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Qatar después del Mundial: cómo se usarán los estadios y qué negocios van a impulsar

Por 12 años el torneo dominó la agenda en el estado petrolero del Golfo Pérsico. Ahora tratará de construir a partir de ese legado.

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Las masas de hinchas de fútbol ruidosos se fueron hace tiempo, pero siete meses después perduran en Doha recuerdos de aquel momento vertiginoso en que Qatar ocupó la escena mundial.

Están los estadios espectaculares donde se disputó el Mundial de Fútbol, la mayoría de los cuales aguardan una reducción de tamaño o la reutilización: uno será un complejo para casamientos, otros pasarán a ser centros de compras u hoteles.

Pareciera que Qatar se aferra a los últimos vestigios del campeonato mientras estudia cómo rematar el éxito de haber sido el primer estado árabe o musulmán en organizar uno de los encuentros deportivos más grandes del planeta.

Sus gobernantes insisten en que no hay resaca. Aseguran que trabajan en la siguiente etapa en el desarrollo del estado rebosante de gas, en tanto no ha disminuido la riqueza ni la ambición que los ayudaron a conseguir el Mundial. Hablan de su deseo de crear una "economía basada en el conocimiento" y labrarse un papel como "mediador de problemas internacionales". Se comenta incluso que podrían postularse para los Juegos Olímpicos de 2036.

Durante 12 años los preparativos para el Mundial captaron buena parte de la atención del país. Gastó unos US$ 200.000 millones en infraestructura.

Pero algunos ya se preocupan por la aparente falta de ideas sobre lo que vendrá luego. Durante 12 años los preparativos para el Mundial captaron buena parte de la atención del país. Gastó unos US$ 200.000 millones en infraestructura, mientras enfrentaba un torrente inagotable de críticas por el trato a los trabajadores inmigrantes y rechazaba acusaciones de que había comprado el certamen.

Doha se transformó en un gigantesco andamio que desbordaba de actividad. Hoy, una vez terminadas las obras de un subterráneo de avanzada, autopistas, hoteles y torres de viviendas, quedaban pocos bolsones en construcción. Grúas solitarias penden sobre los edificios que no han sido terminados; se alivió la congestión que embotellaba los caminos. Doha se volvió somnolienta mientras los vecinos Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos (EAU) disfrutan del auge de los petrodólares.

"Los últimos seis meses fueron para desinflarse, muchos asistieron al momento culminante, y siempre había sido difícil imaginar que Doha pudiera ser un lugar excitante para la gente. Pero en cuanto al futuro, de momento no hay un rumbo claro", observa Tarik Yousef, director del Consejo del Medio Oriente sobre Asuntos Mundiales radicado en Qatar. "¿Cuál es el plan?", se pregunta.

La respuesta que se le de a esa consulta habrá de convertirse en un caso testigo respecto de si la organización de un Mundial puede ser algo transformador a largo plazo -es lo que sostienen los qataríes-, y si Doha lo podrá utilizar para elevar la posición del país en el panorama internacional luego de un decenio turbulento.

El desafío, acotan analistas, es evitar la complacencia y convencer a inversores extranjeros de que el estado de 3 millones de habitantes, de los cuales sólo 400.000 son qataríes, debería ser un destino para su dinero. Y la capacidad del pequeño país, que con el tiempo se ganó la reputación doble de díscolo y mediador, para navegar las relaciones fracturadas de la región podría ser clave para lo que suceda después.

"El Mundial fue un comienzo, no un final", afirma el jeque Mohamed bin Abdulraman al-Thani, quien ejerce la doble función de primer ministro y canciller.

"Todo en su lugar"

Durante mucho tiempo Qatar ha pretendido destacarse en la escena mundial, pero gran parte de la última década la pasó enfrentado con sus vecinos más grandes.

Años de fricción llevaron a que en 2017 Arabia Saudita y los EAU acusaran a Qatar de apoyar a islamistas, estar demasiado cerca de Irán y utilizar la cadena noticiosa Al Yazira, radicada en Doha, para amplificar las voces extremistas. Ello condujo a un embargo regional y al corte de relaciones diplomáticas y de transporte. Luego Bahrein y Egipto se sumaron a la medida.

Superado un período de descompresión, los qataríes creen que el país salió más fuerte de la experiencia.

El aprovechamiento de esa situación descansa sobre los hombros del jeque Mohamed, a quien el emir, jeque Tamim bin Hamad al-Thani, ascendió al rango de primer ministro en el mes de marzo como parte de un ajuste destinado a "inyectar sangre nueva", comentó un funcionario de alto nivel.

