Opinión

Plegaria al FMI y una ayuda de los "amigos"

La administración macroeconómica está por ingresar en zona de potenciales turbulencias financieras. No alcanza con haber reprogramado (...) las metas de acumulación de reservas con el FMI ni tampoco el agridulce sabor del canje de la deuda en pesos (...). Tras el 6.6% de febrero (sumaríamos el 7,7% de marzo y el probable 8% de abril), resulta obvio que la inflación está muy lejos de gestionarse de forma adecuada, pero -quizá lo más riesgoso- lejos también de hallar la forma de estabilizarla en los próximos meses. (...) Las dinámicas nocivas del régimen de alta inflación golpean una y otra vez, y ahora arranca un momento del año donde disponer de dólares se volverá más complejo. Hace cuarenta y cinco días iniciábamos así esta columna, no como agoreros de lo inevitable sino como simples observadores de una macroeconomía que se tornaría aún más frágil en apenas semanas.

Lo que pasaría, pasó. A la sorpresa de la inflación de marzo (y una perspectiva similar para abril) se sumaron los pronósticos cada vez más sombríos de caída en la producción de soja y maíz y los pesos se volvieron a inquietar, ante la perspectiva cierta de que el Banco Central no dispusiese de los dólares suficientes para abastecer con normalidad al mercado. Así, los 'legales' (CCL-MEP) y el blue corrigieron paridades en forma abrupta y, como en julio pasado, en un puñado de días todo el gobierno volvió a sentir de cerca el final, en palabras de Andrés 'Cuervo' Larroque.

La deuda creció 70.000 millones de dólares en la gestión de Alberto Fernández

El problema es la inflación, no el dólar

Aquella corrida se había llevado puesto más que un ministro. En esencia, también una marcada desorganización de la política económica, fragmentada, sin poder político ni interlocución válida con los sectores empresarios y sindicales. La llegada de Sergio Massa concentró y ayudó a coordinar áreas clave que hasta entonces operaban con lógica propia (como energía), ratificó las metas del acuerdo con el FMI (cumplidas en el año, incluso la de acumulación de reservas), redujo el gasto primario en forma significativa, apretó las clavijas monetarias, devaluó sin devaluar con el Dólar soja y abrió canales de diálogo más fluidos con el sector privado. Todo parecía acomodarse hacia finales de 2022, menos la inflación...

¿Qué sucedió? La menor disponibilidad proyectada de dólares despertó las expectativas devaluatorias. Antes de la corrida de julio de 2022, la brecha entre el dólar oficial y los financieros oscilaba el 80%. Tras un pico de 135% en aquel mes, Massa logró estabilizarla en un peligroso rango de 90-100%, porcentaje disfuncional por donde se lo mire y que expone a turbulencias significativas ante cualquier shock externo, que llegó, y en forma, con la sequía. Las alquimias sobre el mundo de los pesos, como el canje de títulos del Tesoro de marzo, no resultó suficiente para disminuir las presiones devaluatorias. Estos niveles de brecha resultan insostenibles para una adecuada gestión macroeconómica.

La sequía ya empieza a mostrar sus números. Según CIARA-CEC, la liquidación de exportaciones del complejo sojero hasta abril fue u$s 5100 millones (-50%) inferior a la del año anterior. El Gobierno apuesta a paliar, en parte, esta aguda escasez de divisas fundamentalmente logrando que el FMI adelante los desembolsos programados para junio, septiembre y diciembre, que suman unos u$s 10.600 millones. Ya existe un antecedente: entre enero y julio de 2019, el Fondo había anticipado u$s 16.270 millones del crédito vigente entonces.

¿Qué podría pedir un acreedor a su deudor en contrapartida? Básico, ordenar sus cuentas. El ajuste del gasto primario observado en los primeros meses de la administración Massa -inflación mediante- está flaqueando. Las metas fiscales de marzo no fueron cumplidas y, por supuesto, tampoco las de acumulación de reservas. Además, en perspectiva, y con tamaña brecha cambiaria, ¿el FMI aceptaría que el Banco Central siga vendiendo dólares para pagar importaciones y deudas al dólar oficial? Complejo.

Dicho esto, una devaluación del 50% en el contexto actual, según estimaciones de Analytica, provocaría una recesión del 4.5% del PBI, con caídas significativas en los salarios reales. ¿Este Gobierno estaría dispuesto a semejante cuadro?

La ayuda de los 'amigos', China y Brasil, podría aliviar pero sólo en el margen. En promedio, las importaciones totales de esos orígenes rondan los u$s 1500 y u$s 1300 millones mensuales, respectivamente. Es evidente que el comercio en yuanes por medio del swap y los aún potenciales créditos a los exportadores brasileños no podrán incorporar toda la diversidad de operaciones, muchas de las cuales finalmente seguirán requiriendo de dólares.

El horizonte de planeamiento de la macro argentina se ha comprimido a semanas. De esta película, sólo pueden avizorarse apenas algunas posibles escenas hacia adelante, para nada el final. Tal vez la más obvia es que la inflación no podrá bajar. La señal nominal de la política monetaria, con la fuerte suba de tasas y una cierta aceleración del crawling peg, es clara. Las respuestas de política económica, de ahora en más, serán instintivas, de mera supervivencia, para alejar lo más posible las chances de un nuevo desmadre cambiario.


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