Transición energética en Argentina: ¿qué se necesita para materializarla?
Frente a los desafíos climático y energéticos actuales, es cada vez más necesario una transición energética hacia una matriz con fuentes de energías renovables. ¿Cómo llevarla a cabo? El rol del Estado y las posibilidades que brinda la eficiencia energética.
Distintos informes científicos publicados en los últimos años lo vienen anticipando: para evitar que el planeta se siga calentando y así frenar los peores efectos del cambio climático, se debe transformar la matriz energética actual. Es que los combustibles fósiles como el petróleo y el gas, materia prima de la matriz energética, liberan a la atmósfera gases de efecto invernadero, que son la principal causa de que el planeta se caliente y el clima se vea modificado. Temperaturas extremas, sequías, inundaciones e incendios forestales son algunos de los fenómenos que hoy se ven agravados por el cambio climático generado por el ser humano. En Argentina, algunos de sus efectos ya impactaron directamente en la economía, como en el caso de la sequía que dejó más de 20 mil millones de dólares de pérdida.
Se necesita una transición energética, es decir un conjunto de cambios en los modelos de producción, distribución y consumo de la energía para evitar las emisiones de gases de efecto invernadero. No hay una sola forma de hacerlo y distintos países han adoptado diferentes medidas. La buena noticia es que existen tipos de energías que no generan emisiones, como son las llamadas energías renovables, que provienen de fuentes como el sol y el viento, entre otras. América Latina es una región privilegiada en estos recursos.
Como parte del Acuerdo de París, Argentina se comprometió a limitar sus emisiones netas en 2030 a 349 millones de toneladas equivalentes de CO2 pero hoy está lejos de ese objetivo. Según un plan oficial de transición energética presentado a finales de junio 2023, Argentina aspira a generar el 57% de su energía eléctrica a partir de fuentes renovables para finales de la década y construir 5.000 kilómetros de nuevas líneas de transmisión.
Sin embargo, en pleno año electoral, cumplir con estos objetivos parece estar lejos en la lista de prioridades. Por el contrario, con la inauguración del Gasoducto Néstor Kirchner, la apuesta pareciera ser profundizar el modelo energético actual.
Un modelo concentrado, caro y poco soberano
"En Argentina no se ve que los líderes y tomadores de decisión tengan intención de empezar la transición sino al contrario, buscan la profundización del modelo energético que existe hace 50 años, un sistema energético totalmente concentrado tanto en lo económico y tecnológico", explica Gabriel Blanco, científico argentino que forma parte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y profesor de la Universidad Nacional del Centro (UNICEN).
"La matriz energética primaria en Argentina es en un 86% combustibles fósiles, el resto es nuclear e hidroeléctrica. Eso es una concentración total en términos económicos y tecnológicos y eso da poder. Sin embargo, contradictoriamente, esa concentración de inversiones y capitales, es de tal magnitud que Argentina como país no puede hacer frente, no tiene la capacidad económica y tecnológica para gestionarlo", señala Blanco.
¿Tiene sentido esta profundización de este modelo? ¿Hay motivaciones para cambiarlo? Para Blanco la respuesta a la última pregunta es sí, ya que hoy el país no maneja ni controla los precios de gas y petróleo, y su aumento impacta directo en los costos internos. "Argentina es vulnerable en esa dinámica y pierde soberanía. Porque si bien tiene petróleo y gas bajo su suelo, no tiene la capacidad para explotarlo, salvo cuando se asocia con grandes empresas extranjeras que son las que invierten y se llevan las ganancias", explica. "Hay una idea de que el petróleo y el gas nos van a hacer ricos pero las ganancias se las quedan las empresas que invierten, acá solo quedan las regalías", agrega.
Otro tema a resaltar es que la actividad petrolera también recibe subsidios del Estado argentino. En 2021, según un informe de La Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) con datos del Presupuesto Abierto, el total de los subsidios entregados a empresas hidrocarburíferas (subsidios a la oferta) fue de $111.637 millones (USD 1175 millones), lo que representó una suba del 145% en pesos y del 82% en dólares en comparación con 2020. Si se eliminaran esos subsidios, ese dinero podría ser invertido en el armado de otro sistema energético.
Por otro lado, Argentina es un país privilegiado en recursos renovables que representan una oportunidad única a la hora de repensar la matriz energética.
Energías renovables en Argentina
En Argentina, las energías renovables representan en promedio el 8,5% según Statista. Ampliar su injerencia en el sistema energético implica, en muchos casos, inversiones en infraestructura para su distribución. Pero una ventaja que tienen las fuentes renovables es que habilitan otras formas de generación de energía que no requieren necesariamente de grandes inversiones ni gran escala.
