Tarifas, inflación y deuda: la inalcanzable metáfora del “segundo semestre

Haciendo la plancha: la mejor receta hacia la irrelevancia. En nuestra indomable Peronia, el “segundo semestre se convirtió en la exonerante construcción argentina que nos permite patear la pelota hacia arriba todo el tiempo, sin hacernos cargo de la realidad a la que nos obligan los severos errores de nuestro pasado y bajo la ingenua expectativa de que todo será resuelto gratuitamente, sin costo y sin pena, como si estuviéramos condenados a un éxito que obviamente y sin excepciones, resulta inalcanzable. Lo acontecido con tarifas en estos últimos días nos pinta tal cual somos: giramos permanentemente en torno a dilemas que nunca terminan resolviéndose. Por supuesto que la suba en el costo de servicios públicos es angustiante y dolorosa para el ciudadano, pero se torna inexcusablemente necesaria a los efectos de corregir de alguna forma los múltiples desequilibrios que padecemos. Resulta imposible vivir en una sociedad en donde consumir servicios del Estado sea gratuito. De hecho, nada es libre de costo en economía, la fiesta siempre se paga de alguna manera y aun en los tiempos de sumo despilfarro K, el fútbol para todos, los infinitos planes, las múltiples jubilaciones y las tarifas regaladas, se financiaban entre cosas, con una perversa inflación contenida, asfixiante presión tributaria, atraso cambiario, default y crónica carencia de empleo. La economía siempre se encarga de cobrarnos los desajustes, sólo nuestra “honorable clase política es capaz de concebir una realidad a contramano del mundo, como si viviéramos en la utopía de un esquema virtual, falazmente libre de restricciones. Esta coyuntura imaginaria e inalcanzable que articulamos una y otra vez, nos lleva a una situación de permanente y frustrante ansiedad en espera de un resultado mágico que para nosotros tiene un nombre cansador y redundante: “el clásico segundo semestre , definido como aquel inalcanzable punto del tiempo que, en ausencia de reformas en serio, no llegó, no llega, ni llegará nunca. En un sentido más amplio y ácido si quieren, hace setenta largos años que estamos esperando el sublime rebote del “segundo semestre , que nos permita saltar de la pobreza a la prosperidad sin costo, sin estrategia, sin perspectiva, sin diálogo, sin consenso y por sobre todo, sin compromiso. El “segundo semestre es la eterna y engañosa metáfora criolla bajo la cual observamos a Alfonsín, Menem, De la Rúa y Kirchner ser idénticos en lo que se refiere a gastar de más, pretendiendo generar riqueza a partir del despilfarro keynesiano, en un implacable, terco e incomprensible desafío a las leyes más básicas que gobiernan la economía. Y aquí vamos nuevamente, intentando lo mismo de siempre pero esta vez, bajo un slogan más amigable e inundado de populismo blando, con un macrismo en hidalga postura expansiva y a puro gasto público, que lo catapulte hacia su primordial objetivo, la conquista definitiva del conurbano bonaerense y eso sí, con los dedos bien cruzados, apostando a la salvadora conjunción de la fe y la esperanza.

