
Son las cinco y media de una tarde calurosa del verano porteño. La avenida Corrientes se ve desolada. Georgina Barbarossa llega temprano al teatro. Le gusta eso. Entra, con su energía arrolladora, y baja directo al camarín, en las entrañas del Astral. Es allí donde se va dando la transformación, al mismo tiempo que la charla. Hay fotos familiares y un elefantito sostiene un sahumerio. Hay bijou que usa en la obra, el típico espejo XL, todo un muestrario de pinceles y un set de maquillaje. Completa la escena un plato con trocitos de pomelos: “Este es mi almuerzo , confiesa la actriz que protagoniza Lord, el musical junto con Pepe Cibrián Campoy.
“Pepe es mi hermano, mi padre, mi hijo, mi nene. Siempre digo que, menos sexo —hasta ahora (se ríe)—, tuvimos de todo. Vino a mi casamiento con Vasco —bueno, fue un ‘juntamiento’, porque en esa época él ya estaba separado pero no existía el divorcio— y al nacimiento de mis hijos. Nos acompañamos en las buenas y en las malas, en las pérdidas, en los fracasos, en los momentos duros... Siempre estuvo a mi lado y yo a su lado. Nos amamos. Hay un profundísimo respeto. Y es una de las personas a las que, cuando algo no me gusta, se lo digo. Él preferiría que no lo hiciera, pero me escucha , resume, entre carcajadas, el vínculo que los une desde el ’82.
Es un inicio de año atípico en su carrera...
Sí, es muy atípico en todo sentido. Primero, porque hacía muchos años que venía haciendo temporada en Carlos Paz o Mar del Plata y no en Buenos Aires, ya que me gusta y necesito estar en contacto con la naturaleza. Pero, además, es muy atípico porque estoy trabajando con mi Pepi, con quien somos amigos hace casi 40 años: él me descubrió y me trajo a la calle Corrientes.
En Lord se plantea que es tan importante tener un buen estar como un buen partir. ¿Comparte esa idea?
“Tengo mala prensa , dice Lady Parca, uno de mis personajes. Creo que es horrible cuando se da como una tragedia, como fue el caso nuestro cuando asesinaron a Vasco (NdR: Miguel Ángel Lecuna, empresario, fue apuñalado por ladrones que abordaron el taxi en que viajaba en 2001). ¡Pero lo normal es morirse! En realidad, esta obra es un canto a la vida, porque habla del buen vivir y de todo lo que uno puede hacer para transformarse y tener un buen morir también. Podrás creer en distintas religiones, podrás creer en la reencarnación o en un cielo... Pero si escuchás a Jean Pierre Garnier (NdR: Físico francés autor de la teoría del desdoblamiento del tiempo y el espacio) o a otros científicos que hablan de biodecodificación o de física cuántica, entendés que esta energía a algún lado tiene que ir. Creo que es muy interesante, especialmente para los que fuimos criados con una educación católica apostólica romana según la cual te enseñaban que estabas en pecado mortal e ibas a quemarte en el infierno... Cosas tan absurdas, tan antiguas, pero que explican el miedo de la gente a la muerte. Por eso, cuando Pepe habla de La Parca desde una mirada tan alegre, me encanta. Ya antes de que se muriese Vasco le dije a mis mellizos que, cuando me llegue, tienen que hacer una fiesta. ¡Hasta tengo grabada en mi iPad la música que quiero que pongan! Quiero descontrol, bebidas y que se diviertan, como en otros países.
¿Nunca le temió a la muerte?
No, nunca. Es que estoy segura de que hay algo mejor. Y de que me voy a encontrar con Vasco, con mi padre y otra gente que amo. ¡Estoy segurísima! De hecho, cada vez que salgo a escena invoco a mi papá, a Vasco, a La Campoy, a Niní (Marshall), a Aída y Jorge Luz. Sí tengo mucho miedo a enfermarme, por eso hago medicina preventiva, como sanísimo y me cuido mucho. No quiero sufrir. Me encantaría irme como Marlon Brando en El padrino, sacando tomates en la huerta. Va tener que ser en Villa Giardino (ríe). O en el teatro. ¡En el escenario sería genial! Sí, sí: sería un embole para el público, ¡pero qué recuerdo, eh!
Hace 16 años, su marido fue asesinado en un robo en la vía pública. Desde entonces, apoya a ONGs vinculadas con las víctimas de la inseguridad. ¿Qué opina del proyecto oficial de bajar la edad de la imputabilidad?
Me parece una estupidez si piensan que con eso van a solucionar la inseguridad. Porque creo que hay que ir muchísimo más profundo. Primero tenemos que hablar de esos chicos que están subalimentados y son analfabetos, tenemos que hablar de lo importante que es la cultura del trabajo... Y del narcotráfico. Para esos chicos que salen a robar, la vida no vale nada porque saben que se van a morir jóvenes. Entonces, que la edad de imputabilidad sea 18, 16 ó 14, les da igual. Además, tenemos que hablar de las cárceles. A pesar de que liberaron a los asesinos de mi marido por buena conducta —que sería otro tema de debate—, creo que hay que construir cárceles dignas para no tratar a la gente como bestias. ¡Porque salen de ahí con más ganas de drogarse, matar y robar! Si les diésemos prisiones dignas, tendríamos oportunidad de lograr que, de alguna manera, reparen el daño que han hecho a la sociedad. No me van a devolver a mi marido y padre de mis hijos, pero sí pueden hacer rutas, pintar colegios o arreglar los hospitales, que son un desastre. Por eso, creo que cambiar la edad de imputabilidad no va a solucionar nada.
La versión original de esta entrevista fue publicada en la edición 187 de Clase Ejecutiva, la revista lifestyle de El Cronista.













