Opinión

El camino de Brasil hacia la segunda vuelta

Las encuestas no determinan el resultado, pero sí el efecto político del mismo, y ello se produce por su mayor imprecisión.

Dos factores han quitado a las encuestas de opinión la precisión que tenían en el pasado. Uno es la tecnología. Hasta comienzos del siglo XXI, encuestar requería entrevistar a cada persona cara a cara durante 45 minutos, sometiéndola a una batería de aproximadamente 40 preguntas, lo que permitía obtener una información completa. En los últimos años, el método fue sustituido por la tecnología: el teléfono, internet, las redes sociales y el big data. Ello permitió bajar considerablemente los costos, pero a costa de perder información. Es que por estos medios sólo se pueden realizar pocas preguntas.

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La otra es el cambio de los electorados, que se han hecho más independientes e imprevisibles. El llamado "voto cautivo" o incondicional de las distintas fuerzas políticas se ha reducido en forma considerable, a la vez que se han debilitado y desprestigiado los partidos políticos en Occidente. Esto hace que los votantes sean fluctuantes, que cambien de opinión varias veces durante la campaña y que incluso estas actitudes se den horas antes de emitir el voto.

Las imprecisiones y errores de pronóstico en los sondeos generan fuertes consecuencias políticas. Si los sondeos pronostican 30% para un candidato presidencial y obtiene el 20% aunque gane, el efecto político es decepcionante. Si en cambio pronostican 30% y obtiene 40% aunque pierda, es un éxito. En el caso de Brasil, se pronosticó que Lula obtendría entre 10 y 15 puntos de diferencia sobre Bolsonaro y ganaría en primera vuelta. La diferencia fue de sólo 5 puntos y hay segunda vuelta. La derrota del Presidente tiene un efecto de victoria política.

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Además, el partido del Presidente se ha impuesto en las elecciones para gobernadores, diputados y senadores. Junto con la elección presidencial se renuevan los gobernadores de 27 estados. En 15 de ellos ya se definió gobernador en primera vuelta. De ellos, en 9 ganó el Partido Liberal (PL) de Jair Bolsonaro y en 6 los candidatos del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula.

En la Cámara de Diputados, el partido del Presidente obtuvo 99 legisladores y el de Lula aproximadamente 80. En esta Cámara, un conjunto de partidos pragmáticos denominados "El Centro" constituye un poder con el que tendrá que negociar quien sea el próximo Presidente, como viene sucediendo en las últimas décadas. Pero Bolsonaro tiene el apoyo de 3 grupos transversales que están en las distintas bancadas, conocidos como la "Triple B": Biblia (evangélicos), Bala (los partidarios de la mano dura) y Buey (el agronegocio).

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En el Senado, el PL obtuvo 13 bancas y el PT 9. Entre los senadores del oficialismo electos se encuentra el actual Vicepresidente, el general Hamilton Mourao, y el ex ministro de Ciencias, Marcos Pontes, el primer y único astronauta brasileño. En Diputados fueron electos los ex ministros de Medio Ambiente, Agricultura y Salud (el general Eduardo Pezuello, que ocupó el cargo durante la pandemia). Entre los que lograron la reelección está el hijo del Presidente, Flávio. Si gana Lula, enfrentará un sistema político difícil, con un líder de la oposición que será Bolsonaro, quien no le hará fácil gobernar.

La segunda vuelta es el 30 de octubre y se prevé que será un proceso tenso, donde la agresividad política puede aumentar y pueden reiterarse las denuncias preventivas de fraude por parte de Bolsonaro. A Lula le falta un punto y medio para ganar y tanto el tercer como el cuarto candidato, que suman 7 puntos, han apoyado públicamente al ex Presidente. Pero puede votar gente que no votó y dejar de hacerlo algunos que lo hicieron, e incluso puede darse el caso de cambios de los votantes de uno a otro candidato, aunque parezca ilógico.

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Lula ha dicho que por fin podrá debatir con Bolsonaro para que los ciudadanos puedan conocer la verdad antes de la segunda vuelta. Por lo general, quien está abajo, como es el caso del Presidente ahora, busca el debate para descontar ventaja. Pero no está claro que Bolsonaro vaya a hacerlo ahora. Se prevén discursos de campaña más duros que en la primera vuelta y militantes más violentos en la campaña que ha comenzado. Cabe mencionar que para la primera vuelta se registraron varios muertos.

No hay que descartar que Bolsonaro insista en sus denuncias anticipadas de fraude, como hizo en la primera vuelta, tomando el modelo de Donald Trump en los Estados Unidos. Un triunfo de Lula en la segunda vuelta -que sería ajustado- podría llevar a Bolsonaro a desconocer el resultado. En una crisis de este tipo, es probable que las Fuerzas Armadas jueguen un rol de "arbitraje" en la solución de la crisis.

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La elección brasileña tiene un significado importante para la región y el mundo occidental. Hoy se utilizan los términos de fascismo y ultraderecha para referirse a los fenómenos políticos como el de Bolsonaro en Brasil, Georgia Meloni en Italia y Trump en los Estados Unidos. El politólogo italiano Gianfranco Pasquino, profesor emérito de la Universidad de Bologna, ha dicho que Meloni es "conservadora pero no fascista". Parece una diferenciación adecuada.

Es que en realidad hay una derecha conservadora que representan estas tres figuras, y una liberal, que ha perdido terreno. La derecha conservadora se centra más en una agenda étnica y cultural, con fuertes convicciones contra la llamada "política de género" y el aborto, antes que en los valores de la economía. Da prioridad al control y rechazo de la inmigración.

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En la región eso se ve claro: Kast en Chile, que perdió con el 45% de los votos en la segunda vuelta; Hernández en Colombia, que llegó al 47%; y ahora Bolsonaro en Brasil, que obtuvo el 43% en la primera vuelta. Todos ellos expresan una derecha conservadora frente a figuras como Piñera, Duque y Cardoso, expresión de una derecha liberal. Es decir que el electorado latinoamericano parece dividirse entre el "progresismo" y la derecha conservadora, con un mayor nivel de confrontación política e ideológica que en el pasado.

Pero Brasil es el segundo electorado del mundo occidental. Meloni, expresión de esta tendencia en Europa, ganó el 25 de septiembre en Italia. Si Bolsonaro ganara el 30 de octubre en Brasil y el partido republicano, liderado por Donald Trump, recuperara el control de una o dos de las cámaras del Congreso en la elección legislativa del 8 de noviembre en Estados Unidos, la derecha conservadora habría obtenido avances significativos a nivel global.

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