Nuestro mejor escenario es la mediocridad. La existencia de deuda externa nos permite solo por una efímera ventana de tiempo jugar a que las restricciones no importan, pero como recordatorio a nuestra irresponsable displicencia, no viene mal retrotraernos al 2001 al solo efecto de tener bien presente el escenario a evitar. Especialmente, la suba de tarifas debería contribuir a la reducción del déficit fiscal y de esta forma, Argentina podría lograr paulatinamente un achicamiento a su problema de endeudamiento e inflación, las dos contracaras obvias del despilfarro. Sin embargo, son varios los aprendizajes que se me ocurren a partir de este incidente. Primero, nos es casualidad que el párrafo esté escrito en tiempo condicional. Ofusca observar a un gobierno que pide semejante sacrificio a la sociedad, y sin embargo, se lo gasta en otra apuesta populista, observando que lo ahorrado en este concepto se fue a financiar renovados rubros de gasto público, sin conseguir la pretendida reducción de déficit. Nuestro esfuerzo simplemente, se destinó a la financiación de alternativos conceptos keynesianos que exacerban el desequilibrio original y plantean un intento de corrección con ADN paradójico y exageradamente amarillo. La suba de tarifas que en vez de reducir déficit se destinó al engrosamiento del gasto social, financia entre otras cosas, la victoria electoral del 2019, en un familiar y conocido himno al populismo gastador y sin ideas, de todos los días. Segundo, irrita percibir a una oposición, que con doce años de kirchnerismo nos llevó al actual estado de desequilibrio, y utiliza a este evento sólo para pellizcar algún que otro puñado de votos con esta aparente defensa a los derechos de los pobres, pobres que ellos mismos se encargaron de entregar con una década entera de despilfarro sin límite, sin racionalidad, con una soja en máximos históricos y tasas internacionales de interés al 0%, describiendo un entorno internacional inmejorable y por lo tanto, otra chance desperdiciada. Percibo de esta forma, a una oposición sin rumbo y en pleno plan de recuperación de cajas perdidas ante una realidad que no la favorece: el presidente Macri ganará cómodamente las elecciones del 2019 y su esperanzado equipo, a pesar de la mediocridad reinante, tiene amplias chances de salir victorioso incluso, en 2023. Billetera mata galán: a nivel de populismo político no hay que subestimar el poder anestesiante y silencioso del endeudamiento en especial, para una sociedad que aplaude todo shock de consumo posible, sin siquiera imaginar sus consecuencias a largo plazo. Tercero, los argentinos seguimos sin comprender que permaneceremos en este inestable y sumamente frustrante entorno de inflación y deuda hasta tanto no nos tomemos el trabajo de definir un país que genere valor a partir de la actividad privada y libre de un estado voraz y sumamente irrespetuoso a la hora de gastarse lo que lo produce otro. Algún día, deberemos comprender que esta Argentina imaginaria sin corrección es inviable y que para una nación en nuestro actual estado de bancarrota ningún avance será posible sin disciplina, concientización y por sobre todo, sumo esfuerzo. Con esta actitud imperante, el mejor escenario posible será la mediocridad y todo político que argumente lo contrario, miente descaradamente. No se puede gastar más de lo que se genera, no se puede asfixiar a puro impuestazo a los pocos que producen riqueza en este bendito país. Es así de básico y contundente, a pesar que no haya un solo político que se lo esté diciendo a los argentinos.

Seguimos sin poder comprenderlo: oponernos a la corrección, nos expone a una crisis potencial y mucho más severa a futuro. Escucho a políticos no solo defender a este gradualismo oficial sino que percibo además, una preocupante mutación conceptual: “el gradualismo del gradualismo . Me imagino, que por el mismo se entiende el proceso de hacer más lento aun lo que hoy en día es la potencial “nada como concepto económico. Lo que los argentinos no comprendemos todavía, es que oponernos hoy a una costosa corrección aumenta la probabilidad de que la economía dentro de un par de años nos golpee la puerta y ajuste todo de golpe, sin pedir permiso y en forma muchísimo más severa. En estos últimos treinta años de nuestra historia, la híper del 89 y el default de 2001 parecerían no habernos enseñado nada y aquí venimos otra vez, oponiéndonos a todo aquello que implique reestructuración y cambio genuino, sin darnos cuenta que en el intento, maximizamos la probabilidad de ocurrencia hacia el peor de los ajustes, aquél al que te lleva una crisis inflacionaria y de estrangulamiento externo. Así como digo que la corrección tarifaria es sumamente necesaria y requiere del apoyo de todos, también le pido a este gobierno respeto al sacrificio de cada ciudadano y que dejen por lo tanto, de gastarse en otras cosas lo que se ahorra en este concepto. La solución empieza con el ejemplo, den entonces ese paso al frente y sean considerados del esfuerzo ajeno. Desde inicios de esta gestión, la principal fuente de reducción del gasto proviene de un esfuerzo privado que ya se gastó en otra cosa, convirtiendo al ajuste en el doloroso paso del peregrino: uno adelante, dos para atrás, y exacerbando por ende, la situación inicial que se quiso corregir, llevando a la Argentina a la permanente e inalcanzable metáfora del “segundo semestre .

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