Cuando se realizó esta entrevista -una fría, gris y lluviosa tarde de mayo-, faltaban tres semanas para el soleado martes 10 de junio en el que la Corte Suprema de Justicia de la Nación confirmó la condena a seis años de prisión deCristina Elisabet Fernández, viuda de Kirchner, por administración fraudulenta en perjuicio de la Administración Pública en la causa popularmente conocida como "Vialidad". "¿Ya te cayó la ficha que, si Cristina va presa, es por lo que iniciaste vos?", curioseó este cronista, sobre el final de la distendida charla. "Nunca lo hice con esa intención. No busqué que vaya preso nadie", respondió rápido. "Hice un montón de denuncias que firmé. Entre ellas, esta. La corrupción es el óxido de la economía y no sé si todos lo terminan de ver", amplía. "El hecho de haber pasado por ahí, haber dejado una huella, es importante", reconoció.
Javier Iguacel, el director Nacional de Vialidad que, en 2015, empezó a juntar, papel tras papel, los granos de arena de los US$ 1000 millones otorgados en obra pública a Austral Construcciones y otras empresas de Lázaro Báez, hoy, no mira hacia atrás. Luego ministro de Energía, después intendente de su pueblo, Capitán Sarmiento, y frustrado precandidato a gobernador de Buenos Aires, asegura que, para él, la política "es un capítulo que está hoy en el libro del recuerdo".
Por estos días, escribe otras páginas. Hasta minutos antes, había estado analizando datos con un equipo joven, muy joven. Miraban en pantallas información sobre los campos convencionales que su empresa, Bentia, empezó a operar en Neuquén. Así se llama su presente: Bentia Energy. Significa "bendita tierra" y es el start-up que Iguacel -CEO de Pluspetrol en su vida previa a 2015- formó con Ingeniería SIMA y TB Cargo para participar en el Plan Andes, el programa con el que YPF desinvirtió en campos maduros. Bentia compró siete áreas en Neuquén, en las que invertirá US$ 150 millones durante los próximos 10 años, no sólo para mantener los actuales niveles de producción de esos campos, sino también para explorar oportunidades en Vaca Muerta y sondear, también, proyectos de generación eléctrica. "En todo lo que tenga que ver con la tierra, con los productos que da la tierra, y convertir eso en energía, vamos a estar actuando", define.
¿Qué es Bentia?
Bentia es una compañía que surge para ocupar un lugar en el desarrollo de energía de la Argentina, que es necesario en esta transición hasta que el país pase a ser un verdadero player mundial. En esa transición, en la que ya estamos, las grandes compañías van a dejar (han dejado y van a seguir dejando) cosas más pequeñas que, por ahí, no son su foco. Nosotros entendemos que, haciendo las cosas con eficiencia, con ingeniería de última tecnología, se puede maximizar eficiencia y, a partir de ahí, tener rentabilidad, reinvertir y poder sumarse un poco más rápido que el resto a este proceso, a esta historia nueva de la Argentina, de ser proveedor mundial de energía. Arrancamos por estos campos maduros. Pero nuestra intención es crecer y que la compañía sea una más del ecosistema que le hace tanto bien a la Argentina: generar trabajo y exportaciones.
¿Por qué el nombre?
"Bendida tierra". Creemos en honrar la tierra. Hay mucha hipocresía respecto del medio ambiente, del cuidado de la tierra. Nosotros creemos que explotarla con conciencia e inteligentemente les permite desarrollar a las generaciones actuales y a las futuras. La cuidamos realmente y no en los papeles.
¿Cómo y cuándo se gestó el proyecto?
Cuando trabajaba para Perez Companc, vivía en Rincón de los Sauces, Neuquén. Hacía ingeniería de reservorios y hacíamos 200 kilómetros para llegar. Era todo tierra desde Añelo, que había una estación de servicio y nada más. Yo decía que ahí tenía que haber un montón de petróleo y de gas. El otro día, mi mujer y mis hijos me recordaban: "¿Te acordás cuando decías que ibas a tener tu propia petrolera?". Así que, en la cabeza, ha estado siempre.
