ENFOQUE

Reforma laboral: flexibilidad o derechos, esa es la cuestión

Tras el anuncio de la enésima reedición de la reforma laboral se pretenden utilizar los desafíos de la tecnología y las necesidades de trabajadores de plataformas para legalizar la flexibilidad de hecho. El antecedente más próximo es el planteo del gobierno nacional en el anteproyecto de reforma y sus sucesivos experimentos legislativos: la propuesta de desplazar figuras, modalidades de empleo y de contratación hoy protegidas por la legislación laboral hacia el régimen civil, la creación de un estatuto de los autónomos, y la de nuevas figuras como el autónomo económicamente dependiente. No es otra cosa que el camino hacia la abolición del derecho del trabajo en el marco de propuestas neoliberales de deslaboralización.

Los algoritmos aplicados a la producción de bienes y servicios implican una eficientización acelerada de los procesos al mismo tiempo que permiten evadir protecciones laborales instituidas. No es la primera vez que la tecnología habilita este doble efecto, ni será la última. El verdadero desafío es incorporar eficientemente las oportunidades que ofrece el salto digital sin lesionar derechos.

La realidad de los trabajadores de plataformas y aplicaciones es de abandono total, y la flexibilidad es la norma, como beneficio y como condena. Si bien estos empleos son atractivos por la posibilidad de generar un ingreso único o complementario y permitir márgenes de flexibilidad horaria, la propuesta de "ser tu propio jefe" se contrasta con la incertidumbre más absoluta, pagos asociados 100% a la productividad, contrato de hora cero, jornadas de trabajo ilimitadas, y sin la más mínima autonomía del trabajador sobre las tareas que desempeña. El control que las plataformas ejercen sobre la organización del trabajo desnuda la ficción del trabajo por cuenta propia o autónomo. Lo último que necesitan los trabajadores de plataformas es más flexibilidad, porque flexibilidad es lo único que tienen. La flexibilidad es un hecho. Derechos es lo que necesitan.

Resulta extraño que se utilicen los intereses de sectores que reclaman regulaciones para proponer políticas que implican desregulación. Las ideas en danza van desde la ruptura de los pisos legales garantizados por ley cuando lo que se reclaman son regulaciones especiales por encima de las garantías generales; instituir como principio la jornada flexible y variable cuando los trabajadores de plataformas necesitan limitación de la jornada y descansos; adoptar el salario por productividad -aplicado de hecho por las aplicaciones- cuando deberíamos estar discutiendo criterios para la determinación de algún tipo de salario mínimo o fijo. Recién garantizando la limitación de la jornada, descansos, protección contra el despido, cobertura de riesgos, salario fijo, se podría comenzar a discutir productividad y flexibilidad. La reforma laboral pone el carro delante de los caballos.

La organización de los trabajadores de plataforma -en e-commerce, en el transporte urbano, o en empresas de retail como Rappi o Glovo- es creciente. En particular, la creación de APP (Asociación de Personal de Plataformas) puso en un brete a quienes esperan que la llamada economía "colaborativa" sirva como ariete para la deslaboralización del sector productivo de la economía. La voz de los trabajadores de plataformas debe ser oída, y aquí y en todas partes del mundo están reclamando más derechos. La negociación colectiva y la adopción de estatutos especiales complementarios con la legislación laboral son las herramientas de las que dispone el derecho para garantizar protecciones en modalidades de trabajo que por sus particularidades tienden a "escaparse" de las normas actuales.

El modelo planteado por la reforma laboral supone necesaria la creación de un subsistema intermedio entre las relaciones laborales autónomas y dependientes, que presume caducas. El planteo cae en saco roto cuando nos adentramos en la realidad de las plataformas: estudios de reciente publicación indican que la organización del trabajo mediada por el algoritmo fortalece la subordinación laboral al máximo y empleos que aparentan ser autónomos podrían ser más dependientes que otros tradicionalmente reconocidos como tales.

Esto implicaría pensar en nuevas regulaciones, pero desde un piso de derechos, no por debajo. La experiencia internacional así lo indica. La abrumadora mayoría de los fallos judiciales y decisiones administrativas en Estados Unidos, Gran Bretaña, España, Italia y Holanda. dan cuenta de esta realidad, y lejos de proponerse modelos de sumersión de estas modalidades de empleo en el cuentapropismo, las legislaciones modernas centran su atención en la determinación de salarios fijos, en la limitación de la jornada y la seguridad social.

Además, los antecedentes indican que las empresas de plataformas, lejos de irse de los estados, se quedan, negocian y se adaptan. La disyuntiva es clara: para abordar los desafíos tecnológicos podemos adaptar las legislaciones para la autorregulación del mercado o regular en función de las personas que trabajan y la promoción del empleo decente.

Noticias de tu interés