

l escándalo en Tucumán alcanzó su máximo pico de tensión cuando la Justicia determinó la anulación de las elecciones realizadas el 23 de agosto pasado. En esta instancia se habla de una intervención federal. ¿Es ella posible?
Comienzo por destacar que existen causas suficientes para que se intervenga la provincia. En efecto, el artículo 6 de la Constitución Nacional establece que el gobierno nacional puede intervenir federalmente a una unidad federativa cuando en ella ha sido alterado el sistema republicano de gobierno. La identificación entre los términos república y democracia, sobre todo en la época de la organización nacional, hace extensiva la potestad de tomar dicha decisión de emergencia cuando en una provincia se ve alterado el sistema representativo que las provincias deben adoptar por obligación constitucional.
Precisamente las sospechas de fraude en las elecciones tucumanas alimentan la causa de intervención federal previstas en el texto de la Constitución Nacional. Ahora bien: ¿cuál sería el objetivo de una medida semejante? Indudablemente normalizar la situación institucional, para lo cual solo se necesita convocar a nuevas elecciones. Pues si ello es así, en el supuesto que la Corte provincial confirmara la decisión de anularlas y ordenara la convocatoria a otras, no tendría objeto una intervención federal.
Si en cambio el máximo tribunal revocara el fallo de la Cámara y convalidara el resultado de la elección, tampoco tendría sentido que el Gobierno Nacional, al que el resultado de la elección sospechada lo favorece, intervenga a la provincia, cuando el objetivo de ella sería, insisto, convocar a nuevas elecciones.
Por su parte, la decisión de intervenir federalmente a una unidad federativa, corresponde al Congreso de la Nación y no al presidente de la República, que solo podría decretarla si el Congreso estuviera en receso, lo cual ocurre entre el 1ro de diciembre y el 28 de febrero de cada año.
En definitiva, hay motivos constitucionales para intervenir federalmente a Tucumán, pero sería una medida carente de lógica y sentido común.
Tucumán no solo es la cuna de la Independencia, sino además la tierra natal de dos presidentes argentinos (Nicolás Remigio Aurelio Avellaneda y Alejo Julio Argentino Roca), y también la de Juan Bautista Alberdi, uno de los hombres clave en la organización política de la Argentina. En homenaje a ello, y a 199 años de haber sido protagonista excluyente de un hecho histórico inolvidable, Tucumán tiene la oportunidad de realizar otra relevante declaración: que en la Argentina no hay lugar para el fraude y que la voluntad popular es innegociable. Pero para ello, y para evitar que su mágica historia se manche en esta hora, es necesario que el pueblo se vuelva a expresar en las urnas.













