

Una elección reñida también puede llevar a la desesperación en la capital de la democracia más poderosa del planeta. En las últimas horas, partidarios de Barack Obama y Mitt Romney llamaban por teléfono a algunos ciudadanos de Washington que creían que iban a votar en contra de su candidato y les mentían diciendo que el voto ya estaba hecho vía telefónica. Así buscaban que hoy no fueran a votar para sacar una última ventaja en esta pulseada que permitirá saber, poco antes de la medianoche, si el primer presidente negro de la historia estadounidense se queda por otros cuatro años en la Casa Blanca o si lo reemplaza un empresario millonario y mormón, por el que hasta hace un par de meses nadie daba un dólar y al que todos creían vencido de antemano.
Anoche, el final de la campaña ardía en los teléfonos, en la televisión y en las redes sociales. Pero las calles de Washington no mostraban demasiados signos de una contienda tan reñida. Apenas algunos carteles aislados de los candidatos y pocos autos en las calles, ya que los senadores, los diputados y todos los integrantes de esa maquinaria electoral que funciona en torno a los partidos Demócrata y Republicano están cada uno en sus distritos peleando los últimos votos. La batalla final está en los estados donde las encuestas son más apretadas. Ohio, Wisconsin, Colorado, New México, Florida, Illinois, Nevada, Virginia. Obama hacía tronar su voz ronca en la ciudad de Madison (Wisconsin), subido a la popularidad del rocker de las clases bajas, Bruce Springsteen, aquel de Born in the USA que lo empuja en la campaña. El mulato Barack, hijo de un negro con ancestros en Kenia y una mujer blanca a la que le dedicó sus triunfos, cerró su campaña ante una gran multitud apostando a una economía que no crece como se esperaba pero que tampoco está tan deprimida. El mandatario demócrata en funciones atrajo volvió a referirse al recurrente tópico de la campaña: quién puede hacer mejor las cosas en la economía. Intentamos con nuestras ideas, funcionaron. La economía creció. Creamos puestos de trabajo. Los déficits cayeron. Intentamos con sus ideas, no funcionaron. La economía no creció, no había tanto trabajo y el déficit subió, fue la síntesis final del demócrata.
El avión de Romney aterrizó en el último día en Florida, en Virginia, en Ohio y New Hampshire. Si creen que podemos hacerlo mejor, si creen que EE.UU. debería tener un mejor curso, si están cansados de estar cansados, entonces les pido que voten por un cambio real, fue su manera de pedirle a los estadounidenses que terminen con Obama.
Las últimas encuestas le dan una pequeña ventaja al actual presidente. Reuters/Ipsos dice que la intención de voto de Obama llega al 48% en todo el país mientras que ubica la de Romney en un 46%. En la misma línea está el sondeo más reciente de la cadena CNN, que pone a Obama con un 49% contra un 48% de Romney. ¿Alcanzan esos guarismos para decir que Obama será reelecto por escaso margen? Son varios los analistas consultados por El Cronista que creen que la ventaja del presidente estará en esos márgenes porcentuales pero que se estirará un poco más en el decisivo colegio electoral, que define estado por estado quién ganará la elección de hoy.
Los electores son 538 en todo el país por lo que Obama o Romney necesitan al menos 270 electores para alzarse con la victoria. Los cálculos que hacen los especialistas en Washington dicen que Romney arañaría los 240 electores y que Obama estaría cerca de alcanzar los 300, 65 electores menos de los que lo consagraron presidente hace cuatro años. Por eso es que ningún dirigente, ni encuestador ni consultor se arriesga a decir que una elección tan apretada como ésta puede darse por definida.
Diez mil kilómetros al sur del río Grande, Cristina Kirchner, Mauricio Macri, Hermes Binner, Julio Cobos y la mayoría de los dirigentes argentinos esperan secretamente que Obama logre sacarle a Romney esa pequeña ventaja que le anuncian las encuestas. Más allá de las diferencias políticas, todos ellos esperan que la locomotora de la economía estadounidense, aunque a paso de recuperación lenta, empuje así como está al resto del planeta. Un triunfo del republicano, con sus medidas conservadoras, con su mirada autoreferencial de la economía, con sus bravatas que suelen terminar en guerras, le pondría un color de incertidumbre a un mundo que hace tiempo no sabe de certezas.
Hay 315 millones de personas en condiciones de votar hoy en EE.UU. Los que lo hagan tendrán la última palabra.













