Las recetas del creador de Williamsburg y otros emprendedores para volver a levantarse

Lo importante de caer es levantarse, y eso es justo lo que hicieron estos emprendedores, quienes recuerdan sus inicios. Cuáles fueron los errores y aprendizajes de generar un negocio, no encontrar el éxito y volver a empezar.

El camino al éxito tiene subidas y bajadas

DMO Design Company es una empresa de 10 personas que brinda servicios de innovación y diseño 360º, desde la idea hasta la implementación. Hace 10 años, cuando comenzó a trazar la expansión internacional, se preparó para obtener inversores, poder escalar y potenciar el crecimiento.  

"No fue un proceso fácil pero sí muy enriquecedor. El mayor insight fue que los servicios son muy difíciles de escalar y teníamos que pivotear nuestro negocio del modelo de servicios a un modelo de desarrollo de producto, si queríamos escalar de manera más rápida", recuerda Martín Boschetti, cofounder de DMO design company.

El ejecutivo cuenta que uno de los mayores aprendizajes fue el hecho de darse cuenta de que no podría escalar ideas de negocios teniendo pequeños porcentajes de participación y sin una espalda financiera para invertir a dos o tres años hasta lograr el market-fit

"Allí decidimos hacer un spin-off en pharma, bajo un modelo de sponsorship con la suiza Novartis y creamos Clonify", subraya Boschetti y destaca que aprendieron mientras hicieron y probaron; tomaron los riesgos y se desafiaron como empresa.

Un tropezón no es caída

 

Ecosan comenzó con un solo empleado, hoy trabajan allí 230 personas, y según las obras que deban hacer, pueden llegar a ser 800. Esta pyme se inició con el alquiler de baños químicos. "Aquel entonces ni siquiera existía ART, por lo que tuvimos que hacer un trabajo de hormiga para convencer a la gente de que era un beneficio", cuenta Juan Pablo Rudoni, presidente de Ecosan, y comenta que, cuando trajo los primeros baños, lleno de entusiasmo, un constructor italiano le preguntó qué era el artefacto que buscaba comercializar: "Le expliqué que era un baño químico, que ayuda a la higiene y a la productividad de la gente. Su respuesta fue que ellos lo solucionaban con un pozo y cal, que mi idea era un fracaso".

Rudoni estuvo tres meses con los primeros artefactos, una camioneta y un chofer antes de poder alquilar el primero. Lo logró en una obra que era un sótano, pero el baño químico no entraba. "Eran tantas las ganas de avanzar que lo desarmamos todo para hacerlo entrar y lo volvimos a armar. Nuestro inicio tuvo más de un tropezón, pero a partir de ahí fuimos dando paso a paso", rememora. 

Falta de timing

 

Alejo Pérez Zarlenga fundó Williamsburg, la hamburguesería que en 2017 ganó el premio a la mejor hamburguesa de la Ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, el camino al éxito requirió de fracasos, aprendizajes y ganas de volver a emprender. Antes de abrir su primer local de hamburguesas, Pérez Zarlenga probó con los foodtrucks pero el momento no fue el indicado. "Nos perjudicó que no tuvimos el timing del negocio, porque después esta modalidad se instaló bastante en la ciudad y casi todos los fines se veían foodtrucks. Cuando nosotros lo hicimos, éramos cuatro o cinco y no había una normativa legal; era muy difícil tener laburo constante, un fin de semana nos iba muy bien y otros tres no recaudábamos nada", recuerda y compara que el momento que dejó ir su primera idea de negocio fue como un duelo: "Cuando se termina una pareja, tomás la decisión porque tenés muchas señales de que no va más pero tardás en dar ese paso porque depositaste muchas expectativas, ilusiones, amor y tiempo; pero llega un momento en que no queda otra que asumir el error y pasar a algo nuevo".

Pérez Zarlenga destaca que su primer emprendimiento tuvo un buen desarrollo de producto y de branding y que, a pesar de que tenía mucha aceptación, no encontraba dónde venderlo. "Estaba errado el modelo de negocio, pero eso fue lo que recogí para la segunda experiencia y encontré cómo corregirlo".