"La realidad es que se requieren nuevas inversiones para cualquier sistema energético, ya sea el actual - cómo puede verse en la millonaria inversión en el gasoducto- o en el de transición. Sin embargo, cuando hacés la comparativa de lo que se necesita para un escenario alternativo vs. el modelo actual, en el alternativo en poco tiempo se hace menos costoso. Y la oportunidad que brinda un sistema energético alternativo es que no necesariamente necesitás de grandes inversiones", explica Blanco.
"Hay dos conceptos clave a la hora de pensar un nuevo sistema energético en Argentina: lo primero es diversificar los recursos que usas para producir energía y el otro es descentralizar, que implica que la gestión y el control tenga mucho más actores, que la escala de los proyectos sea más chicos y que el financiamiento necesario sea menor también", explica Blanco. "Conseguir el financiamiento cuando se trata de proyectos más chicos y descentralizados abre otras posibilidades, sin recurrir al Banco Mundial o al Banco Interamericano de Desarrollo, hablás de otros números y posibilidades y también en lo tecnológico", agrega.
Para Enrique Maurtua Konstantinidis, consultor senior en política climática, hay que romper con los esquemas antiguos de la energía que están a favor de la concentración de poder y de recursos. "Con las renovables nadie es dueño del recurso, tenés por supuesto otra problemáticas y debates, pero te abre a otras posibilidades. Te invita a un sistema más inteligente, más racional a lo que es el consumo de energía porque es modular. Podés poner un panel solar o mil paneles, te permiten colocarlos al lado de quien lo consume por ejemplo, de un pueblo o de una casa, y cuando hay exceso se puede estar conectado a una red donde podés distribuirla", agrega.
La generación distribuida consiste en la generación de energía eléctrica por medio de muchas pequeñas fuentes de energía en lugares lo más próximos posibles a las cargas. Es decir, que con el equipamiento adecuado, personas, comunidades o pueblos podrían producir su propia energía y vender a la red su excedente. El último informe sobre generación distribuida en Argentina, publicado en mayo de 2023, mostraba 23,2 megavatios de capacidad instalada. El plan de transición energética argentino fija como objetivo que esta cifra alcance el gigavatio.
"Los proyectos de gran escala son necesarios, no se puede pasar de la noche a la mañana a que todos se produzcan energía, no sería justo, pero si podés implementar mecanismos para que haya energía que venga de varias fuentes y formas, permite diversificar", señala Maurtua Konstantinidis y lo grafica con un ejemplo. "Hoy la energía solar es la más económica en el mundo y hace tres años que esto es así. Salvo en Argentina, que nos parece cara y difícil. Alemania tiene los techos tapizados de energía solar y tiene las condiciones climáticas de Viedma", subraya.
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Eficiencia energética y políticas públicas
Pero la transición energética no se refiere solamente a apostar por las energías renovables. Un eje fundamental de una transición es también la eficiencia energética, que puede definirse como la optimización del consumo energético que permite no solo el ahorro en el consumo, lo que representa un beneficio para el planeta, sino también un ahorro en la tarifa para el consumidor, una cuestión no menor en tiempos de negociación de con el Fondo Monetario Internacional donde las tarifas son un tema central.
"De todos los elementos, el más económico para la transición es la eficiencia energética. Es muy fácil, podés abordarla en múltiples escalas, como capacitando y generando trabajo en la construcción para que sean más eficientes las casas por ejemplo", explica Maurtua Konstantinidis. "Hay una estudio de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) que muestra que si recambiás 5 millones de heladeras en Argentina por heladeras eficientes podrías apagar una de las centrales de Atucha. Existen un montón de posibilidades en este sentido. ¿Qué son 5 millones de heladeras? Si esperás a que cada familia quiera cambiarla van a pasar 20 años pero si hacés un plan de canje podes hacerlo en un mes. Hacés un arreglo con empresas, generás consumo, movimiento económico, podés empezar desde múltiples lugares y se puede generar un cambio muy bueno en poco tiempo ", señala Maurtua Konstantinidis y agrega: "La otra ganancia menos visible es para el Estado, ya que un sistema energético eficiente implica ahorro en infraestructura energética porque va a haber menos consumo".
Como conclusión, tanto Gabriel Blanco como Enrique Maurtua Konstantinidis coinciden en que se necesita un replanteo del sistema energético actual y también mayor creatividad para abordar los diferentes desafíos. "En este momento los que tienen la posibilidad de plantear otro sendero están con otra lógica. Lo que queda por ahora es empezar a construir en paralelo, donde se pueda con programas chicos, comunitarios, municipales. Es posible", expresa Blanco.
"No hay una receta mágica, ninguna transición ha ocurrido así a lo largo de la historia, se tienen que trabajar todos los aspectos, corregir los costos de la energía y el acceso a la tecnología. Pero es importante que se entienda que la transición energética no tiene que implicar un sacrificio, tiene que ser crecimiento, una evolución para que todo el mundo viva mejor. Hacer esta transición es vivir más cómodo, es tener una buena calefacción, una buena refrigeración y eso redunda en una mejor calidad de vida", concluye.
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