La capitana Valentina Strutynska temió lo peor cuando la sacaron de su celda tras cinco meses de cautiverio en Rusia. Sólo cuando le quitaron las esposas y la venda de los ojos mucho más tarde, y sonaron los gritos de "¡Gloria a Ucrania!", se dio cuenta de que estaba en casa.
La marine ucraniana fue una de los 215 prisioneros liberados en septiembre, el mayor intercambio desde que el presidente rusoVladimir Putin lanzó su invasión en febrero. Ella y otros dos ucranianos capturados durante la desesperadalucha por la ciudad de Mariúpol en los primeros meses del conflicto han contado sus historias a Financial Times.
Ofrecen una visión de una de las batallas clave de la fase inicial de la guerra -cuando varios miles de combatientes y decenas de civiles se replegaron en la gigantesca acería de Azovstal en condiciones miserables, mientras era atacada por las fuerzas rusas- y una idea de cómo trata Moscú a los prisioneros de guerra.
El capitán Oleksandr Demchenko, médico y otro de los cautivos liberados, sólo estaba allí porque se había ofrecido como voluntario para llevar refuerzos y suministros a Azovstal.
"Mariúpol ya estaba rodeada", explica. "Entendía que probablemente era unboleto de ida y que no habría vuelta atrás". El presidente de UcraniaVolodímir Zelenski dijo más tarde que esas misiones eran "casi imposibles" y que muchas no sobrevivieron. La de Demchenko sí lo hizo, y él mismo pasaría las siguientes seis semanas tratando a tropas y civiles gravemente heridos.
El comandante Oleksandr Voronenko, el tercero de los prisioneros de guerra liberados, estaba en Mariúpol antes de la invasión como parte de la 56ª brigada motorizada de Ucrania. Asegura que la intensidad de los combates era aterradora, a medida que las fuerzas rusas avanzaban, y la destrucción increíble.
"Parecía un largo día en el infierno".

Intensas batallas en Mariúpol
Mariúpol, un puerto de importancia estratégica en la costa sur de Ucrania, fue uno de los primeros objetivos rusos. Voronenko recuerda cómo se cortaron rápidamente los suministros de electricidad, gas y agua, una táctica que Putin utiliza ahora de forma más generalizada para intentar acabar con la resistencia ucraniana.
Voronenko, que luchó junto a los marines, explica que las batallas eran tan intensas que a veces el cielo quedaba bloqueado por el espeso humo negro de los ataques de artillería y cohetes que pulverizaron la ciudad. Esos ataques mataron a miles de civiles, según las estimaciones de las autoridades locales y la ONU.
"Fueron combates ininterrumpidos y brutales", asegura Voronenko, que recibió disparos en la pierna.
Strutynska recuerda los tanques rusos disparando indiscriminadamente contra los edificios, lo que hacía casi imposible su tarea de evacuar a los civiles. "Era la primera vez que veía este nivel de lucha", señala. "Intenté organizar la retirada de los muertos, pero fracasé porque la lucha era extrema".
Ante la intensidad de los ataques de Moscú la semana siguiente, las fuerzas ucranianas que quedaban en la ciudad, junto con cientos de civiles, entre ellos niños, se refugiaron en dos enormes instalaciones industriales: la acería Ilyich Iron and Steel Works y la cercana Azovstal.
Strutynska y Voronenko se retiraron con sus unidades a las instalaciones de Ilyich en marzo, donde encontraron protección en sus profundos búnkeres de hormigón. Pero los suministros tanto allí y como en Azovstal, donde también se refugiaron miles de soldados y civiles, eran muy limitados. Fue entonces cuando Kiev ideó un arriesgado plan para acudir a su rescate.

Demchenko y otro médico fueron enviados en helicópteros militares separados junto con las fuerzas especiales, una operación que compara a "saltar de un avión sin paracaídas".
"Nos dividieron para que, si uno de los helicópteros era derribado, al menos el otro tuviera la oportunidad de llegar", explica. Se enfrentaron al fuego enemigo antes de aterrizar cerca de Mariúpol y pasar a un barco que les llevó a su destino.
Demchenko montó de inmediato un hospital improvisado y un quirófano para tratar a los heridos, muchos de los cuales encontró en condiciones horribles. Trabajando a veces en la más absoluta oscuridad, realizó innumerables transfusiones de sangre, trató heridas abiertas en la cabeza, vendó heridas abdominales para evitar que los órganos se salieran, colocó huesos rotos y amputó miembros, a veces sin apenas anestesia. Hubo días en los que él y otros médicos "no salieron del quirófano durante más de 30 horas".
Un herido grave llevó un torniquete en la pierna durante más de dos semanas, algo "completamente impensable", según Demchenko. La gangrena ya se había producido cuando el médico lo encontró y le amputó la pierna por encima de la rodilla. "Milagrosamente, sobrevivió", añade.
"Lo más terrible fueron los ataques aéreos masivos", recuerda el médico. Una de las explosiones lo lanzó al otro lado de la habitación contra un pilar de hormigón, mientras que otra provocó el derrumbe de tres pisos de hormigón sobre una de las salas médicas, matando a varios pacientes.
A medida que los rusos les golpeaban con armascada vez más pesadas, los ucranianos se vieron finalmente obligados a rendirse, primero los marines de Ilyich en abril, y luego otro grupo de marines y guardias nacionales del regimiento Azov un mes después. Azov es un antiguo batallón de voluntarios con miembros de extrema derecha que desde entonces se ha incorporado a la estructura militar oficial.
Los videos publicados por el Ministerio de Defensa ruso mostraban a las tropas ucranianas saliendo rengueando de Azovstal con las manos en alto. Fueron recibidas por soldados que los cachearon en busca de armas y comprobaron si tenían tatuajes antes de subirlos a los buses que los llevarían a la cárcel.
La vida en prisión
Strutynska, Demchenko y Voronenko fueron recluidos en diferentes prisiones durante los seis meses siguientes. Los tres pasaron periodos en la tristemente célebre prisión de Olenivka, en la región ocupada de Donetsk, que Zelenski ha calificado de "campo de concentración" para los prisioneros de guerraucranianos.
Olenivka está bajo control ruso desde la primera invasión de Ucrania en 2014. Una explosión en julio destruyó un ala donde se encontraban los ucranianos capturados en Mariúpol, matando a 53 personas e hiriendo a otras 75. Ninguno de los tres entrevistados estaba en Olenivka cuando esto ocurrió.

