Cómo la desinformación busca oscurecer el gobierno y la democracia
La famosa frase de Saint-Exupéry en El Principito, "lo esencial es invisible a los ojos", resuena profundamente en el contexto de la economía global, donde los mayores riesgos surgen hoy ocultos a los ojos menos atentos.
En efecto, el informe anual del Foro Económico Mundial ha vuelto a señalar la desinformación como el principal riesgo a corto plazo. Es el segundo año consecutivo que lo hace, lo que no indica una simple tendencia, sino una confirmación preocupante.
A primera vista, podría parecer que la desinformación tiene poco o nada que ver con la economía. Sin embargo, se infiltra de manera invisible a los ojos en el núcleo de cualquier sociedad, porque la información es sinónimo de conocimiento, confianza y progreso. La desinformación, en cambio, engendra ignorancia e incertidumbre. Un pequeño prefijo, de hecho, marca toda la diferencia.
No obstante, es fundamental distinguir dos tipos de desinformación. La primera surge de la ignorancia, una constante en la historia humana, reflejada en Rebelión en la Granja de Orwell o en la Alegoría de la Caverna de Platón. ¿Cuándo es que la ignorancia se convierte en desinformación? Cuando se transforma en una elección, retroalimentada por algoritmos, amplificada a una escala incontrolable y que hace cuestión de rechazar cualquier intermediación: ni escuela, ni familia, ni medios, ni religión.
Entendamos que estos "nuevos ignorantes" no se sienten atraídos por la luz de la caverna platónica: desconfían de ella y hacen todo lo posible por evitarla, alineándose con otros que insisten en permanecer en la oscuridad. El desconocimiento ya no es consecuencia de fallos de educación o falta de oportunidades: es voluntario.
La desinformación que preocupa a Davos es novedosa porque encarna esta insensibilidad hacia el conocimiento y, a veces, incluso hacia la propia ciencia. Sus efectos potenciales sobre el funcionamiento de la economía son enormes: agrava el riesgo de cada inversión, vuelve irracional el comportamiento de los consumidores, erosiona la confianza en las instituciones y de los mercados financieros. En la Argentina es evidente la aparición de economistas que enfrentan a diario con sus dichos y palabras las decisiones del gobierno, cuando en la mayoría de los casos esconden intereses o defensas de privilegios propios o de sus clientes.
El segundo tipo de desinformación es aquella que manipula la ignorancia con fines políticos. Consiste en la difusión deliberada de falsedades o distorsiones de la realidad para perjudicar a un candidato rival y, sobre todo, debilitar la adhesión a una determinada jerarquía de valores. Lo más grave de la desinformación es el permanente agravio y la interesada acusación al Jefe de Estado, Javier Milei. Muchas veces banalizando hasta el significado de las palabras acusándolo de fascista y racista generando una situación de enfrentamiento en la sociedad.
Esta desinformación se ha profesionalizado y hoy existen auténticos ejércitos de cuya única tarea es ejecutar campañas de desinformación en internet. Lo hacen de forma anónima y a tiempo completo, día tras día, pasando de una misión a otra y utilizando herramientas cada vez más poderosas, en particular la inteligencia artificial. Por esta razón, en el mismo informe del Foro Económico Mundial, el quinto riesgo a corto plazo más preocupante es el "ciberespionaje y la guerra informática".
Por supuesto, el principal objetivo de cualquier tipo de desinformación son las democracias. Solo en ellas existe una verdadera libertad de expresión. Solo en ellas se celebran elecciones genuinas. Sus enemigos también se aprovechan de la dificultad, e incluso de la imposibilidad, de criminalizar la desinformación en el espacio democrático, ya que esto implicaría un juicio normativo sobre qué opiniones son válidas o prohibidas.
Sin embargo, la fuerza de esta desinformación es tal que necesitamos encontrar un equilibrio entre preservar nuestros valores democráticos y desarrollar antídotos que, siendo fieles a esos mismos valores, nos protejan de los virus del ciberespacio. Hace más de 80 años Lisandro de la Torre dijo "yo creo exclusivamente en el gobierno de la opinión pública", que no es lo mismo que la opinión publicada. Hoy la tecnología impone una competencia entre los medios y redes sociales. Hay inmediatez entre el suceso y el conocimiento. Es verdad que las "fake news" perturban el espacio informativo, pero es preferible dejar se expresen en libertad porque como siempre las mentiras tienen patas cortas y duran poco tiempo y por ello, el valor de la libertad es el que hay que preservar.
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