

Si aún viviera Enrique Santos Discépolo, seguramente más de uno le pediría que reescribiera su incomparable Cambalache para dar cuenta de que el mundo sigue siendo una porquería en el 2015 también. Y si no, ¿Cómo explicar que, mientras la agencia Standard & Poors negocia con las autoridades del Departamento de Justicia de EE.UU. la multa que deberá pagar por haber mentido en la calificación de las hipotecas que le tocó evaluar hasta 2007, hoy se sigan otorgando créditos a personas que no están en condiciones de devolverlos? Y, lo que es peor, que hoy se repita la misma estafa que desembocó en la crisis subprime: entidades financieras que arman paquetes para disimular créditos tóxicos con otros de buena calidad, que luego son bien calificados y, acto seguido, salen a ofrecerlos en el mercado financiero. La rentabilidad es tan grande que pocos están resistiendo la tentación de invertir en ellos.
"¿A mí me la vas a contar?" , podría retrucar el célebre Morgramas de radio, mostrando que no hay nada de novedoso en esto de que vivamos revolcados en un merengue financiero y, en el mismo lodo, todos manoseados.
Porque la verdad es que si alguien tuvo la ilusión de que las demandas contra los bancos (y ahora contra Standard & Poors) por su rol en la estafa subprime podrían cambiar un poco las cosas, la realidad es totalmente distinta. E incluso se podría decir que absolutamente gatopardista.
En el banquillo
Luego de que las principales entidades financieras de EE.UU. se sentaran en el banquillo de los acusados tras las demandas presentadas por el fiscal general Eric Holder, las persecuciones judiciales se suspendieron a cambio de multas multimillonarias. Bank of America fue el más castigado de todos, con una penalidad de u$s 16.650 millones, pero los demás no se quedaron muy rezagados: JPMorgan Chase tuvo que desembolsar u$s 13.000 millones y al Citigroup le tocaron en suerte u$s 7.000 millones.
En el caso de S&P, los montos de la negociación que lleva adelante con la Justicia son significativamente menores. De acuerdo con lo que publicó The New York Times, se estaría por acordar un pago de u$s 1.000 millones para lavar las culpas por haber estado a ambos lados del mostrador: como agencia que presuntamente calificaba de manera objetiva, y como socia de las entidades financieras que escondían los activos tóxicos dentro de paquetes AAA.
Maldad insolente
Lo terrible del caso es comprobar que mientras se conoce la multa que pagaría S&P, las mismas malas prácticas gozan de excelente salud. Hoy, el mercado que más ha crecido en EE.UU. es el de la venta de autos, de la mano de una caída histórica en el precio del barril de petróleo (más del 50%) en los últimos 6 meses.
Amantes de los vehículos de alta cilindrada y de las naftas baratas, los estadounidenses se han volcado en masa a cambiar de coche y muchos de estos compradores son los mismos que pudieron acceder, en los años 2000, a un crédito hipotecario sin estar calificados para ello.
Parece increíble, pero la realidad es que muchas de las compañías que financian la compra de vehículos repiten las mismas prácticas fraudulentas que desembocaron en la crisis subprime. Según un informe de la consultora especializada Experian, más del 20% de los créditos otorgados para la compra de autos durante el tercer trimestre de 2014 son de baja calidad. Los consumidores más débiles, quienes tenían problemas para obtener un préstamo durante y justo después de la crisis, ahora consiguen que les presten, afirma el informe.
Ya se han conocido casos de financieras que están dispuestas a todo con tal de otorgar créditos, incluso hasta falsificar los datos de los beneficiarios. "Hemos tomado medidas contra una compañía dedicada a los préstamos prendarios (DriveTime Automotive Group) que adulteraba el historial de crédito de los consumidores", explicó recientemente Richard Cordray, a cargo de la Oficina para la Protección Financiera del Consumidor (CFPB), una nueva agencia creada en 2012 tras la sanción de la ley Dodd-Frank de reforma financiera. "Los consumidores de menores recursos son los más buscados. Los prestamistas los impulsan a tomar créditos elevados que no podrán devolver", agregó el funcionario.
En este nuevo negocio financiero de venta de productos securitizados (esta vez con créditos prendarios), los principales emisores son una filial del Banco Santander (el Santander Consumer USA), Americredit Financial (brazo financiero de la automotriz General Motors) y Exeter, que pertenece al fondo de inversión Blackstone, comprado por inversores chinos hace unos años atrás. El negocio anda sobre ruedas: estas nuevas "armas de destrucción masiva" (dicho en términos del gurú Warren Buffett) son muy atractivas para los inversores institucionales, ya que ofrecen rentabilidades superiores al 20%. Según datos de S&P (¡oh casualidad!), unos u$s20.000 millones de activos securitizados con créditos prendarios (que incluyen deuda subprime) fueron colocados en el mercado durante 2014. Un monto similar a los u$s 21.600 millones de securitizaciones con deuda hipotecaria colocada en 2006, poco antes de que estallara la crisis. Dale que va, que allá en el horno se vamo a encontrar.