¿Por qué ahora?
No ha sido una obsesión de querer hacer eso y nada más porque, de hecho, disfruté mucho mi carrera en Pluspetrol y mi paso por lo público. Siempre me gustó rodearme de emprendedores, incluso, dentro de una organización. Se puede emprender en empresas, en el Estado, en el sentido de crear cosas nuevas, armar equipos... Siempre fue lo que me gustó. Cuando terminé con la intendencia, apunté a ser candidato a gobernador y quedé en el camino, dije: "Voy a volver al ruedo de lo privado". Arranqué viendo qué podía hacer y empecé a ayudar a algunos amigos que habían armado su propia consultora, Aleph. Ahí, me junté con los dueños de TB Cargo, que son mis socios en Bentia. Son súper emprendedores. Apareció lo de Andes y dijimos: "Es el momento de apretar el acelerador". Así que ahí arrancó.
Te habrías sentido incómodo con traje de consultor.
¡Nooo...! (exclama, sonriendo). Ni siquiera estaba de consultor; ayudaba. Nunca hubiera quedado. Pensábamos hacer cosas de M&A, que me gusta. De hecho, en paralelo, tuve muchos emprendimientos fuera de la industria del petróleo. Cuando me fui de Pluspetrol, puse una empresa de biodiesel. Nos fundimos antes de arrancar. Fue lo del campo. Mis socios eran del campo. Tuve que decirles que no sigamos: entre las retenciones y el curro que eran los cupos para biodiesel, me di cuenta de que nos íbamos a meter en un negocio en el que, para funcionar, había que estar acomodados y haciendo favores al poder político que no estaba dispuesto a hacer. Y eso que, todavía, ni soñaba estar en política. Ahí fue un fracaso; tuve que volver a la industria. También tengo un socio en un emprendimiento del agro, de donde soy. Y fuimos creciendo.
La pregunta es porque lo usual de un ex Ministro es que haga consultoría, asesoramientos y dé charlas.
Eso hubiese sido cómodo. Pero, a mí, me gusta crear valor. Generar valor. En Bentia, tenemos la oportunidad de crear valor haciendo proyectos que, por ahí, las grandes no harían. E, incluso, desarrollando zonas de Vaca Muerta que hoy nadie está viendo como posibles pero nosotros imaginamos que, con alguna tecnología o conocimiento, se pueden desarrollar.
Es decir, campos maduros fue una oportunidad; el objetivo de Bentia no es especializarse en convencional sino ampliar el scope.
Sin duda. Dentro de la energía, vamos a actuar en todos los rubros. Esta fue la oportunidad. Creo que se puede hacer todo. De hecho, es un diseño de compañía que estamos haciendo. Se puede tener una empresa de bajo costo de operación que pueda atender inteligentemente campos maduros y, al mismo tiempo, desarrollar shale en algún punto. Ofertamos en estas áreas de Neuquén porque veíamos ese potencial más allá del maduro. Había otras y no nos interesaron. Nos interesaron estas por eso. Que es algo marginal: nosotros estamos para cocinar el garrón, la punta de falda. El asado, el bife de chorizo, lo están comiendo otros. En algún punto, vamos a ver hasta dónde le ingenio y la capacidad nos permiten ir, probarlo y desarrollarlo. Con otra rentabilidad, que no es la del jamón del medio. Pero creemos que podemos tener algo de eso. También tenemos intenciones de ser generadores.
"En todo lo que tenga que ver con la tierra, con los productos que da la tierra y convertir eso en energía, vamos a estar actuando con Bentia".
¿Cómo es esa idea de entrar en electricidad?
Aprovechando el gas en proyectos de generación. En todo lo que tenga que ver con la tierra y podamos convertirlo en energía, vamos a estar actuando. Pero lo que sí queremos es darle mucha prudencia financiera a esto. Ser muy sostenibles en el sentido de que vamos paso a paso, con proyectos en los que nos podemos consolidar y tenemos un ebitda, un flujo de fondos, que nos permita ingresar al próximo proyecto.
¿Hay un timeline esbozado?
