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Brasil y México, las dos economías más grandes y pobladas de América Latina, avanzan en una alianza que coloca a la región en una posición inédita frente a las grandes superpotencias. El entendimiento combina coordinación política, comercio, energía, defensa y diplomacia multilateral, con un objetivo central de ganar autonomía y capacidad de negociación global.
La alianza de América Latina que hace temblar a las grandes superpotencias
Brasil y México concentran mercados internos gigantes, liderazgo industrial y proyección diplomática. Juntos, representan una masa crítica capaz de influir en cadenas de suministro, acuerdos comerciales y posiciones comunes en foros internacionales. La cooperación reduce dependencias externas y fortalece una agenda latinoamericana propia.
La alianza no busca confrontación directa, pero eleva el poder de negociación ante Washington, Pekín y Bruselas. Para Estados Unidos, implica tratar con un bloque regional más coordinado; para China, un socio que coopera sin alinearse de forma automática; para Europa, un interlocutor con escala y estabilidad.
El mensaje es claro: América Latina quiere sentarse a la mesa con voz propia.

Los ejes de la alianza más temida
El acercamiento se apoya en pilares clave: mayor integración comercial, coordinación en energía e infraestructura, diálogo en seguridad y defensa, y una postura más activa en organismos multilaterales. También hay sintonía en impulsar la industria regional y proteger sectores estratégicos frente a shocks externos.
Brasil y México comparten una visión pragmática de dialogar con todos, no quedar atados a un solo bloque. Esa flexibilidad, cooperar con distintas potencias según intereses, es lo que convierte a la alianza en un factor que desafía el orden tradicional, históricamente dominado por relaciones bilaterales asimétricas.