Corregir para ganar

 

"Uno de nuestros aprendizajes fue cuando comenzamos a trabajar en eventos. En ese entonces, nosotros llevábamos los baños químicos y les cobrábamos a las personas por el uso. No era para nada viable, más bien incontrolable. Planificamos una estrategia y decidimos que íbamos a hacer una prestación del servicio al organizador y que era este quien se debía hacer cargo de cobrar a sus clientes", comenta Rudoni y agrega: "Creo que el aprendizaje es que un éxito no es eterno, no es permanente y no se sostiene en el tiempo sin una innovación, sin generar desarrollos nuevos".

Para Pérez Zarlenga mucho tuvo que ver con la impunidad de la edad con la que empezó su negocio. "Si hoy me decís de hacer un negocio sin normativa legal, donde tenés que estar todos los días lidiando con permisos y política, no lo haría. En ese momento no tenía dimensión del riesgo ni en la que me metía", señala y explica que, de la primera experiencia aprendió a hacer negocios que lo representen. Creó un lugar al que le gusta ir, con la música que prefiere y un diseño acorde, un espacio que elige para todos sus días.

"Hay que ser fiel a lo que a uno le gusta, en la medida de lo posible. También aprendí de costos, del funcionamiento del negocio, porque antes era un outsider de la industria y me sorprendía, día a día, de sus dinámicas y operaciones. Si bien no me considero un experto, tampoco soy el de antes", detalla.

En el caso de DMO Design Company realizaron su propia transformación de negocio y se volvieron especialistas en diseño de servicios, facilitando workshops de innovación y design thinking para muchas corporaciones, además de que sumaron alianzas estratégicas en tecnología y desarrollo de software para ofrecer diseño de productos digitales.

"Tenemos 15 años de experiencia y supimos atravesar muchos desafíos estando en la Argentina. Decidimos apostar por lo que mejor sabíamos hacer, que es innovar y diseñar productos y servicios. Pasaron tres años desde Acelerar España y nos fuimos transformando mucho desde aquel entonces hasta haber logrado utilidades y resultado positivo", comenta Boschetti.

Apostar por la propia idea

 

"Un empresario vuelve a emprender porque es algo que lo tiene innato, es lo que le sale hacer. Estás pensando en qué cosas nuevas poder hacer, que se puede desarrollar, que mejorar. Tener una visión de eso es importante, y generar esos cambios llevan a que uno siempre esté pensando en los próximos pasos", especifica Rudoni.

Para Silvia Torres Carbonell, directora del Centro de Entrepreneurship del IAE, cuando las personas que emprenden inician sus nuevos modelos de negocio, no vuelven a cometer el mismo error de enamorarse de sus ideas, sino que se enamoran del problema que quieren solucionar.

"Lo estudian mucho más en profundidad, analizan varias propuestas de solución y usan los criterios de su propia experiencia para elegir las mejores. Por supuesto que deben hacer un muy buen diagnóstico de porqué fracasaron, un listado completo y cierto de los motivos y un buen detalle de las worst practices para no repetirlas", explica y agrega que, en la mayoría de los casos, la segunda vez que inician un negocio piden ayuda, no emprenden solos, escuchan y buscan mentores.

Además, Torres Carbonell destaca que quienes vuelven a pensar en una idea de negocio son personas en las que la resiliencia, la capacidad de superar obstáculos y el aprender de sus errores están presentes.

Asimismo, tienen una fuerte pasión emprendedora, que va más allá del proyecto que eligieron la primera vez, sienten vocación por crear valor y lo vuelven a intentar. "Lo que fracasa es el emprendimiento, pero no ellos como emprendedores. Y para eso es clave que en el fracaso hayan tenido actitudes correctas y éticas hacia sus colaboradores, inversores, proveedores y clientes. Aun cuando hayan tenido que despedir gente o dejar de pagar deudas, lo hacen como último recurso, toman las decisiones pensando en las personas y no se aprovechan financieramente de la situación", cierra.

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