

El presidente Mauricio Macri dispuso que toda la documentación oficial contenga en su encabezamiento: 2018´ Año del Centenario de la Reforma Universitaria.
Este centenario marca una fecha de relevante importancia en la historia universitaria nacional y sudamericana. Su rica savia, que sube desde aquella raíz, no se ha agotado con el paso de los años, sino que, por el contrario, se ha hecho más fecunda y vigorosa.
Tan notable suceso acaecido el día 17 de junio de 1918 durante el primer gobierno del radical Hipólito Yrigoyen (1916-1922), tuvo como protagonistas relevantes a estudiantes universitarios de medicina, derecho, ciencias económicas y hasta enfermeras del Hospital de Clínicas (suspendido en 1917). Cabe destacar como un disparador el hecho de que profesores, residentes y estudiantes de medicina rechazaron la supresión del internado en dicho hospital. En otras palabras, desde la ciudad de Córdoba determinada e inclaudicablemente, tales protagonistas protestaron y resistieron contra lo que consideraban prácticas autoritarias, dogmáticas y una determinante influencia clerical en la organización y el funcionamiento universitario nacional.
Asimismo, esta reforma también estuvo precedida por las huelgas en las facultades de Derecho en 1903 y Medicina en 1905
El Manifiesto Liminar refleja y cincela las motivaciones e ideas de los estudiantes y profesores que participaron en el mentado movimiento reformista. En el mismo podemos leer "Hombres de una república libre, acabamos de romper la última cadena que en pleno siglo XX nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica. Córdoba se redime. Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan...
Las universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización segura de los inválidos y lo que es peor aún el lugar en donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara. Por eso es que la Ciencia, frente a estas casas mudas y cerradas, pasa silenciosa o entra mutilada y grotesca al servicio burocrático. Reclama un gobierno estrictamente democrático y una Republica Universitaria Soberana en donde la intangibilidad del derecho a darse el gobierno propio radique principalmente en los estudiantes. El chasquido del látigo sólo puede rubricar el silencio de los inconscientes o de los cobardes. La única actitud silenciosa, que cabe en un instituto de Ciencia es la del que escucha una verdad o la del que experimenta para crearla o comprobarla. Por eso queremos arrancar de raíz en el organismo universitario el arcaico y bárbaro concepto de Autoridad que en estas Casas es un baluarte de absurda tiranía y sólo sirve para proteger criminalmente la falsa-dignidad y la falsa-competencia..."
Preconclusivamente, los principios liminares que impulsaron la Reforma Universitaria desde Córdoba: Autonomía, cogobierno, libertad académica para el análisis y expresión de ideas filosóficas, científicas y sociales, misión social de la universidad para que su función social fuese mucho más allá de los claustros, gratuidad, extensión y vinculación universitaria con el resto del sistema educativo nacional de base, la periodicidad de las cátedras y los concursos de oposición, la Unidad latinoamericana para la lucha contra cualquier forma autoritaria de gobierno, etc.; mayoritariamente siguen vigentes como logros indubitables en las universidades públicas argentinas. Ya no basta con ocasionales membretes oficiales alusivos ni con meros actos o declaraciones recordatorias; mucho menos ante un evidente estancamiento universitario que viene no solo disolviendo la alcurnia propia de nuestra tradicional calidad académica, sino cuestionando el propio sentido y alcance de la insoslayable utilidad universitaria.
En efecto, esta conmemoración resulta propiciatoria en orden a revalidar, reempoderar, transformar y relanzar la comunidad universitaria toda, para que así pueda afrontar airosamente los nuevos, tensos y dinámicos contextos interdisciplinarios hipermodernos, honrando su acervo, sus principios, sus escudos y banderas innegociables, baluartes que jamás resignarán igualdad, incentivos, inclusión e independencia tanto como el rechazo de todo Numerus clausus.
Finalmente, oteando el siglo XXI desde nuestra atalaya universitaria, recién cuando cada Universidad renueve su testimonio testimoniado de sí misma, habremos actualizado reinterpretadamente a don Miguel de Unamuno: "La Universidad no es nada si no es útil a la sociedad, y esta se negaría a sí misma si no entiende y ayuda a la Universidad. La Universidad debe educar, enseñar e investigar, para ser beneficiosa a la sociedad".













