Si Biden quiere liderar en el mundo, debe ser fuerte en casa

La retirada estadounidense del compromiso global comenzó antes de la presidencia de Donald Trump y podría continuar después de su presidencia si el mandatario electo no ordena la economía local

En las capitales de todo el mundo, los aliados de EE.UU. están preparando listas de deseos para el presidente electo Joe Biden. Quieren que la nueva administración restablezca las alianzas, se reincorpore al Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, vuelva a entablar conversaciones sobre el desarme nuclear con Irán, restablezca términos claros de compromiso con Beijing y Moscú, respete las reglas comerciales mundiales y más.

Las ideas suenan suficientemente sensatas; no son del todo egoístas. Biden ha hablado con elocuencia sobre cómo se sirve mejor a los intereses nacionales de EE.UU. cuando la nación asume el liderazgo internacional y actúa como coordinador de las democracias afines.

Dicho esto, simplemente cumplir todos los requisitos en materia de política exterior sería perder el significado de la presidencia de Biden. Hay mucho más en juego que la potencial amabilidad de Washington con la OTAN.

La retirada estadounidense del compromiso global comenzó antes de la presidencia de Donald Trump y podría continuar después de su presidencia. Sus raíces yacen en el desencanto popular con la idea de que EE.UU. es el policía del mundo y en un pensamiento proteccionista generalizado.

Muchos estadounidenses ven la política exterior como algo que practican las élites para el beneficio de las élites. El peligro es que el país se encuentra al borde de un cambio generacional hacia el aislacionismo comparable al de las décadas de 1920 y 1930. Otras democracias occidentales que dependen de EE.UU. para su seguridad deberían preocuparse por esta tendencia.

EE.UU. tiene un serio problema con el extremismo de extrema derecha en comunidades principalmente de raza blanca de clase trabajadora. Si los demócratas quieren mantenerse en el poder, Biden necesita separar a los económicamente inseguros y descontentos de estos nativistas y teóricos de la conspiración.

La primera tarea ahora para un presidente internacionalista es hacer que la política económica interna sea un éxito, con el énfasis en 'económica'.

Tomando prestado el conocido adagio, si EE.UU. quiere liderazgo en el extranjero, tiene que ser fuerte en casa. Biden hereda una economía devastada por la descontrolada pandemia de Covid que ha costado millones de empleos y ha abatido a innumerables pequeñas empresas.

Las decisiones importantes en materia de política exterior en sus primeros dos años serán sobre el tamaño de su plan de estímulo fiscal (tiene que ser grande) y su prometido programa de inversión en infraestructura. Estas cosas llevan tiempo, pero los votantes se dan cuenta cuando se están poniendo los cimientos.

Algunos podrían llamar a esto una política exterior de "EE.UU. primero". Para Trump fue un lema poderoso, pero vacío. Para Biden, volvería a conectar los intereses de sus ciudadanos con la conducta del país en el escenario mundial.

Popularizar la política exterior no es fácil. Los vínculos entre la geopolítica y la seguridad personal no siempre son obvios. Quienes pierden en los acuerdos comerciales rara vez se sienten reconfortados por el hecho de que pueden haber producido grandes beneficios para la economía en general.

Los expertos en política exterior de Washington "anhelan meticulosos principios de organización" y piensan sobre "grandes estrategias", señala un informe del Fondo Carnegie para la Paz Internacional. 

Pero la gran mayoría de los estadounidenses "se preocupan más por las amenazas inmediatas a su seguridad física y económica". Los acuerdos comerciales que desestabilizan las industrias tradicionales deben estar estrechamente relacionados con los programas de regeneración económica local.

El informe dice que las clases medias quieren que EE.UU. ejerza el poder, pero con prudencia. Los días del aventurerismo militar extranjero han terminado. Ninguno de los enfoques principales actuales de la política exterior -el internacionalismo liberal posterior a la guerra fría, el unilateralismo de EE.UU. primero, o la primacía de las políticas progresistas hacia el cambio climático, la justicia social y similares- es lo ideal.

La respuesta del informe es un enfoque que se basa en una economía más fuerte y más justa que a la vez encauza la política exterior hacia fines "menos ambiciosos". La coherencia y la confianza son importantes para algo más que las grandes ambiciones. Pero EE.UU., como "un faro de esperanza" para el mundo, ha perdido gran parte de su brillo.

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Comentarios

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  • 25/01/21

    El problema es que muchos "líderes" no comprenden qué signfica "ser fuertes". Confunden fortaleza en la racionalidad con el autoritarismo del garrote.

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