una aceleración por encima del 3% reactivaría discusiones internas en la Fed y podría alterar el equilibrio delicado que hoy sostiene a los mercados.
Por el momento, ese escenario no es la línea base, pero su probabilidad no es despreciable. Mientras tanto, el balance general es claro: el shutdown se desactiva, la Fed mantiene su postura dovish, los flujos globales vuelven a girar hacia activos de riesgo y el ciclo reflacionario continúa vigente. En ese contexto, Argentina entra al 2026 bien posicionada para capturar una parte relevante de ese nuevo impulso global
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