Tenemos un timeline de cinco años para estas siete áreas que le adquirimos a YPF en Neuquén. Es el tiempo en que deberíamos estar en un estado de proyectos implementados y arrancando la siguiente fase, que sería empezar a explotar Vaca Muerta. Eso no quita que veamos otros proyectos. Los estamos viendo. Vemos todo. Pero, hasta acá, vinimos descartando porque tienen que acoplarse o deberían poder hacerse en paralelo con lo que ya tenemos armado. No nos desesperamos por un proyecto nuevo. Tenemos mucho por hacer. Pero, a veces, aparecen oportunidades y, cuando el tren pasa, hay que tomarlo.
¿Las áreas en Neuquén son más petroleras que gasíferas?
Una buena pregunta. El norte de Neuquén, el clúster Rincón de los Sauces, es puramente petrolero. Y el clúster Huincul, al Sur, hoy es más gasífero: tiene la producción dos tercios de gas, uno de petróleo. Eso, en términos de volumen. En facturación, es mitad-mitad (los líquidos valen más). Y tiene un potencial, también, equivalente, en el que las dos cosas se desarrollarán más o menos parecido. Así que tanto el presente como el futuro es petrolero en el norte y, en el sur, más gasífero que petrolero.
¿Qué producción tienen y a cuánto podrían crecer?
Neuquén Norte está en 2200 barriles diarios de petróleo, más o menos. En el convencional, nada más que con detener la declinación y mantenerlo en ese volumen, ya es un buen negocio; aspiramos a eso. Tenemos planificadas algunas perforaciones que pueden dar resultados que, de ser buenos, pueden incrementar la producción un 20 o 30 por ciento. Pero es más condicional. Apuntamos a llegar a los 2400, 2500 barriles, y mantener esa producción lo más que podamos.
¿Y en el sur?
Mantener la producción de unos 400.000 metros cúbicos de gas por día y 150 m3 de petróleo. De ahí, llevarla a 200 de petróleo, 450.000 de gas y mantenerlas la mayor cantidad posible de tiempo. Si, en lo que hoy tenemos apenas visualizado, Vaca Muerta funciona, es otra película; otra escala.
¿En Vaca Muerta ves más potencial en qué?
En el norte, puro petróleo. En el sur, mezcla.
Cuando el CEO de YPF, Horacio Marín, lanzó Andes, explicó que era para dejarle esas áreas a empresas más especializadas, que pudieran darle valor agregado. ¿Qué valor agregado puede aportarles Bentia?
El primero es que, para nosotros, mantener la producción en estos niveles ya es un muy buen negocio. Estamos implementando proyectos de workovers, de reparaciones de pozos, que YPF ni miraría, nunca les pondría tiempo. Después, en el norte, si bien es petrolero, tiene potencial de gas pero no hay mercado. Entonces, necesitamos monetizar ese gas. Entonces, estamos viendo generación eléctrica y, para eso, traer turbinas pequeñas, entrar al Sistema Interconectado y vender 5 megas. Para nosotros es un montón; para YPF Luz, es nada. Tenemos que hacer un proyecto para traer alguna tecnología de pequeña escala, para 200.000 m3 por día. YPF, en cambio, piensa en una mina, en grandes plantas... Nosotros, con un equipito que traigamos de China, lo podemos hacer. Ahí, con los equipos, también tenemos otra ventaja.
¿Cuál?
YPF tiene grandes contratos de compresión, uno o dos para toda la Argentina. Y los reparte con el mismo criterio entre todos sus yacimientos. Nosotros estamos cambiando a electrocompresión, que es mucho más eficiente y nos cuesta la mitad. Para YPF, cambiar por un solo yacimiento un contrato para toda la Argentina no tiene sentido. Para nosotros, sí. La suma de todas esas cosas es lo que hace la diferencia. Es absolutamente entendible que YPF no le ponga foco a esto cuando hace dos pozos en Vaca Muerta y saca una producción enorme. Pero, para compañías como nosotros, es el día a día.
El compromiso de inversión es de US$ 47 millones en tres años, dentro de un plan de US$ 150 millones a 10. ¿Cómo se financia?
