Hoy más que nunca surge de forma nítida la situación agónica que vive la relación entre Argentina y Brasil, lo cual quedó expuesto con la llegada del canciller brasileño a la asunción presidencial de Milei hace quince días. Algo solo visto en los años '70, en un contexto de gobiernos militares y amenazas de guerra entre ambos países.

Este proceso de deterioro que viene de varias décadas y hoy, con signos políticos contrarios en cada país, se agudiza aún más. El Mercosur en las últimas décadas, sufrió de una enfermedad de hipertrofia burocrática, donde se crearon decenas de espacios institucionales y hasta un parlamento que aun hoy nos preguntamos para qué sirve. La burocracia se multiplicó, pero las relaciones comerciales, las inversiones, la integración del mercado laboral y hasta el turismo, se redujeron. Brasilia y Buenos Aires, prefirieron no tocar los problemas reales y empujar para adelante los problemas de esta unión aduanera imperfecta, llena de cuotas y protección encubierta. Parecía que con extender el régimen automotriz 10 años más, todo se solucionaba.

Al mismo tiempo, observamos como la economía brasileña, más dinámica y atractiva, profundizaba durante estos años las asimetrías con una Argentina en crisis permanente. Siempre me gusta recordar que Brasil recibe casi diez veces más inversión directa extranjera (cerca de u$s 100 mil millones anuales) que Argentina, pese a que su economía es sólo cinco veces mayor. Pero para estas dificultades, la política siempre tiene una respuesta, y esta es: el acuerdo Mercosur-Unión Europea (UE). Sin embargo, pese a que sería una bocanada de aire fresco para un Mercosur cada vez más 'chino dependiente', la realidad es que, debido a que los problemas de fondo de la integración no se solucionan, y si a ellos agregamos a una Argentina en crisis permanente, entonces solo tendremos un proceso de integración con la UE que va a profundizar las asimetrías entre sus socios.

Frente a este panorama, y considerando que la nueva administración con la canciller Diana Mondino al frente se dispone a relanzar activamente la política exterior nacional, debemos considerar la construcción de un nuevo diálogo Argentina+Brasil, donde la relación con Brasil no debe ser encarada solamente en Brasilia, a través de estrategas del Itamaraty, sino también con la comunidad de negocios brasileña, que es la que al final necesita cambiar su visión de Argentina. Cabe destacar que Lula es un gran defensor de Argentina, y de sus políticas desastrosas, pero eso no logra calar en la comunidad de negocios y en la sociedad civil, donde la imagen de una Argentina en crisis y pauperizada, donde no hay oportunidad negocios, es la idea imperante. En este contexto, donde siempre los 'relanzamientos de las relaciones' vienen de la mano de una visita del presidente y la firma de un sin número de acuerdos sin efectividad, el objetivo del primer año debería estar en lograr integrar a la agenda política argentina en Brasil con la comunidad empresaria brasileña a partir de agendas de trabajo específicas.

Argentina debe buscar promover estos espacios de cooperación apoyados en la Cancillería, pero que impulsen una agenda empresarial común en determinados sectores que hoy se hablan, pero no logran generar espacios ordenados para acciones concretas. Dichas agendas, por un lado, deberían contar con la construcción de espacios de Dialogo Empresarial apalancado en espacios representativos junto a empresarios líderes de opinión en cada uno de sus países. Este proceso brindaría legitimidad para iniciar una agenda que pueda destrabar esta 'unión estratégica' entre ambos países, creando una agenda empresarial positiva, compartida hacia futuro y con la fuerza suficiente para imponerse sobre las resistencias burocráticas y los varios intereses creados que son parte de este modelo agónico.

Como capítulos principales de esta agenda de relanzamiento de la relación bilateral se pueden explicitar algunos ejes de trabajo, que ya han sido puntualizados en el pasado, pero que nunca logran transformar la necesidad en hecho concretos. En primer lugar, debemos citar la necesidad de relanzar la agenda de facilitación de comercio entre ambos países, buscando una mayor integración institucional y burocrática para lograr mayor fluidez en el comercio intra-Mercosur. En segundo lugar, profundizar la integración de los mercados laborales de ambos países para que exista una mayor eficiencia en nuestras plataformas productivas hacia el mundo.

En tercer lugar, buscar nuevas iniciativas de coordinación para el mercado agroexportador, no solo profundizando la integración de las cadenas de valor, sino también, acelerando mucho más la apertura de nuevos mercados. En cuarto lugar, el mercado energético regional llama a la puerta de ambos países, donde Brasil se ha transformado en el jugador energético más importante de Latam, para lo cual Argentina debe aprovechar sus recursos en hidrocarburos y energías renovables para realmente construir un marco de integración energética sustentado sobre infraestructura, hidrogeno, movilidad sustentable y Vaca Muerta. Una plataforma que mire hacia terceros mercados en conjunto.

El caso que siempre cito como ejemplo es el desarrollo del offshore argentino, donde YPF y Petrobras deberían cumplir un rol de desarrollo preponderante. Y finalmente, esta nueva agenda político empresarial debería converger hacia el relanzamiento de misiones comerciales conjuntas del Mercosur, aprovechando la presencia internacional en las diferentes regiones del mundo.

El relanzamiento de una agenda positiva y realista solo puede ser liderada por el sector privado, que es quien al final del día, toma la decisión de arriesgar o no su capital al apostar a un Mercosur que está vivo y no es un dinosaurio en extinción.