

El dinero que recibió la Argentina del Fondo Monetario Internacional (FMI) durante el gobierno de Mauricio Macri sirvió para retardar la crisis que ya se tenía, para seguir pagando tasas altísimas, para llegar más estable a las elecciones y para convertir al país en el principal deudor del organismo financiero.
Pero la deuda está y el FMI no deja de ser un prestamista de última instancia. Es decir, presta dinero cuando los inversores ya no prestan.
Está claro también que Estados Unidos jugó un rol importante con el ex presidente Donald Trump a la cabeza en el otorgamiento del crédito. El apoyo de Estados Unidos al gobierno de Macri estuvo, eso es innegable, pero no alcanzó para que Macri sea reelecto.
Ayer, el director para el Hemisferio Occidental del FMI, Alejandro Werner, dijo: "Parece que hay diferencias significativas de opinión dentro de la alianza política del presidente Fernández sobre la dirección que deben tomar". "Siempre hay al menos dos patas en cualquier reestructuración", afirmó. Y agregó que "una es cómo se cambian los términos de los contratos de deuda y la otra es cómo se cambian las políticas para que la nueva deuda sea sostenible". "Creo que en esa segunda etapa es donde tenemos mucha incertidumbre", completó.
En el Gobierno hay una división entre los que miran las cuentas y los que miran cuál es el rédito político de pagar ahora. Lo dice un integrante del FMI. Los que miran solo las cuentas quieren cerrar el acuerdo. En cambio, los que están mirando las elecciones juegan con una lógica política entendible que consiste en que si se arregla ahora o después de las elecciones a la Argentina no le van a llover inversiones, el riesgo país no va a caer de forma abrupta y solo el país va a tener menos reservas.
El mercado tiene otra visión. Ayer, los bonos de Argentina profundizaron sus pérdidas ante los continuos desarmes de posiciones por las dudas que genera el futuro de la economía doméstica y las lentas negociaciones con el FMI.
El ministro de Economía, Martín Guzmán, insistió ayer en la necesidad de "reasignar" los Derechos Especiales de Giro (DEG) en favor de los países con más dificultades económicas y "suspender los sobrecargos" en las tasas de interés. Lo hizo al exponer en la reunión Plenaria del Comité del FMI.
El ministro comparte con la vicepresidenta, Cristina Kirchner, la visión de que la deuda contraída con el FMI es impagable en los tiempos y formas del contrato establecido. También comparten que el acuerdo tiene que ser sustentable, es decir, pagable y no solo estirar plazos.
La negociación sigue adelante. Los que se ilusionan con un acuerdo rápido tal vez tienen que tener en cuenta que dicho acuerdo puede depender de cómo sigue la pandemia o las encuestas.