Todo lo que comprometimos es inversión que podemos hacer a partir del propio flujo de fondos que genera que estos activos sean operados con eficiencia. Nuestro primer objetivo es reducir el opex, el costo operacional, entre un 30 y un 50 por ciento, haciendo reingeniería. Por ejemplo, la compresión: en vez de un contrato marco gigantesco con motores térmicos, pasar a electrocompresión con proveedores locales, que fabrican en la Argentina y tienen otro costo. Lo mismo con el equipo de intervención de pozos. Había un equpo para pulling, otro para workover. Hicimos lo mismo: diseñar un equipo único, que nos permita hacer las dos cosas. Nos baja el costo notablemente. Esa reducción de costos genera un ebitda que se puede reinvertir. Si estas inversiones son positivas, nos generan más flujo. La idea es continuar ese esquema de reinversión en el convencional.
¿Y en el no convencional?
Vamos a hacer una reactivación de pozos que fueron perforados y abandonados. Creemos que se los puede recuperar con poca plata, en términos petroleros. Si se recuperan y son buenos, vamos a tener que buscar cómo asociarnos, cómo incorporar capital, que tome riesgo junto a nosotros para el desarrollod e Vaca Muerta. Ahí sí, ya es otra cantidad de dinero. No se lo banca el flujo.
¿Es fácil encontrar el capital humano para arrancar una petrolera de cero?
Es una buena pregunta. Parece mentira. Pero hay más gente ofreciéndonos dinero. Vienen con propuestas y fondos, y nosotros, con mucha prudencia, decimos: "Pará, tranquilo, todavía no". Más de eso que lo disponible, prima facie, de recursos humanos. Pero es lo más divertido, ¿no? Porque, en definitiva, la compañía es la gente que la hace. Por suerte, mucha gente se quiere sumar. Muchos jóvenes porque les fascina emprender, arrancar con algo 0 km. Nuestra llave, un poco, es esa: si entrás a una gran compañía, vas a estar mucho tiempo llenando planillas; acá, hay mucha capacidad, toma de decisión y el aprendizaje uno a uno, directo, sin intermediarios con los que ya venimos de mucha historia. La relación es muy chata. La idea es que tomen decisiones rápido.
¿Qué otras cosas están viendo en energía?
En el futuro, la Argentina va a crecer más allá de Vaca Muerta, a otros shales. Sigue habiendo campos maduros que se están desarmando en otras provincias. En algún momento, no le vamos a hacer asco a la minería relacionada con la energía. De hecho, mis socios hoy tienen equipos perforando litio en el Norte. Pero eso ya es más para adelante. Hoy, nos concentramos en esto. Tenemos proyectos, mínimo, para cinco años con lo que tenemos. Pero, si aparece algo que sea muy adaptado a esto y no nos quita el foco, lo vamos a agarrar. Después, veremos: esta compañía es para que dure 100 años, no cuatro o 10.
¿Por qué volver al sector privado con un start-up y no como ejecutivo en una empresa consolidada?
Primero, porque es más divertido. Me divierte mucho más crear y poder llevar a la práctica el conocimiento que tuve en otras compañías y, también, en el sector público. El entendimiento de los dos sectores es clave. Hay mucho para hacer y está este espacio en el medio, entre las empresas que ahora están con grandes proyectos. La Argentina lo necesitaba y, para nosotros, es una oportunidad. Y, a mí, me divierte mucho armar equipos y construir algo. Esa es la razón. Obviamente, el premio es mayor si te va bien. Ponés un poco más el lomo. Siendo emprendedor, trabajás tres veces más que de consultor o jerárquico de una compañía ya establecida. Pero eso es lo que me gusta hacer. Nadie del equipo le hace asco a laburar.
"Ofertamos en estas áreas de Neuquén porque veíamos ese potencial más allá del maduro. Había otras y no nos interesaron".
¿Cómo ves el momento actual de la industria energética argentina?
