El capitalismo argentino y su larga decadencia

Argentina es un país en el que palabras como inflación, déficit fiscal o déficit externo son cotidianas en cualquier noticiero o programa de opinión. Como para tener una idea, en el último medio siglo, solamente se observaron diez años donde el incremento de los precios fue menor al 10%. En el mismo período únicamente hubo quince años donde se registró un superávit primario en las arcas públicas, al tiempo que el superávit financiero solo hizo su aparición en seis ejercicios fiscales. En el aspecto externo, la situación no es muy diferente: durante las últimas cinco décadas, solamente existió superávit de cuenta corriente en catorce oportunidades.

Los datos expuestos muestran de cuerpo entero un capitalismo en el cual los desequilibrios y la inestabilidad macroeconómica, más que como excepción, se configuran como regla. Desde una mirada keynesiana, estos desequilibrios no revisten mayor importancia, ya que al menos en el corto plazo el crecimiento económico es compatible con alta inflación o con déficits gemelos, y en el largo plazo, según el mismo Keynes, "estamos todos muertos".

No obstante, la búsqueda de ganancias guía la acumulación capitalista. Una mayor rentabilidad implica un incremento en el nivel de inversiones, lo que permite el crecimiento económico prolongado y da la posibilidad de obtener mejoras sostenidas en las condiciones de vida de la población.

Complementando lo anterior, la inestabilidad actúa negativamente, ya que cualquier empresario, además de exigir una elevada ganancia para invertir en el país, también requiere de cierta certidumbre tanto para calcular los rendimientos futuros como para asegurarse la efectiva apropiación de los beneficios.

Es función de esto último que se puede entender a la inestabilidad como una causa central del ecléctico devenir de la inversión, del débil crecimiento económico y de las decadentes condiciones de vida que viene sufriendo la clase trabajadora argentina a lo largo del último medio siglo.

EL PROBLEMA, DESDE UNA VISIÓN LIBERAL 

Desde una visión liberal se plantea que la culpa de los mencionados desequilibrios recae en la voluntad de los distintos gobiernos de turno y sus "malas políticas". Desde este punto de vista, los gobernantes optan por aumentar el gasto público, emitir descontroladamente moneda, sostener restricciones al comercio y no llevar adelante las reformas correspondientes en el mercado laboral para reducir los costos salariales y mejorar la competitividad local. Así es que aquellas "malas políticas" traen consigo inflación y déficits, decantando finalmente en un débil o nulo crecimiento económico y en penosos niveles de vida para el pueblo argentino.

No obstante, si bien es real que las políticas nombradas derivan en los efectos descriptos, desde el liberalismo se suele decir que estas son llevadas adelante por una supuesta ignorancia de los gobernantes o por otra supuesta mala intención de los mismos. A su vez, también desde esta óptica se cree que la solución a los desequilibrios pasa meramente por "dejar de hacer las cosas mal" y "empezar a hacerlas bien", pensando al problema y su solución en términos netamente voluntaristas, sin importar las relaciones de fuerza sociales ni las presiones políticas vigentes.

LAS CAUSAS ARGENTINAS

Dado que la realidad es mucho más compleja que aquella simplificación liberal, cabe buscar en la misma especificidad del capitalismo argentino las causas reales que empujan estas medidas concretas. Se hace necesario subrayar entonces que a diferencia del la mayoría de los países latinoamericanos, Argentina cuenta con una clase trabajadora altamente movilizada.

Dentro de este elemento se destaca un movimiento obrero con elevados niveles de organización y resistencia, que si bien en la historia reciente se ha visto a menudo como facilitador de muchas políticas regresivas, tiene en su interior importantes fracciones combativas que tienden a obstaculizar los procesos de ajuste de larga escala, como los implementados en los países vecinos.

Asimismo, los trabajadores desocupados también poseen una elevada capacidad de acción política, la cual se materializa en sucesivas movilizaciones y cortes de calles que visibilizan de manera constante las demandas de gran parte de la población.

El panorama reseñado plantea un esquema de presión política y vehiculización de reclamos poco habitual en la región. Esto obliga a las distintas coaliciones gobernantes a ceder frente a diversos requerimientos de la clase trabajadora, complicando así la implementación y el mantenimiento de los respectivos ajustes que la macroeconomía requiere para lograr su estabilidad y que el capitalismo argentino exige para motorizar la inversión empresarial y el crecimiento en el largo plazo.

En términos concretos, esta lógica de presión se expresa en varios episodios de la historia reciente: el freno al intento de aumentar la edad jubilatoria, la conquista de planes de trabajo por parte del movimiento piquetero, la resistencia popular al incremento de las tarifas de los servicios públicos o, más allá de los retrocesos, el mantenimiento de salud y educación gratuita con un nivel de calidad y cobertura muy por encima del promedio sudamericano.

En tanto que las anteriores cuestiones demandan cuantiosos recursos que atizan el déficit fiscal, las presiones de la clase trabajadora también se expresan por otros frentes. Por ejemplo, la combatividad de las bases obreras y la fortaleza que aún conservan algunos sindicatos claves dificulta la interrupción de la puja distributiva, derivando en numerosos impulsos inflacionarios; al tiempo que la resistencia de aquellas bases y la acción de algunos dirigentes obstaculizan los sucesivos intentos de flexibilización laboral, lo que afecta la competitividad local frente a varios países vecinos que producto de severas reformas han reducido fuertemente sus costos salariales.

LA DECADENCIA DEL CAPITALISMO ARGENTINO

Ante esta configuración social, el capitalismo argentino avanza en su decadencia, sin poder brindar buenas condiciones de valorización para el capital, ni dignas condiciones de vida para la población.

En este marco, resulta esperable de parte de la burguesía una apuesta a la profundización de su ofensiva, con el afán de lograr, en algún momento, derrotar las resistencias e implementar finalmente su programa en el largo plazo.

En este escenario, el interrogante aparece por el lado de la clase trabajadora, la cual se debate entre continuar obstinada en su labor defensiva y aferrarse a sus alicaídas condiciones de vida; aceptar su derrota histórica y dar vía libre a los dictados del capital; o estructurar una acción política unitaria e independiente, con el objeto de pasar finalmente a la ofensiva. 

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Comentarios

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  • PB

    Pablo Bonavetti

    10/04/21

    ahhhh... y??? ud que propone sr. caracoche, que la clase obrera se rinda finalmente y lleguemos a un 80% de pobreza? la verdad me gustaria (no puntualizo en ud.) soluciones mas reales, concretas, de apliacion real y las de manual (escritos fuera de nuestro pasi obvio) que nunca resultan como el sr. rat gay y demas liberales economicos.

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