El consumidor de seguros en la era pospandemia

El mundo ha cambiado drásticamente: para las personas de todas las partes del globo, es como si se hubiera detenido durante días que parecían interminables, producto de las medidas de restricción de la actividad y del contacto social que con mayor o menor rigurosidad se aplicaron en los diferentes países para frenar el avance de los contagios de Covid-19.

¿El resultado? Ciudades con calles vacías, empresas y comercios con sus puertas cerradas, eventos (de todo tipo y escala) suspendidos en forma definitiva o postergados hasta nuevo aviso. Es un escenario sin precedentes, porque si bien mucho se ha comparado la situación actual con la generada por la pandemia de influenza de 1918 (conocida popularmente como gripe española), la globalización ha hecho que los efectos de esta nueva catástrofe sanitaria (aunque mucho menos letal) sean mucho más amplios y profundos en términos económicos y, a veces, sociales

En efecto, el coronavirus nos obligó a cambiar la forma en que vivimos: desde cómo trabajamos hasta cómo nos saludamos; pasando, por supuesto, por la manera en que compramos los productos y servicios.

Desde hace un tiempo, cuando se aborda el tema de los consumidores -y en particular me referiré aquí a los de seguros-, tenemos que hablar de personas que están conectadas a dispositivos tecnológicos con una lógica 24/7 y que comparten ciertas características en lo que hace a sus consumos:

  • prefieren productos a la medida de sus necesidades, no quieren pagar por cosas a las que no les encuentran un beneficio evidente;
  • demandan trámites ágiles, que no se prolonguen en el tiempo y respuestas inmediatas;
  • evalúan distintas opciones;
  • hacen una valoración precio/calidad en función de su presupuesto;
  • cuando no existe diferenciación en el producto, responde fuertemente a estímulos como el prestigio de la empresa o la relación personal/confianza con el vendedor (en nuestro caso, el Productor Asesor de Seguros).

Todo ello, indudablemente, se ha potenciado con la pandemia de Covid-19 y específicamente, con el aislamiento social, preventivo y obligatorio.

Frente a ello, las aseguradoras debemos orientar nuestros esfuerzos a brindar un servicio de primer nivel caracterizado por la simpleza en la contratación, la claridad en la propuesta (menos tecnicismos y “letra chica , certeza en las condiciones de contratación y del alcance de la misma), una conveniente relación costo/beneficio, la capacidad de respuesta y una oferta de productos adaptados a cada necesidad.

En relación a esto último, seguramente una de las consecuencias pospandemia sea el desarrollo de nuevos seguros que contemplen este tipo de situaciones y sus efectos sobre la actividad de empresas y particulares. El mercado, indudablemente, tiene que transformar esta crisis en oportunidad.

No obstante, como pasó con la cobertura de terrorismo luego del 2001 y con los cyber risks, debemos ser conscientes de que a veces el entusiasmo no se traduce en una demanda significativa, ya que en ocasiones se trata de productos costosos que no todos están dispuestos a pagar. De todas maneras, es importante ponerlas a disposición de la comunidad, como así también las coberturas específicas para teletrabajo, otra tendencia que se aceleró exponencialmente con el Coronavirus y que llegó para quedarse.

Es indudable que el mercado de seguros no será el mismo y que pasada la cuarentena no volveremos al estado anterior de cosas, sino que ingresaremos a una “nueva normalidad .

Conscientes de ello, las aseguradoras tendremos que hacer nuestro mejor esfuerzo para adaptarnos a este renovado escenario y esencialmente, a las características de un consumidor que también ha sido transformado por la pandemia; un consumidor que espera de nosotros mucho más que el simple cumplimiento de las condiciones contractuales: quiere que lo entendamos, que nos anticipemos a sus necesidades y, en consecuencia, que lo sorprendamos dándole aquello que quiere incluso antes de que lo pida.

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