Es un momento extraordinario. Hasta 2009 o 2010, no me imaginaba que la Argentina pudiera vivir un boom en el que empieza a ser protagonista. En el petróleo, a nivel regional; en gas, más que regional: un jugador de clase mundial. Ya cuando, en Pluspetrol, empezamos a estudiar Vaca Muerta y vimos lo que podía ser, lo visualizaba. Pero que eso se convierta en una realidad me costaba. Como ministro, ya creía que había que hacerlo. Empujamos para que eso suceda y hoy está sucediendo. Es como un sueño que se está haciendo realidad.
¿Te sorprende la velocidad con la que avanzan los proyectos? Por ejemplo, el oleoducto Vaca Muerta Sur, el proyecto de GNL...
Ahí está la topadora de Horacio Marín, que le metió quinta a fondo en YPF e hizo que avanzaran un montón de cosas. Pero llevó tiempo. Se fueron dando hitos. Uno mira para atrás, a 2008 y 2009, y la Provincia de Neuquén iba a Canadá a buscar inversores. Se dieron las primeras discusiones con los sindicatos y, estando yo en Pluspetrol, hicimos los primeros pozos horizontales. Después, como Ministro, armamos las mesas de Vaca Muerta. Pasaron muchas cosas. Pero, como todo, termina siendo exponencial: se van dando y no se ven hasta que uno se anima, después el de al lado, después el otro... Acá, lo que pasó es que la industria entendió que hay consenso político respecto a la energía. Eso, para mí, es clave y me siento orgulloso de lo que me tocó hacer en ese sentido.
¿Por ejemplo?
Me tocó encaminar el gasoducto. Lo terminó de hacer Alberto. Pero yo estaba en la gestión cuando dijimos: "Hay que hacerlo". Me miraban como si estuviera loco. También planteé la reversión del Gasoducto Norte. O el off shore: yo estaba al lado de Kicillof, apoyando que se haga la operación en Mar del Plata y el intendente, de mi propio partido, diciendo que no. Sin embargo, todo eso que, en otras áreas de la Argentina, son discusiones que nunca se terminan de zanjar, están zanjadas. Puede haber ideas distintas de cómo llevarlas a la práctica. EL RIGI nació con la Ley de LNG: tuve que ayudar a que nuestros diputados entiendan y aprueben una ley que estaba sacando Massa cuando, además, era candidato a Presidente. Sin embargo, salió en Diputados. No en el Senado. Pero, después, se convirtió en el RIGI, que es mejor.
¿Por qué es mejor?
Porque no es sólo para el gas o el LNG, sino para otras industrias. Con lo cual, volviendo al momento de la industria energética, entre que el recurso es world class y la Argentina ahora tiene ordenamiento macroeconómico, es como que todos los planetas se terminaron de alinear. No me sorprende. Es una industria que, en el mundo, cuando tiene que meter primera, mete y, después, no la para nada.

Días del futuro pasado
No está muy ornamentada la oficina, en el quinto piso del edificio de la Prensa Argentina, sobre calle Chacabuco. Pese a la intención de hacer base en Neuquén -donde alquiló una casa- y llevar mucha decisión al campo, Bentia la tiene en Buenos Aires porque, dice Iguacel, "el petróleo está en el Sur, pero Dios atiende en Buenos Aires". Sí hay muchos portarretratos, colgados de una pared y sobre una mesita, frente a su escritorio. Muchas fotos -casi todas-, vinculadas a hechos significativos; en su mayoría, inauguraciones de obras durante su gestión pública, tanto en Vialidad (2015-2018), como en el Ministerio de Energía (2018) y la intendencia de Capitán Sarmiento (2019-2023).
¿Se ven distintos los negocios después de haber pasado por la función pública?
Cien por ciento. Tuve un crecimiento enorme como persona y profesional. Por haber estado en Vialidad, por la lucha contra la corrupción; por haber estado en el Ministerio, como intendente... Poder entender la demanda de la gente, la demanda de la política, la lógica de la toma de decisiones... Eso fue clave, también, para poder emprender ahora con más seguridad y, también, con más paz. Porque me siento en paz conmigo mismo por haberme involucrado como ciudadano y de haber dejado todo en la cancha. Con algunos goles metidos y algunos penales pifiados también. Me da mucha paz. Es como que estoy seguro, tranquilo. Y con ese conocimiento adicional.
