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El mal hábito de sacudir la política cuando la economía pide calma

Hace dos meses que el Monitor de Humor Social elaborado por D'Alessio/IROL Berensztein viene mostrando un cambio favorable en la percepción de la situación actual de la economía. Sin duda, el hecho de que la inflación haya mostrado en los últimos meses del año una estabilidad más que relativa (porque el indicador se movió en torno a 5%), actuó como un factor que los votantes del Frente de Todos reconocieron como positivo. Y por esa razón no solo mejoró levemente la imagen de Alberto Fernández, sino que ayudó a instalar la posible candidatura de Sergio Massa, opción que el ministro se encarga de desactivar tanto en público como en privado.

Lo paradójico es que cuando más necesario se hace crear un clima de relativa calma sobre las variables más complejas de la economía, son sus responsables los que se ocupan de poner ruido donde no hace falta.

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Ayer el Presidente intentó dejar atrás el desencuentro que había tenido con su ministro del Interior, Wado de Pedro, durante la última cumbre de la Celac. Por esos días, el referente camporista había transmitido su molestia por no haber sido invitado a un encuentro con organismos de derechos humanos. En una entrevista radial, ayer Alberto intentó no dedicarle "ni un segundo" al tema, pero acto seguido, cuando se lo consultó de qué manera podía gestionar si no tenía diálogo con el titular de Interior, confesó que él sabía "con quien podía contar para gobernar y con quién no". El desencuentro ratificó que la relación entre Fernández y el kirchnerismo sigue estando más cerca de una crisis que de un armisticio.

Su declaración también blanqueó el deficitario funcionamiento del gabinete, ya que el Presidente debe apelar a intermediarios para no perder contacto con sus socios del Frente de Todos. Ese rol por ahora lo cubre Sergio Massa, quien hace lo necesario para no perder el voto de confianza que en su momento le dio la vicepresidenta Cristina Kirchner.

La oposición tampoco está haciendo una gran contribución al frente económico. Sus referentes están preocupados por heredar una situación agravada e inestable, pero podrían disminuir ese riesgo si aceptaran públicamente que algunas políticas públicas no serán alteradas. Las miradas apuntan a la deuda en pesos, cuya renovación se complica a medida que se acercan las elecciones.

La calma presente no está asegurada, ya que la inflación de enero podría dar una sorpresa y potenciar la incertidumbre. Sería deseable que la política ayude a mantener quieto el barco. O por lo menos, a no hacer olas.

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