Crisis cambiaria y desafíos políticos y económicos
Es necesario aclarar que la crisis cambiaria no es “volatilidad cambiaria . El dólar no sube y baja. Lo que se observa es una continua corrección hacia arriba del precio de esta divisa que por estos meses escasea en Argentina, sin cosechas, sin exportación y sin inversión extranjera directa.
En diciembre de 2015 el tipo de cambio estaba atrasado. Mientras el nivel de precios subía aceleradamente, el gobierno kirchnerista había puesto un cepo sobre el dólar. Levantar el cepo le permitió a Cambiemos corregir parcialmente aquel problema, pero la cuestión de los dólares futuros vendidos a un precio de regalo/negocio por Vanoli/Kicillof impidió que la corrección sea mayor.
El 2016 fue entonces un año de pequeña crisis, con escaso ajuste, que sentó las bases para un rebote en 2017. Una vez que el 2017 empezó a mostrar buenos síntomas en la actividad, el empleo y la pobreza, Cambiemos se convenció de un camino gradual. Los “plateístas liberales cuestionaron el coexistir con niveles de déficit fiscal que llevaron a la ruina a la Argentina sucesivas veces en nuestra lamentable historia, pero fueron ignorados y condenados.
El gradualismo en el frente fiscal se convirtió en inacción. Es cierto que se quitaron subsidios a los servicios públicos, pero otros gastos adicionales anularon aquel impacto fiscal. Es cierto que se despidieron algunos trabajadores en agencias del Estado, pero otras contrataciones compensaron aquellas bajas. Es cierto que el déficit fiscal primario se redujo levemente, pero los nuevos intereses por la deuda que se tomaba superaron ampliamente aquella baja, elevando el déficit financiero.
Argentina es un país raro a los ojos del mundo. Mientras escasea la inversión y nos consumimos el capital, los argentinos usamos a Chile de shopping y a Uruguay y Brasil como destino vacacional. Creíamos ser más ricos de lo que realmente éramos y es que el dólar estaba barato.
Bastó una mala cosecha, para que escasean un poco más los dólares y se enciendan las alarmas por los vencimientos de deuda. Cambiemos fue a buscar al FMI, y la respuesta pareció lógica. “Yo te entrego estos u$s 50.000 millones para que cubras tus necesidades financieras, pero no podés usar este dinero para cubrir el déficit de cuenta corriente, es decir, para seguir comprando en Chile y seguir haciendo turismo extranjero.
¿Cómo se soluciona esto? Dejando de intervenir en el mercado cambiario para que los argentinos veamos el costo real del dólar. Así la divisa comenzó a escalar. En menos de un año observamos subas a 17, 23, 25, 28, 30, 37...
La devaluación de este 2018 empezó a compararse con aquella de 2001. Pero el paralelismo me parece inapropiado. Que el tipo de cambio nominal salte de 1 a 4 es semejante a un cambio de 20 a 80. Aun estamos muy lejos de ese escenario, lo que no implica ignorar los costos de esta escalada.
También es necesario aclarar que la crisis cambiaria no es “volatilidad cambiaria . El dólar no sube y baja. Lo que se observa es una continua corrección hacia arriba del precio de esta divisa que por estos meses escasea en Argentina, sin cosechas, sin exportación y sin inversión extranjera directa.
Cambiemos consigue con esto algo que muchos economistas pedían desde hacía tiempo: un tipo de cambio real alto que siente las bases para comenzar un proceso de crecimiento económico genuino.
Otros problemas, sin embargo, persisten. El primero de ellos es de carácter político y es la imagen improvisada que ofreció el gobierno. La crisis cambiaria pedía respuestas desde el gobierno, y Nicolás Dujovne y Macri salieron a declarar. “Hemos acordado con el FMI un adelanto de fondos para cubrir nuestras necesidades financieras hasta las elecciones , se dijo.
Pero ni el FMI respaldó estos anuncios, ni fueron suficientes para el mercado porque la preocupación se sostiene hasta después del 2019. Si Mauricio Macri no es reelecto, ¿qué garantías existen de que no habrá un default en 2020? La pérdida de credibilidad es una consecuencia lógica, pero el problema es aun mayor cuando el mercado de deuda local es pequeño para financiar el déficit, y los mercados internacionales se retiran de los emergentes ante subas continuas de tasas en Estados Unidos.
Por estas horas el gobierno trata de resolver la imagen improvisada que dejó con los últimos anuncios. El lunes se anunciaría una reducción del número de Ministerios a la mitad, de 20 a 10, lo cual reduciría la estructura del Estado. Cambiarán algunas caras y se anunciarán recortes presupuestarios, como por ejemplo en obra pública. El objetivo es reducir la dependencia de este financiamiento externo, cuando comprendimos que esto compromete el modelo económico y las posibilidades de reelección del oficialismo. Simultáneamente Dujovne viaja a Washington para buscar apoyo financiero y quizás algunas variantes al acuerdo con el FMI.
Un segundo problema, ahora de carácter económico, es que hace algunos meses que la economía ya está en estanflación (recesión + inflación). Y mientras Caputo, el reemplazante de Sturzenegger en el Banco Central, contrae la oferta monetaria para contener la inflación, la actividad económica se contrae todavía más.
Se creía que la recesión terminaría a fines de 2018 y habría un rebote y recuperación en 2019. Pero la crisis cambiaria no se detuvo, y los plazos empiezan a correrse peligrosamente para Cambiemos. El escenario “optimista todavía se mantiene, porque es posible que esta devaluación tenga un rebote y recuperación del salario real y del consumo en 2019, además de la llegada de divisas por cosecha y turismo, pero será fundamental observar en qué mes se inicia el rebote para analizar las posibilidades ciertas de Cambiemos en la reelección.
Me parece que los desafíos que enfrenta Cambiemos son demasiado significativos para poner la mente en las elecciones. Mucho más fértil sería que concentre su atención en resolver los desequilibrios económicos. Que complete su mandato sentando las bases para iniciar un proceso de crecimiento genuino, es quizás todo el aporte que podemos pedirle. No será la primera vez que el gobierno electo que enfrenta tamaños desequilibrios, no sobreviva a los ajustes implementados. El costo social es demasiado alto, para que el electorado mantenga el apoyo, y más aun cuando se demoró tres años en implementar las medidas necesarias.