OPINIÓN

Más de 15 tipos de dólar diferentes y la misma pregunta: ¿sirve para algo tener tantos?

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En la Argentina el dólar se fue estableciendo -un poco por la falta de confianza, otro poco por el azaroso camino del plan económico- como una de las referencias más importantes a la hora de realizar operaciones comerciales.  

Tan incierto es el rumbo trazado y tantas son las necesidades que tiene el Gobierno (sobre todo para cumplir con las metas de reservas fijadas por el FMI) que hoy conviven múltiples tipos de cambio.

El 2022 comenzó con 9 cotizaciones diferentes y, hoy en día, son 16. Sí, leyeron bien: 16, entre los que figuran mayorista, Coldplay, ahorro, Netflix, tarjeta, turistas extranjeros, CCL, Qatar, soja, entre otros.

Con tantos valores dando vueltas, surge una pregunta: ¿tiene algún sentido tener tantos tipos de cambio distintos? Y, derivada directamente de esta incógnita, surge otra tan válida como la primera: ¿no sería mejor unificarlos?

Un mar de dudas

Lo cierto en esta maraña interminable de precios y regulaciones es que provoca grandes problemas a la hora de saber cuánto nos van a costar las cosas que necesitamos comprar.

Un ejemplo: queremos adquirir un bien del exterior y pagar con tarjeta de crédito. El valor que paguemos dependerá del cupo utilizado mensualmente, para ver si aplica dólar tarjeta o dólar Qatar.

El 2022 comenzó con 9 cotizaciones diferentes y, hoy en día, son 16. Sí, leyeron bien: 16, entre los que figuran mayorista, Coldplay, ahorro, Netflix, tarjeta, turistas extranjeros, CCL, Qatar, soja, entre otros.

Otro: queremos atesorar billetes o adquirirlos para pagar la tarjeta. Aparecen el MEP, el solidario (que, a la complejidad de cumplir con los requisitos para acceder a él, tiene que sumarse el cupo, por lo que genera una limitación extra), etc.

A esto se le suman las modificaciones constantes en las regulaciones que provocan cambios abruptos en las pizarras (puede que un día uno de los dólares esté más barato y luego pase a ser el más caro), y sea extremadamente difícil planificar.

Como para sumar otro condimento, la creación de tipos de cambio especiales (como el dólar soja) no hace más que sumar la demanda de parte de los sectores de la economía se ven perjudicados y que desean tener su propia cotización especial.

El resultado de esta multiplicidad de valores y de la variedad de mercados sectorizados que existen no es otra que una gran distorsión que impide conocer el precio "verdadero" del dólar.

Unificar, ¿a qué precio?

Todo parece mostrar que el camino que debería recorrerse tiene que desembocar en la unificación de los tipos de cambio. Pero, es una verdad de Perogrullo, no se trata de una tarea sencilla.

El primer escollo para resolver es el valor. ¿El dólar mayorista es el más representativo? ¿O lo es el CCL? No hay que olvidar que existen brechas entre las puntas de más del 90 por ciento.

El segundo punto es qué sucederá con el tipo de cambio una vez que se libere el mercado cambiario. Actualmente existe una demanda retenida por los controles que, sin restricciones, podría acelerar el precio.

Dado que el dólar afecta mucho a los precios internos de la economía, el resultado podría generar una mayor inflación. Algo peligroso, si se tiene en cuenta que hoy en día los indicadores son muy elevados.

No obstante, el riesgo es necesario. Tener un valor de referencia único no sólo es simple (ya no sería necesario hacer tantos cálculos para comercializar bienes y servicios), sino que genera confianza.

Además, a nivel macroeconómico, permitiría lograr un crecimiento sostenible, algo que es totalmente imposible si existe una brecha tan amplia entre el dólar oficial y el resto de las cotizaciones.

¿Quién lo hará?

Desde el Gobierno intentaron transmitir el mensaje de que se está trabajando, como objetivo para el 2023, en la unificación del tipo de cambio. Sin embargo, es altamente improbable que esto suceda, si consideramos que se trata de año electoral.

¿Por qué el escepticismo? Una fuerte devaluación oficial provocaría que todo el atraso cambiario impacte de manera directa en los precios, acelerando rápidamente la inflación y los niveles de indigencia y pobreza en la población.

Está claro que es necesaria la unificación de los tipos de cambio y la apertura del mercado cambiarios para poder transaccionar libremente y comenzar con un proceso de sinceramiento en la economía.

Lo que no parece tan simple es cómo realizarlo. Los dos caminos posibles son el del gradualismo o el del shock. Lo cierto, en todo caso, es que muy probablemente le toque resolver este dilema al próximo presidente.

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