Adiós otra vez, educación financiera
El país necesita inversión. Y la inversión, ahorro. Pero la realidad hizo fracasar otra vez las buenas intenciones.
- Papá, con la plata que me regalaron, ¿me conviene guardarla o comprar dólares?
- Si la guardás, como las cosas aumentan y tu plata no, después es como si tuvieras menos plata. Y con los dólares, vas a tener la misma cantidad de dólares. Si la ponés en un plazo fijo, el banco te da algo más de plata. Y después probamos otras cosas para que veas cómo funcionan.
- ¿Y cómo hace el banco para darme más plata?
- Le presta a alguien tu plata, por ejemplo una empresa que la necesita, y cobra por eso. Y una parte la usa para pagarte a vos y que tengas ganas de dejarla.
Otro diálogo:
- Cobre algo, no mucho, de una herencia. ¿Compro dólares, saco un plazo fijo?
- Podés. Pero mejor comprar Letes, que son seguras y te dan una renta en dólares. O algún bono que tenga liquidez. No es muy complicado y seguro ganás incluso después de la comisión que te cobran.
Inútil. El esfuerzo casero por aportar mínimamente a la educación financiera se dio otra vez a las patadas con el país. Pareciera que cualquier esfuerzo es infructuoso.
La Argentina necesita inversión. Lo escuchamos hasta el cansancio. Y existe una identidad entre inversión y ahorro. Para invertir, el dinero que no sale de ahorro interno viene de afuera: deuda. Y como el ahorro interno se cae una y otra vez, deuda.
Ese ahorro que no hacemos es, por ejemplo, ir armando "un canuto" para la jubilación. Cuando sobra un mango, ver en qué invertirlo y no salir a gastarlo porque mañana no vale nada. En una simplificación, ese ahorro que da algún interés en un banco, un título público, una acción, un fondo común, sirve para fondear alguna inversión. Del otro lado, es un préstamo para que algo funcione: una empresa que se crea o se amplia, un camino que se construye.
En los últimos años hubo, nuevamente, un intento por ampliar la educación financiera. Esta vez fue desde el Banco Central. En el sitio web del BCRA todavía están publicados los primeros documentos de esa iniciativa.
No es una idea nueva: en 1915, el entonces presidente Victorino de la Plaza promovió la Caja Nacional de Ahorro Postal. Fue un intento por educar a los chicos en el ahorro: juntaban estampillas que pegaban en una libreta y que sellaban por el valor equivalente como certificado de depósito, para retirarlo cuando fueran mayores. Devaluaciones mediante, a la mayoría no le quedó más que la libreta como un recuerdo.
Los que son algo más jóvenes, pero no tanto, sufrieron el Rodrigazo; luego vinieron más devaluaciones y años de inflación desbocada, la "tablita de Martínez de Hoz" y la 1050, las hiperinflaciones de 1989 y 1990, el plan bonex, la crisis del 2001 con pseudo monedas, pesificación asimétrica, corralito y corralón, depósitos con tasa real negativa, el cepo del kirchnerismo con sus múltiples tipos de cambio y, otra vez sopa, devaluación, inflación de más del 50%, controles cambiarios, un virtual default selectivo de títulos públicos y normas que golpearon a los Fondos Comunes de Inversión (que administran un capital 80% menor que en 2018).
Parece que no nos conformamos con crisis en las que durante algunos trimestres se estanque la economía, se devalúe un poco el peso o varíen ligeramente las tasas.
"Dólares y ladrillos", me decían los más grandes, "son la única forma de cuidar la guita en este 'ispa'".
No. Al final con los ahorros compró dólares. Y la plata de la herencia no la metió en Letes ni en un título público. Lo peor es que fue bueno para sus finanzas que no lo hicieran.
El país necesita inversión. Y la inversión necesita ahorro. Hace falta educación financiera. Qué lástima partir por enésima vez desde cero.