La segunda presidencia de Macri: el salto del dólar se viene en el verano 2020
Si Keynes fuera argentino, votaría a Mauricio Macri. Si Friedman fuera argentino, votaría a Macri. Si Hayek fuera argentino, votaría a Macri. Si Popeye fuera argentino, también votaría lo mismo. Porque en esta elección se trata de tener sentido común, es así de simple. Si del otro lado disponemos del comunismo dictatorial y revoleador de bolsos como alternativa, la decisión se torna en una muy sencilla y evidente a la vez.
Cualquier defensor de la libertad como concepto supremo del ser humano tiene en estas presidenciales 2019 la acción más obvia de todas. En este entorno, percibo a mucho personaje opositor incómodo con la estabilidad cambiaria conseguida a partir del último acuerdo con el FMI y con un mundo donde las tasas internacionales colapsan otra vez más, debilitando al dólar a nivel global contra todas las monedas emergentes. Inesperadamente el gran aliado de estas elecciones para Cambiemos ha sido la Reserva Federal de Estados Unidos. Parecería que la inestabilidad del tipo de cambio era la única carta opositora. Tranquilos, el salto cambiario vendrá, pero en el verano del 2020, cuando las elecciones hayan culminado a pesar de que esto le pese al periodismo local y a los liberales K.
De esta forma, ante el colapso cotidiano, obvio e irreversible de las chances electorales del comunismo argentino, Wall Street ya debate respecto a un diciembre 2019 muy macrista pero por el bien de todos esta vez, sin un sólo globo amarillo. Los desafíos que se le vienen al presidente Macri de cara a su segundo mandato son muchos y a diferencia del primero, tendrá cero margen para la indecisión.
La Argentina que se presenta es una en donde el mejor escenario posible será la “mediocridad asistida , entendida como una coyuntura en donde nuestro país necesitará un lustro para equilibrarse definitivamente y mientras ello ocurra el mundo entero deberá seguir financiándonos a cambio de reformas de fondo. Obviamente que aunque dolorosa, esta alternativa es infinitamente superadora al caos que resultaría con el advenimiento del comunismo en la Argentina. La buena noticia de todo esto es que a diferencia del primer mandato, esta vez la gestión macrista será encarada en base al sinceramiento ya ocurrido de una realidad que literalmente nos explotó en la cara en abril 2018, la herencia del pasado es a esta altura innegable. Hoy en 2019, mayoritariamente se sabe que la “década ganada quebró al país, cuando en 2016 muchos lo dudaban y celebraban ingenuamente la esterilidad del gradualismo.
La Argentina de hoy es una economía sin parámetros. Una vez dirimida esta contienda electoral entre comunismo o capitalismo, entre dictadura o democracia, entre bolsos llenos de efectivo que se revolean por conventos u obra pública, volveremos en diciembre a recalibrar la macro. Los desafíos son tan severos como en 2018 aunque mucho más atenuados. Ya no hace falta relatarle a los argentinos que todo está bien como en 2016, a esta altura todos sabemos que el relato disneylandezco de Durán se cayó con la crisis cambiaria y que de aquí en adelante en el mejor de los casos nos espera un largo y obligado sendero de sacrificios múltiples para evitar el caos y resolver de una vez la fulminante mala praxis de la “década ganada .
La Argentina del segundo mandato es una en donde los globos amarillos de la irrelevancia desaparecerán para dar lugar a la obligación de encarar con firmeza y suma velocidad una serie de medidas estructurales indispensables para estabilizar las expectativas de mediano plazo del mundo hacia nosotros.
- Primero, el déficit agregado es de 3,2% del PBI y eso es sin considerar el cuasifiscal del BCRA.
- Segundo, nos espera una larga lucha contra la inflación que en 2019 culminaría cerca del 40%.
- Tercero, el desempleo está muy cerca de los dos dígitos.
- Cuarto, el 2019 culminaría con una caída del PBI cercana al 1% describiendo a una nación con limitadas chances de crecimiento a futuro.
- Quinto, el stock de Leliq, si bien representa menos de la mitad del stock de Lebac a marzo 2018, constituye un foco de suma preocupación. Todos estos problemas son potencialmente solucionables bajo la premisa de un gobierno razonable pero que al mismo tiempo demuestre una celeridad de acción antitética a lo actuado en 2016.
Los bonos argentinos a 2020 rinden 17% en la actualidad cuando el resto del mundo normal lo hace por debajo del 4%. Como se observa claramente, el riesgo país argentino está por las nubes a fuerza de una elección todavía no resuelta pero que en breve despejará una parte sustancial del humo, pero cuidado, no todo el humo.
La Argentina enfrenta vencimientos importantes durante el 2020 que obligarán al gobierno de Macri a “rolear deuda lo cual es un evento muy normal en casi todos los países del mundo, pero nosotros hace décadas que dejamos de ser una nación normal. Por lo tanto, para que ello se concrete en un país “anormal y esquizofrénico como el nuestro, será indispensable primero hacer colapsar el riesgo país de los niveles actuales a algo que se asemeje a la razonabilidad y dicho colapso sólo puede conseguirse en base a reformas estructurales, esta vez no hay otro camino.
Por ejemplo, mientras Egipto a cinco años tiene un riesgo país de 300 puntos, mientras Turquía tiene lo propio en 385 puntos, Argentina está en 900. Hoy por hoy, después de Venezuela, somos lo peor del espectro emergente y por tres largos cuerpos. A estos niveles, rolear deuda será carísimo y por lo tanto insostenible. De esta forma, antes de que comiencen a caer los vencimientos del primer semestre del 2020, el segundo mandato del Presidente Macri deberá anunciar a minutos de haber comenzado una serie de reformas estructurales que seduzcan a Wall Street y que a partir de dicho mensaje incite a los operadores de bonos internacionales a descontar una Argentina mejorada y potencialmente muy distinta a la del primer mandato.
Por lo tanto, esta segunda gestión que ya se nos viene encima tendrá a diferencia de la primera, cero margen para el chamullo, cero margen para la irrelevancia de los globos amarillos y por el contrario, exigirá desde el instante cero un andamiaje de medidas muy agresivas para enviar señales que permitan bajar sustancialmente el riesgo país y con ello conseguir la renovación de la deuda a tasas razonables y por lo tanto, sostenibles. Si existe un Mauricio Macri diferente al que asumió en 2016, deberá demostrárselo al mundo entero en el verano del 2020, después será muy tarde.
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