

El sábado fue día de descanso para los competidores, que asentaron campamento en Salta. La capital norteña fue, además, escenario de despedida: en sus tierras finalizó el certamen en la Argentina. Hoy, los corredores cruzan a Bolivia y luego a Chile.
El día de recreo para los participantes del Dakar amaneció con algunas nubes, que poco a poco fueron copando el techo natural de los campamentos. El pronóstico había prometido, sin embargo, lluvia para el sábado. Y así fue: nubes espesas se adueñaron del cielo y el agua cayó copiosa sobre la capital norteña después del mediodía.
El campamento del Dakar es un lugar muy grande, con un edificio central que funciona como referencia de la organización. Al frente están ubicadas grandes carpas con mesas y bancos largos, en donde se sirven las comidas en los plásticos pero rigurosos horarios de la competencia: el desayuno es entre las 4 y las 7; el almuerzo entre las 12 y las 15: la merienda entre las 16 y las 18 y la cena entre las 19 y las 3 de la mañana. Los pilotos de todas las categorías y los equipos técnicos se sientan juntos, sin ninguna diferencia, a compartir las comidas.
Durante el día, los pilotos descansan y hablan con la prensa. Mientras tanto, los equipos de mecánicos se abocan a hacer los arreglos de los vehículos, alistándolos para la próxima largada. Los talleres con las herramientas están montados adentro de camiones, perfectamente ordenados.
“Yo creo que este año podemos decir que Argentina tuvo Dakar. Fue realmente difícil”, contó a Cronista.com el portugués Paulo Concalves, piloto oficial de Honda, que quedó afuera de la competencia en el cuarto día: su moto se incendió completamente y no tuvo forma de apagarla.
Mientras Paulo hablaba y contaba las expectativas del equipo de la marca japonesa –entre los que se encuentra Joan Barreda, segundo en la clasificación general hasta ahora–, tres oficiales de Aduana se acercaron al camión mecánico para hacer un operativo. “Lo que venimos a hacer es a ver que lo que esté declarado es lo que realmente hay en el camión”, aseguró el agente aduanero.
A lo largo de la tarde la lluvia no disminuyó, y el pasto fue convirtiéndose en un barrio arcilloso, y todos los que estaban dando vueltas tuvieron su propio “Dakar”: una de las frases más repetidas estos días fue “en un Dakar, todo puede pasar”.
Los pilotos de autos, a pesar de tener la “comodidad” de ir en un vehículo menos expuesto que la moto, también coincidieron con Goncalves en la rudeza de la competencia de este año. El Pato Silva, piloto de Mercedes Benz del Colcar Racing Team, aseguró que a pesar de estar “mejor preparado”, esta edición fue especialmente dura.
Detrás de los alambrados los fanáticos le gritan a sus ídolos. Muchos de ellos se acercan y les firman las remeras, conmovidos por la inclemencia del tiempo y la espera detrás de las rejas.
Todavía queda casi una semana para los que todavía siguen en carrera. En el descanso, en medio de los camiones, los autos y las motos, los pilotos parecen relajados. Será que por un día se pueden olvidarse de los esfuerzos y reiniciar las energías para encarar la etapa definitoria.













