Warren Buffett les dijo a los accionistas de Berkshire Hathaway que “guardará silencio”, al cerrar una carrera que durante seis décadas moldeó a las empresas estadounidenses y a Wall Street. “Como dirían los británicos, me ‘voy a quedar callado’. Más o menos”, escribió Buffett en una carta publicada el lunes. A los 95 años, el legendario empresario se retirará a fin de año de su puesto como director ejecutivo. Señaló que la próxima carta anual de Berkshire, seguida por millones de inversores minoristas e institucionales, será escrita por otra persona. Aunque dejará de dirigir la compañía, Buffett aclaró que mantendrá una participación “significativa” de las acciones clase A de Berkshire —que le otorgan una fuerte influencia sobre el conglomerado de seguros y transporte ferroviario— hasta que los accionistas se acostumbren a su sucesor, Greg Abel. También seguirá escribiendo a los accionistas mediante sus cartas de Acción de Gracias, centradas en su labor filantrópica. Considerado durante décadas el “Oráculo de Omaha”, Buffett se convirtió en una figura casi mítica del mundo corporativo, combinando los resultados de sus empresas con consejos sobre la vida y los negocios. Su estilo franco, tanto en las cartas anuales como en las maratónicas sesiones de preguntas y respuestas en Omaha, ha sido una marca de su gestión. La nueva carta mantuvo ese tono, alternando advertencias sobre la codicia empresarial con llamados a la empatía. Recordó, por ejemplo, que las normas para transparentar los salarios ejecutivos terminaron por incentivar una competencia por ganar más que los rivales. “Lo que a menudo molesta a los directores ejecutivos muy ricos —son humanos, al fin y al cabo— es que otros directores ejecutivos se están volviendo aún más ricos”, escribió. “La envidia y la codicia caminan de la mano”. Su filosofía de inversión a largo plazo contrasta con la evolución del mundo financiero, hoy dominado por activos especulativos como las criptomonedas y por operadores bursátiles estadounidenses con horizontes de apenas milisegundos. Desde que invirtió en Berkshire —entonces una empresa textil en dificultades— en 1962, Buffett transformó al grupo en un gigante que abarca marcas de consumo como Dairy Queen y Fruit of the Loom, además de seguros, manufactura, servicios públicos y uno de los mayores ferrocarriles de Norteamérica. En la carta también anunció la donación de 2,7 millones de acciones clase B de Berkshire, valuadas en unos U$S 1.300 millones, a cuatro fundaciones familiares administradas por sus hijos. En sus misivas recientes de Acción de Gracias ya había adelantado planes similares de traspasar acciones con fines benéficos. Buffett prometió por primera vez en 2006 donar todo su patrimonio en Berkshire a causas filantrópicas. Luego, junto con Bill Gates y Melinda French Gates, cofundó The Giving Pledge, una iniciativa que insta a los más ricos del mundo a entregar más de la mitad de su fortuna a la beneficencia. Los inversores siguen con atención el proceso de sucesión de Berkshire y su desarrollo en los próximos meses. Desde que Buffett anunció en mayo su intención de retirarse, las acciones clase A han caído alrededor de 8%. Aunque su gestión hizo millonarios a muchos en EE.UU. y en el mundo gracias a los rendimientos compuestos de Berkshire, Buffett ha defendido siempre una ética empresarial. “Berkshire siempre será administrada de manera que su existencia sea un activo para los Estados Unidos y evitará actividades que la conviertan en una suplicante”, concluyó.