"El sector energético argentino está en un momento extraordinario. Hace 15 años, no imaginábamos que podría ser protagonista regional o global".
Hay gente, mucha, que suele penar por lo ingrato que es el paso por la política.
Para mí, el balance es 100 por ciento positivo. No podría listar cosas que no hubiese hecho. Aparte, quien se involucra sabe que, en cualquier lugar, tiene problemas. No veo esa ingratitud. Lo que más rescato hoy del paso por la política es el cariño de la gente de mi pueblo. Y mucha gente de la provincia de Buenos Aires que todavía me para y me pide que vuelva. Después, de la función pública, tuve todo este aprendizaje de entender todo.
¿Qué se aprende?
En Vialidad, estábamos todo el tiempo con todos los gobernadores, que necesitaban obra pública. Eso me permite ver cosas que, por ahí, el que recién arranca no las termina de ver. Como liberal, entiendo la importancia del sector privado y la mochila que puede ser el Estado cuando se entremete y hace cosas que no tiene que hacer. Aun así, entiendo el valor de lo público. Siempre lo entendí. Pero, al haberlo vivido, al ver lo que significa hacer una autopista, ver lo que significa promover obras o proyectos que les facilita la vida a la gente o, incluso, le permite al sector privado producir mejor, gané un balance. Aparte, lo que sí me pasó es que sé que se puede hacer todo.
¿Por ejemplo?
Cuando eliminé 120 impuestos y nadie hablaba de eliminar impuestos en un pueblo. La política no la veía ni de cerca y funcionó. Y, ahora, le funciona al Gobierno nacional. Yo no tenía dudas. Se lo decía a Sturzenegger, a todos. Va a andar. Pero va a andar porque, hoy, la gente puede pagar cinco y paga cinco. Si le pedís que pague 10 y su capacidad de pago es cinco, es imposible. Si ponés a toda la economía en blanco, se funde. En cambio, si le decís que, en vez de 10, tiene que pagar cinco, conceptualmente, metés a mucha más gente adentro. También me decían: "No se puede luchar contra la corrupción". Pero le puse el gancho a las denuncias y, hoy, hay consecuencias. Hubo consecuencias. Es mentira que no se puede. ¿Tenés que pelarla? Un montón. ¿Tenés que ir a fondo? Sí. ¿Tenés que aguantarte los dardos del contrincante político? Y... sí. Pero, si estás limpio y no tenés problemas...
Es muy fuerte la condena a Cristina, por todo lo que significa.
Eso es lo más trascendente. Un factor clave para que tengamos un país próspero es eliminar el sistema crónico de corrupción enraizada. No digo que nunca vaya a haber corrupción porque siempre la habrá. Como hay ladrones. Pero, si a un ladrón, lo atrapás, lo juzgás y le hacés cumplir la condena, habrá menos y el resto de la sociedad va a confiar. Lo mismo pasa con la corrupción. Para mí, el tema es qué pasa de acá para adelante. ¿Alcanza una macroeconomía ordenada? No. ¿Alcanza con una macroeconomía ordenada y buena infraestructura? No. ¿Alcanza con una macroeconomía ordenada, buena infraestructura y muchos emprendedores? Tampoco. Tenés que tener un país sano, donde haya confianza. Y la confianza no se genera en un entorno donde la corrupción es lo que les permite a unos ganarles a otros. Necesitás un país donde haya confianza en todo sentido. No sólo porque el Estado te dé un buen trato, sino porque la sociedad confía entre sí: privado con privado, privado con el Estado, Estado con privado, Estado con Estado... Creo que la sociedad lo entendió.
¿Por qué lo creés?
Porque, más allá de cómo se vote, las encuestas muestran que la gente reconoce a la corrupción como uno de los principales problemas sistemáticos que tiene la Argentina. Eso, para mí, fue un cambio. Antes de 2015, no figuraba. Ahora está en la cabeza. Si, después, se termina en elegir a gente que lleve adelante las buenas prácticas de eliminarla... Pero, por lo menos, está en la cabeza de la gente. Para mí, eso fue un hito.
