Argentina y Brasil renuevan sus liderazgos
Hace sólo quince días, el Tribunal de Justicia Electoral de Brasil, en la capital riograndense, declaraba al expresidente Jair Bolsonaro inelegible para un mandato público por ocho años, debido a sus declaraciones en contra del sistema de urna electrónica utilizado para todas las elecciones que se realizaron en Brasil durante más de 30 años. Más específicamente, debido a que siendo presidente realizó un encuentro con delegados y embajadores de diferentes países para presentar sus dudas sobre la imparcialidad del sistema electoral brasileño basado en el uso de las urnas electrónicas y los posibles hackeos que el sistema -que supo elegirlo en 2019- podría sufrir.
Más allá del mérito o no de la decisión judicial, y del hecho de que Bolsonaro va a recurrir esta decisión a la Suprema Corte -donde difícilmente tenga una mejor oportunidad-, esa decisión judicial cambia radicalmente el futuro político en Brasil; y brinda mayor oxígeno a un proceso de renovación política incipiente que deberá quebrar la bipolaridad accidental que dejo la elección de 2022.
Al igual que en Argentina, donde la bipolaridad entre la vicepresidenta Cristina Fernández y el expresidente Mauricio Macri ha perdido protagonismo, dejando en claro el surgimiento de nuevos liderazgos que posiblemente reconfiguren la bipolaridad política hacia una multipolaridad partidaria y frentista, con el ascenso de nueva dirigencia de Izquierda y derecha con figuras como Javier Milei, Patricia Bullrich y Juan Grabois entre otros, así como el redescubrimiento del centro con Horacio Rodríguez Larreta, Sergio Massa y Martín Lousteau. Lo que estamos comenzando a observar tanto en Brasil como en Argentina es el final de un ciclo histórico político iniciado hace veinte años en la región.
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Hace 20 años, luego de la crisis global de finales de los años '90, en Argentina vimos surgir un neoperonismo con el kirchnerismo y una centroderecha renovada con el PRO. Ya en Brasil, un país históricamente multipartidista, se afianzó la dicotomía entre el PT de Lula da Silva y el PSDB de Fernando Henrique, pero este último con liderazgos nuevos. Ambos países vivieron el auge económico de la primera década de los 2000, traccionada por la demanda y precios de las commodities, para luego en la década posterior hundirse en un proceso de estanflación, crisis política y aumento de la pobreza debido al contexto internacional, demostrando la vulnerabilidad de ambas economías al mercado internacional, siendo la situación argentina más acentuada por la fragilidad permanente de su macroeconomía.
Este proceso histórico de casi dos décadas se fue erosionando por la crisis de representatividad política, con manifestaciones en las calle, escándalos de corrupción, agotamiento del modelo redistributivo basado en la exportación de materias primas y principalmente el hartazgo social demostrado en la abstención electoral de los últimos ciclos electorales en ambos países, llevando a que comenzara muy incipientemente un proceso de quiebre político electoral justo antes de la pandemia con las elecciones de Bolsonaro y Alberto Fernández.
El surgimiento de un imponderable como la pandemia de Covid-19, enfrentó a ambas economías y a ambos sistemas políticos a desafíos jamás vistos, los cuales buscaron en un mix de viejas recetas y algo de pragmatismo para darle solución al descomunal desafío con pobres resultados en los dos países. Aunque los dos oficialismos presenten un relato positivo, siendo que desde el lado brasileño se resalte la recuperación económica ordenada y desde el lado argentino el mayor cuidado de la población con su larga cuarentena, la realidad los muestra golpeados y principalmente, expuestos al surgimiento de nuevos liderazgos modernos que van a desafiar los espacios de la bipolaridad.
En el caso brasileño, la salida de Bolsonaro de la arena publica dificulta fuertemente el futuro político de Lula y el PT, ya que cabe recordar que la elección de 2022 tuvo la característica de tener a dos líderes opuestos, con discursos centrados en reivindicaciones políticas del pasado, que se retroalimentaban en la puja por la presidencia. Sin embargo, hoy un Lula sin su némesis, es un 'Rey desnudo', que debe enfrentar al surgimiento de nuevos liderazgos modernos de la centroderecha en la persona del gobernador de San Pablo o Minas Gerais, o una centroizquierda en la figura de Ciro Gomes, o más extrema en Guilherme Boulos, que muestran la necesidad que tiene el PT de reconstruir sus liderazgos internos rompiendo con su "Lula-centrismo histórico". El ministro Fernando Haddad parece ser la apuesta renovadora del partido y de Lula, aunque no termina de afianzarse, pero que, en este proceso más amplio, deberá ocupar un lugar preponderante en el futuro del partido.
Los cambios de la economía global ya observados a fines de la década pasada con una desaceleración de la demanda de materias primas, el menor crecimiento asiático, a lo que se suma el acortamiento de las cadenas globales de valor debido a la pandemia, la robotización de los proceso productivos y el cambio profundo sufrido en el mercado energético debido al shale y la invasión a Ucrania, se han transformado en fuerzas descomunales que impactan los sistemas políticos y económicos de Argentina y Brasil, propiciando la aceleración de cambios políticos que aún son difíciles de discernir, pero que vislumbra un proceso transformador aún mayor a aquel iniciado hace más de 20 años atrás.
Como nos muestra el best-seller de Barbara Tuchman, 'Los cañones de agosto', el mundo hacia donde nos dirigimos a gran velocidad es diametralmente diferente a todo lo visto en el pasado debido al impacto profundo de la tecnología en la vida humana. Los nuevos liderazgos políticos de nuestros países deberán construir modelos políticos y económicos capaces de brindar respuestas a los descomunales desafíos que enfrentaremos en los próximos años, y no analizar el futuro con recetas y categorías anquilosadas a un pasado que ya no volverá.
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