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El costo de las barbaridades de Javier Milei

Con total soltura, durante el debate presidencial el candidato Javier Milei sostuvo: "Hay 7000 personas esperando un trasplante y 300.000 potenciales donantes", una cuenta plagada de errores. El daño que puede generar decir cualquier cosa con seguridad y vehemencia.

Con total soltura, durante el debate presidencial el candidato Javier Milei sostuvo: "Hay 7000 personas esperando un trasplante y 300.000 potenciales donantes; hay algo que no funciona en el medio y que genera un montón de corrupción".

La afirmación, hecha con la seguridad terminante con la que el líder de La Libertad Avanza aborda cualquier tema aplicando supuestamente reglas del mercado, es lisa y llanamente un disparate.

Según el Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación (INCUCAI), creer que porque mueren unas 300 mil personas por año eso indica que ése es el universo de potenciales donantes es no haber hablado nunca en la vida con un especialista en el tema y mandar fruta con total impunidad.

Encima no es un tema opinable, ni de escuela austríaca ni de Hayek ni de Rottward ni de Fridman ni los perros clonados. "Para poder donar órganos, el fallecimiento debe producirse en la terapia intensiva de un hospital, y la muerte debe ser certificada bajo criterios neurológicos", tuvo que explicar el propio Incucai, en algo que es bastante lógico y que uno ha escuchado si tuvo algún familiar en grave estado.

Las muertes que habilitan donación de órganos son 4 en cada 1000 casos

Calculo que si hablás con un especialista, te lo deben explicar como lo escribieron también los integrantes de la Comisión Federal de Trasplante: "Sólo así puede mantenerse el cuerpo artificialmente desde el momento del fallecimiento hasta que se produce la extracción de los órganos para que los mismos sean viables para el trasplante".

Es prácticamente imposible que pueda donar alguien que muere en la casa o en la calle, y si los fallecimientos se deben a determinadas patologías sólo se puede definir si puede haber una donación luego de un análisis médico.

Según explicaron, una muerte que puede habilitar una ablación se produce en aproximadamente 4 de cada 1000 casos. O sea, ni a palos hay esa cantidad de supuestos donantes, como marcó en su diagnóstico a partir del cual pretende aplicar una política pública. Con toda la furia, puede haber unos 1200 donantes al año. Y después están, además, los donantes vivos, de riñón o córnea, por ejemplo.

Imaginate lo que puede haber sentido la gente que está en lista de espera para recibir un órgano al escuchar que alguien le dice que no están recibiendo ese riñón, ese páncreas o lo que fuere porque hay un sistema que no funciona y está lleno de corrupción. Imaginate la angustia y el dolor extra sobre lo que ya viven en el día a día.

Imaginate si alguno lo escucha y mete un amparo y se frena todo. Imaginate si alguien que lo iba a votar y le cree todo llegado el caso prefiere no donar órganos. Imaginate si de golpe cala un discurso delirante anti Incucai y se arruina un mecanismo así de delicado que la Argentina ha podido construir con el correr de los años y que funciona de bien a muy bien más allá de grietas y quilombos económicos, al punto que ha sido reconocido por la Organización de las Naciones Unidas.

Bullrich bajó una orden única a su equipo antes del final de la campaña

Imaginate lo que podrías provocar por pura desinformación y por estar encerrado en dogmas inverosímiles que un día te llevaron a decir hasta que el libre mercado asignaría mejor los órganos porque considerás que la oferta y la demanda son Dios.

Imaginate, en definitiva, el daño que podés generar por decir cualquier cosa con seguridad y vehemencia.

Se supone que cuando habla de una eventual política sanitaria, Milei puede tener más chances de equivocarse que cuando habla con más soberbia y tono yo-las-sé-todas respecto de las cuestiones económicas.

Pero, ¿cómo no dudar respecto de si su plan para cambiar los pesos de la economía por dólares para terminar con la inflación no se basa de golpe en datos o consideraciones tan erróneas como aquellas en las que basó su idea de donación de órganos?

¿Será correcto el escenario que plantea para armar un fideicomiso garantizado por títulos del Banco Central para ir a manguear divisas afuera? ¿O será un delirio que alguien en Wall Street pueda creer que el propio deudor sea garante de sí mismo?

¿Serán ciertas todas esas proyecciones que repite como un robot en las entrevistas? ¿Existirán los fondos de inversión y bancos que presuntamente le ofrecen paquetes de préstamos sin igual? ¿Y si acá también partiera de tesis equivocadas? ¿Y si estuviera mirando números que otra vez se peleen con la realidad?

Es un pánico que ya recorría a los actores económicos desde el 14 de agosto, cuando Milei dejó de ser un costado curioso de la política argentina y se convirtió en la persona con más chances de llegar a la Presidencia.

Ahora, sin embargo, estamos entrando en una fase distinta: con la confirmación de que Emilio Ocampo iría al Banco Central para cerrarlo en un eventual gobierno libertario, la dolarización que impulsa este economista se volvió un punto de llegada muy posible para la macroeconomía y los efectos empiezan a sentirse hoy.

Por eso, todo el mercado concluye que Milei está en búsqueda directa de terminar de detonar el peso alimentando una corrida para que su plan estrella se aplique más fácil. Hay quienes lisa y llanamente creen que busca una hiperinflación ahora para conseguir una estabilización rápida después, si es que alguien pudiera garantizar un desenlace así.

Lo cierto es que cuanto más suba el dólar, menos verdes harán falta para poner en la calle, y más rápido se cumplirá con la dolarización, que -nunca lo dirá- cristalizará una foto de una población mucho más pobre que puede ser muy difícil de revertir.

Todo el mercado concluye que Milei está en búsqueda directa de terminar de detonar el peso alimentando una corrida para que su plan estrella se aplique más fácil

Cuando Milei asegura, como lo hizo la semana pasada, que "cuanto más suba el dólar, más fácil será dolarizar", ¿tendrá hecho los cálculos de que eso es realmente así o se puede sorprender con que la licuación del salario puede ser tan grande que le genere una reacción en la calle o en el sistema bancario que no está calculando? Digamos, o sea, tendrá medido los costos de su arriesgada estrategia o podrá salirle un ojo de la cara, por usar una metáfora también de órganos.

Que alguien que dice barbaridades en casi todos los temas pueda pagar muy poco costo electoral y estar cerca de ganar las elecciones generales habla por un lado de lo enojados que pueden estar los votantes y del mérito del tipo de canalizarlo políticamente, es cierto.

Pero también explica lo mala que tiene que haber sido toda la administración que hoy lleva como candidato presidencial a su ministro de Economía, Sergio Massa.

¿Cuánto de estar regalados a Milei se debe a aquellos momentos de puras peleas a cielo abierto y operaciones subterráneas que trabaron todo el gobierno de Cristina y Alberto, como si no hubieran existido ya capas de problemas que no se resuelven nunca?

¿Cuánto de estar atados a declaraciones incendiarias de un candidato tiene que ver con haber desperdiciado oportunidades para aplicar algún tipo de plan de estabilización cuando había margen?

¿Cuánto de esta fragilidad es hija de elegir tantas veces el vamos-viendo que terminó en una devaluación sin plan y con ruegos para que los asalariados no compren dólares, mientras todos los incentivos promueven lo contrario?

Ya es tarde para lamentos. Las barbaridades de Milei nos salen carísimo, ya sea en materia económica, o como dijimos al principio, hasta nos pueden costar un riñón, por volver al tema de la donación de órganos. A propósito, para terminar, ante cualquier duda sobre este tema -no sobre el dólar, eh- escribir a pacientes@incucai.gob.ar

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