En los más de 26 años de negociaciones comerciales entre la Unión Europea (UE) y el MERCOSUR se han escrito cientos de informes, papers e investigaciones sobre los posibles impactos. La frase más común escuchada es que el acuerdo implica un intercambio de “vacas por autos en relación a la profundización de las ventajas comparativas y de especialización de ambos bloques. Los estudios de equilibrio general que se realizaron coinciden en que el Acuerdo tendrá impactos comerciales positivos pero marginales, y lejos está de ser un game changer para ambos bloques.

Sin embargo, una lectura de las más de 1500 páginas del texto del acuerdo alcanzado en diciembre de 2024 evidencia que la dinámica del acuerdo va más allá. Las vacas (como los principales bienes agrícolas) del MERCOSUR tienen magras cuotas que deben compartir) y por decesión unilateral de la UE ahora enfrentan un mecanismo de salvaguardia hiper reforzado -no presente en el Capítulo 9 del Acuerdo-que pueden activar con el sólo hecho de cumplirlas, investigaciones que suspendan las preferencias.

El presidente Javier Milei se reúne con Emmanuel Macron en Niza
El presidente Javier Milei se reúne con Emmanuel Macron en Niza

A su vez, los autos de la UE tienen un plazo de desgravación arancelaria de 15 años para llegar a un arancel 0 a los países del MERCOSUR, más plazos para los vehículos con nuevas motorizaciones (eléctricos, a hidrógeno). Este fue un space policy que se reservó Brasil por su política industrial que busca no quedarse atrás de los desarrollos en electromovilidad. Si un mercado va a tensionar las capacidades productivas del sector automotriz del bloque sudamericano es China (ya lo está haciendo) no las firmas europeas.

En realidad, la importancia de este acuerdo debe leerse en clave de cadenas de suministros por buenas prácticas al comercio. Ahí residen las ganancias mutuas. Para la UE el MERCOSUR representa una ventana de oportunidad casi única de lograr accesos preferenciales (comerciales y políticos) a un conjunto de recursos naturales y materias primas que el viejo continente no se autoabastece y que necesita para no quedar vulnerable a los designios de EEUU, China y Rusia, como, por ejemplo, litio, cobre, tierras raras, petróleo y LNG. En la actual fragmentación geoeconómica Europa es un claro perdedor en acceder a recursos estratégicos de usos duales (cívicos/militares)

El caso de las tierras raras es emblemático. En una reciente entrevista, Stephane Sejourné Comisario de Industria de la UE, sostuvo que estaba a punto de viajar a Brasil para avanzar en la adquisición de una mina donde se extraen tierras raras. Antes de viajar le comunicaron que los estadounidenses (la Corporación Financiera Internacional para el Desarrollo de los Estados Unidos -FDC-) pusieron la plata sobre la mesa y se llevaron toda la producción hasta 2030 ¿hubiese sido distinto el devenir de los acontecimientos con un Acuerdo en vigor, que crea una arquitectura institucional de vinculación técnica y política? La duda queda abierta.

Por su parte, para el MERCOSUR el acuerdo con la UE significa el primer acuerdo “profundo” de comercio del bloque, con temas denominados OMC plus, es decir nuevos temas al comercio como facilitación y aduaneros, obstáculos técnicos y estándares, propiedad intelectual, compra gubernamentales (entre otros) y los denominados OMC x (temas como medioambiente y desarrollo sostenible no abordados en el plano multilateral). La entrada en vigor del acuerdo obliga a cumplir buenas prácticas al comercio tanto para aprovechamiento (intereses ofensivos) como para su adaptación (intereses defensivos). Por ejemplo, para ingresar al mercado europeo los países del MERCOSUR deberán avanzar en una agenda de calidad de sus bienes e instituciones (evaluación de conformidad) y así acatar los altos estándares que tiene la UE. Cumplir con las reglas europeas abre el acceso a cualquier otro mercado (ejemplo los asiáticos), mejorando la competitividad sistémica del sector privado. Para la ambiciosa agenda externa que hoy tiene el MERCOSUR tener firmado, ratificado y en vigor el acuerdo con la UE implica ir hacia una mayor musculatura comercial y productiva trasladable a la implementación y aprovechamiento con otros acuerdos que faltan ratificar o están en negociación. Los casos de Chile, México, los andinos y centroamericanos (todos con acuerdos vigentes con la UE) así lo demuestran.

Ambos procesos de integración están atravesados por fuerzas centrífugas externas e internas. En ese contexto, el Acuerdo UE-MERCOSUR es una máscara de oxígeno que está a la mano para respirar profundo y competir mejor en un mundo signado por la incertidumbre y los cambios vertiginosos. La pelota sigue estando del lado europeo, pero si siguen haciendo tiempo provocará que el MERCOSUR busque jugar nuevos partidos. Paris y Roma tendrán que elegir si siguen cuidando sus ineficientes y ya hiper-protegidas vacas (agricultores) o toman de una vez el toro por las astas y dan un golpe de credibilidad, liderazgo y fortaleza para evitar ser arrastrados por el mundo, en donde ya están cada vez más lejos de la mesa y mas cerca del menú.