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Por qué los inversores dicen que no hay alternativa a las acciones estadounidenses

Hay una creciente percepción entre los gestores de fondos de que no hay alternativa a Estados Unidos, en ninguna clase de activo.

TINA ha vuelto a los mercados globales. Pero ahora tiene un cambio de imagen. En el pasado, TINA -o There Is No Alternative [no hay otra alternativa] para darle su nombre completo- era una referencia a la idea de que los inversores no tenían otra opción que comprar acciones.

En la era de baja inflación, bajas tasas de interés, los bonos del gobierno de mercados desarrollados -que suelen ser la base de cualquier portafolio tradicional- eran un fracaso. Los gestores de fondos no tenían otra alternativa que aventurarse en acciones.

Ahora, TINA hace referencia a la creciente percepción entre los gestores de fondos de que no hay alternativa a Estados Unidos, en ninguna clase de activo. Los grandes inversores están teniendo dificultades para articular un argumento sólido para colocar grandes fondos en cualquier otro lugar.

Esto ocurre a pesar de la profunda preocupación por lo que Donald Trump hará cuando regrese a la Casa Blanca a partir de enero del próximo año. En público, los gestores de fondos dicen todas las cosas correctas, educadas y diplomáticas: que la victoria electoral de Trump marca un triunfo de la democracia estadounidense, y que su agenda es abiertamente procrecimiento. Lo que es bueno para Estados Unidos es bueno para el resto del mundo. Los mercados están tarareando alegremente esa melodía, haciendo subir las acciones.

Sin embargo, en privado, el comentario es mucho más crispado. En una serie de recientes encuentros con inversores senior de diversas casas de inversión importantes, han surgido análisis bastante extremos. El riesgo potencial para la independencia de la Reserva Federal, ya sea directamente o mediante la desacreditación de su autoridad en redes sociales por parte del presidente, representa un pequeño pero genuino riesgo de daño irreversible a las instituciones de EE.UU., generando una sensación de "fin del imperio", como me dijeron la semana pasada.

El viejo argumento de que el dólar perdería al menos parte de su estatus como reserva global debido al deterioro institucional, la incontinencia fiscal o ambos, ha vuelto a salir a la luz. La cereza de la torta es la preponderancia de los ‘criptobros[defensores de las criptomonedas] alrededor del presidente electo, sugiriendo a los inversores tradicionales una profunda falta de seriedad sobre la política económica.

El peor de los escenarios solía ser que la Casa Blanca intentara interferir con la Fed. Ahora, otro posible escenario es que el presidente se involucre en las criptomonedas. Nadie sabe cómo ni si eso afectará a los bonos del gobierno y al dólar, pero todos coinciden en que introduce una incertidumbre innecesaria. Como lo dijo un director de inversiones: "Nada no es preocupante".

Pero, ¿qué piensan hacer al respecto? Acumular todavía más activos estadounidenses, por supuesto. A pesar de toda la preocupación por la política fiscal bajo la administración Trump 2.0, los bonos del gobierno de EE.UU. siguen siendo la clase de activo más profunda, más líquida y más confiable del planeta. Incluso una crisis institucional interna de algún tipo -de nuevo, un riesgo remoto pero serio- casi con seguridad provocaría más compras de bonos del Tesoro. El dólar sigue siendo el mejor lugar para refugiarse en una emergencia.

La amenaza de inflación a los bonos del Tesoro debido a la propuesta de Trump de combinar grandes aranceles a las importaciones, la deportación de trabajadores migrantes y una variedad de recortes fiscales, es real. Un paro de compradores de bonos del Tesoro si las expectativas de inflación se desanclan y la deuda se dispara -un ‘momento Liz Truss', por la ex primera ministra británica en la crisis de los gilts- es una posibilidad seria. Pero el momento de un shock como ese es imposible de predecir.

Mientras tanto, a medida que EE.UU. aspira el crecimiento del resto del mundo con los aranceles comerciales, el argumento a favor de las acciones de EE.UU. frente a Europa o Asia es simplemente abrumador. Esto, por supuesto, es el famoso privilegio exorbitante de EE.UU. en acción. Un país que posee la moneda de reserva mundial tiene infinitamente más margen de maniobra para implementar políticas radicales que cualquier otro.

Imaginen, como me dijo un inversor senior, que un país de mercado emergente hubiera tomado este camino, eligiendo a un presidente autoritario con un historial legal polémico, prometiendo disparar los déficits fiscales y abrazar una combinación de altos aranceles comerciales y una moneda débil. Sus bonos, su moneda y sus acciones habrían caído estrepitosamente.

No es el caso de EE.UU. Sí, sus bonos del gobierno se han debilitado. Hay un tono de inquietud acerca de los déficits fiscales, pero parte de eso también refleja la expectativa de que el crecimiento acelerará. Y, al mismo tiempo, las acciones han subido. Esto marca una ruptura con la norma: típicamente, un aumento en los rendimientos de los bonos a la escala que hemos visto desde antes de las elecciones del 5 de noviembre estaría asociado con una caída considerable en las acciones. Todo esto apunta a un ambiente de entusiasmo y espíritu animal, como lo expresó David Kostin de Goldman Sachs durante un evento la semana pasada.

En esta época tan maravillosa del año -la temporada de perspectivas- que ya está en pleno auge tanto en bancos como en casas de inversión, el mensaje es consistente: sigan apostando por las acciones de EE.UU. Es poco probable que Europa suponga un desafío serio, y China, ya en dificultades, sentirá el impacto de los aranceles que Trump está decidido a imponer. Es difícil imaginar una devaluación de la moneda china lo suficientemente grande como para enmascarar ese impacto.

Un reajuste aquí requeriría una de dos cosas: una recuperación en el resto del mundo, tal vez a través de una respuesta seria de crisis en Europa, o un gran error por parte de EE.UU. que genere un shock económico suficiente para hacer caer el mercado de acciones. Pero el umbral para cualquiera de esos escenarios es muy alto. EE.UU. sigue siendo la nación más afortunada del mundo, y TINA está de su lado.

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