Kiev ha acusado a Rusia de estar detrás del ataque para ocultar sus torturas a los cautivos ucranianos, y ha difundido grabaciones para apoyar la afirmación. Moscú ha declarado, sin pruebas, que Ucrania utilizó misiles proporcionados por Estados Unidos para destruir la instalación.
Rusia ha bloqueado repetidamente el acceso de observadores independientes a Olenivka. Una misión de investigación de la ONU advirtió en septiembre que su imposibilidad de acceder al lugar era un "gran impedimento para verificar" las acusaciones.
Ninguno de los tres prisioneros de guerra ha querido entrar en detalles sobre los abusos que sufrieron en su cautiverio. Pero otras tropas ucranianas y grupos de derechos humanos han documentado el modo en que Rusia y sus fuerzas en el territorio ocupado han maltratado a soldados y civiles cautivos.
En los primeros días, los detenidos explican que estaban hacinados en celdas diminutas,donde dormían sin mantas. La comida era escasa y les daban de beber baldes de agua sucia, lo que hizo que algunos enfermaran. "Todos estaban deshidratados y agotados", señala Demchenko, que perdió 45 kg.
Strutynska tuvo que compartir una celda para cuatro personas con 30 mujeres. "Dormíamos unas encima de otras", asegura, añadiendo que cantaban canciones populares ucranianas y música pop para mantener el ánimo.
Afirma que en realidad las trataron mejor en Olenivka, dirigida por ucranianos prorrusos, que más tarde cuando las trasladaron a una prisión en Taganrog, Rusia.
Allí, los ucranianos explican que fueron maltratados física y verbalmente, y sometidos a la propaganda rusa. "La propaganda continua y los mensajes de odio [hacia los ucranianos] eran constantes", comenta Voronenko sobre los programas que les obligaban a ver en la televisión rusa.
Cuando llegó el frío de septiembre, se acurrucaron en sus celdas sin calefacción con la esperanza de la libertad.
Intercambio de prisioneros
Era el 21 de septiembre cuando los prisioneros de guerra fueron despertados por guardias rusos que les vendaron los ojos y les ataron las manos dolorosamente a la espalda. Algunos pensaron que iban a ser trasladados a otra prisión, o enviados de vuelta a Mariúpol ante los rumores de que se estaban preparando "juicios" falsos de los capturados en la ciudad.
Para su sorpresa, fueron intercambiados por 55 rusos y el diputado ucraniano pro-ruso Viktor Medvedchuk, amigo de Putin, que fue detenido este año acusado de traición. Aunque los soldados expresan su decepción por la liberación de Medvedchuk, aseguran que Ucrania salió ganando con el trato.
Su deseo ahora es que se libere a los compañeros que siguen en cautividad. Sostienen que los países occidentales deberían hacer más y pidieron al Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) que cumpla sus promesas no sólo de facilitar la liberación de los prisioneros de guerra, sino también de acceder a las instalaciones en los territorios ocupados por Rusia para comprobar las condiciones y el trato.
Zelenski ha acusado al CICR de no hacer lo suficiente, especialmente en Olenivka. El CICR dice que ha pedido repetidamente que se le permita entrar en Olenivka, pero que "no tiene acceso sin obstáculos y repetido a todos los prisioneros de guerra en este conflicto armado internacional".
"No dejaremos de exigir el acceso", afirma el CICR.
Los tres prisioneros de guerra aseguran que desean volver al servicio militar después de recuperarse y pasar tiempo con sus familias. Voronenko explica que espera someterse a una intervención quirúrgica para extraer las dos balas que tiene alojadas en su pierna desde Mariúpol.
"Nunca lloré por mis heridas", afirma, pero volver a casa fue "emotivo". Recientemente se reunió con sus hijos, que habían huido de la ciudad de Jersón, ocupada por Rusia.
Demchenko se está recuperando y tratando de recobrar su peso. Espera que compartir su experiencia ayude a otros médicos a salvar a soldados.
Strutynska, por su parte, recibió recientemente una noticia alentadora: su marido Yevhen, del que no había tenido noticias en los siete meses transcurridos desde su captura también en Mariúpol, era uno de los más de 50 ucranianos incluidos en un intercambio de prisioneros distinto.
Compartió su alegría en una imagen en Facebook, escribiendo: "Mi héroe. Mi amado esposo está en casa".