¿Qué te gusta y qué no te gusta de este gobierno?
Me gusta toda la desregulación que está haciendo, el orden macroeconómico y el foco que se pone en eso. Sin eso, no hay más nada. ¿Qué más se puede hacer hoy? Tiene el foco en lo que hay que hacer primero: ordenar la macro, resolver el sistema financiero, que estaba enredadísimo, y desregular todo lo que se pueda. Hoy por hoy, está el 100 por ciento del tiempo ocupado en eso. Es lo que tiene que hacer. Después vendrá la fase 2, de empezar a pensar en la infraestructura, cómo hacerla... Llegará. Veremos. Pero, hoy, me parece que está muy bien desde el punto de vista de cómo heredó el país y lo que está haciendo para ordenarlo, reducir la pobreza y, por lo menos, generar las condiciones para que existan emprendedores.
¿Y lo que no te gusta?
No podría decir... (piensa). De vuelta: no le podés pedir más. Después, algo que capaz que lo está haciendo y no lo sé. Pero me parece que le falta un armado de futuros dirigentes. Un plan de sucesión: cómo hacemos para que esto dure 20 o 30 años, que se sostenga en el tiempo. La batalla cultural está. Pero tiene que seguir con otro y, después, con otro. Posiblemente, se esté haciendo. Desconozco. Pero eso me parece clave. Si no, es como todo: se interrumpe. Termina el faro, el líder que lo está haciendo, y volvemos para atrás. Sería una pena.
¿Cómo ves lo que pasa en el PRO?
Estoy afuera, no estoy en política. Pero debería reflexionar por qué se llegó a donde se llegó. Quizás faltó eso: faltó elegir mejor a los sucesores, armar un mejor plan de largo plazo. Tomar decisiones que habrían sido incómodas. Pero, también, era difícil, ¿no? Era otro país. Juzgar las decisiones que había que tomar en 2016 es fácil con la realidad de hoy. Pasó mucha agua debajo del puente. Hoy, la sociedad tomó consciencia de cosas que, en ese momento, no era consciente. Había mucho por hacer.
"Tomar decisiones difíciles". Te tocó comerte muchos sapos en Energía...
Hoy se están viendo los beneficios de eso. Pero esos cambios se hicieron en ese momento. Pero sí, hay mucho para reflexionar. Toda esa impronta de gente nueva se fue perdiendo y quedaron más o menos siempre los mismos. A la gente le gusta cambiar: la misma idea pero con gente nueva.
¿Capítulo cerrado la función pública?
Es un capítulo que está hoy en el libro del recuerdo. Me gusta la política y me gusta poder colaborar si me piden opiniones, ayuda, dar recomendaciones. Cada tanto le escribo a Sturzenegger como cualquier ciudadano. La ventaja es que le puedo escribir directo. Al que me llama, le hago llegar la planillita que armó de cómo va a desregular. El otro día, había uno que estaba con un tema de carnes y le pasé: "Este es el sistema corporativista de cinco vivos que no están dejando avanzar a un montón de emprendedores". Me gusta colaborar. Lo haría con cualquiera que me lo pida. Pero hoy no estoy pensando en ningún cargo político.
Quisiste ser gobernador, no pudo ser. ¿Y que esa espina haya quedado clavada y, en 10 años, te la quieras sacar?
(ríe) No te lo puedo decir porque, 10 años antes de entrar a la política, ni pensaba que iba a entrar. Así que, conociéndome, todo puede pasar. Pero, hoy, no lo estoy pensando.
Si tomaras un café hoy con el Iguacel CEO de Pluspetrol, ¿qué le dirías?
Metele para adelante. Hacé lo que estás pensando. En ese momento, era la duda: "¿Me involucro, no me involucro? ¿Dejo el sector privado, lo cómodo que estoy, y me meto en política?". Me daría la seguridad de decirle: "Dale: metele para adelante. No lo dudes".
(La versión original de esta nota se publicó en la edición número 378 de la revista Apertura, correspondiente a junio de 2025)