En vista de que el 80 por ciento de la fuerza laboral trabaja en el sector público, y de que todos los qataríes se benefician de un generoso sistema benefactor que los protege de la cuna a la tumba, los gobiernos pretenden cuidarse de caer en el letargo y tratan de fomentar la productividad, agregó el funcionario.

Los ingresos gasíferos de Qatar seguramente seguirán creciendo. Hay una demanda creciente del fluido desde la crisis energética del año pasado.

"Tenemos que construir a partir del éxito del Mundial, por eso se han visto cambios recientes en el gobierno -explicó-. La infraestructura está lista, los caminos, el puerto...todo está en su lugar".

Calificado como el "director ejecutivo" del "presidente" que es el emir, el jeque Mohamed, de 42 años, tiene la tarea de conducir la fase siguiente en el desarrollo.

Para hacerlo contará con recursos significativos. Por ser uno de los principales exportadores de gas natural licuado (GNL) y con un país que figura entre los más ricos en términos per cápita, Doha posee vastos medios financieros para volcar en pos de sus ambiciones. El año pasado registró un superávit de US$ 24.000 millones, el más alto en varios años, a pesar de los enormes gastos del Mundial.

Los ingresos gasíferos de Qatar seguramente seguirán creciendo. Hay una demanda creciente del fluido desde la crisis energética del año pasado, que fue desatada por la invasión rusa de Ucrania. Doha se encuentra en el medio de una enorme expansión de su capacidad de producción interna valuada en US$ 30.000 millones.

Gran parte del superávit se destinará a la Autoridad de Inversiones de Qatar, el fondo de riqueza soberana calculado en US$ 450.000 millones que cobró fama durante y después de la crisis financiera de 2008/09, al invertir miles de millones de dólares en compañías occidentales como Credit Suisse, Barclays o Saintbury's, mientras se quedaba con activos trofeo del estilo de Harrods.

Ahora la AIQ está acumulando recursos para administrar la próxima sobreabundancia de riqueza petrolera. Su plantilla de personal pasó en cinco años de 350 a 500 empleados, y prevé contratar a otros 200 hacia 2025.

A escala nacional, el jeque Mohamed habla de emplear el poderío financiero de Doha y la nueva infraestructura para desarrollar sectores específicos, como atención médica, energía, logística y educación.

La idea es capitalizar entidades públicas, como las zonas especiales de inversiones del tipo del Parque de la Ciencia y la Tecnología de Qatar, y atraer a compañías foráneas con la promesa de hacer inversiones a la par. Doha ya está en conversaciones con Volkswagen, donde la AIQ tiene una participación significativa, para que la automotriz alemana fabrique nuevas tecnologías, indican funcionarios.

"Nuestro objetivo es recibir más y más compañías extranjeras aumentando los incentivos para que vengan. Una de las formas es mediante la inversión conjunta en asociaciones -explicó el jeque Mohamed-. Ese es el proceso que adoptamos y el Mundial ciertamente nos ayudó a llevar nuestra propuesta a los socios".

Los funcionarios también esperan que el Mundial fomente el turismo -ahora grupos de argentinos visitan Doha para transitar los pasos de su capitán victorioso, Lionel Messi- en tanto buscan convertirse en un imán para viajeros en plan familiar y aquellos atraídos por los museos de nivel internacional de Qatar.

Pero en otros lugares del Golfo Pérsico los intentos por diversificar la economía por lo general han fracasado. En las últimas dos décadas Qatar invirtió fuertemente en educación y cultura, pero sus planes de crear un centro financiero no consiguieron formar una masa crítica.

"El desafío de establecer un parque tecnológico no radica en la idea o el empeño, sino en llevarlo a la práctica -aclara Yousef-. El enigma de los últimos 30 años sigue sin resolverse: cómo crear una diversificación genuina cuando su principal fuente de ingresos son las exportaciones de una materia prima que van al estado".

Hoy Qatar opera en un entorno cada vez más competitivo en tanto Arabia Saudita, un gigante al lado de Qatar, y los EAU, el eje financiero de la región, prosiguen con sus propios planes ambiciosos. Funcionarios qataríes advierten que no pretenden competir con las principales potencias del Golfo Pérsico.

Ya hay una disputa regional por talentos e inversiones que va tomando calor.

"Tenemos estructuras económicas similares pero el enfoque de Qatar es diferente, tratamos de ser muy especializados y concretos", señala el jeque Mohamed.

Pero ya hay una disputa regional por talentos e inversiones que va tomando calor. También afloran dudas sobre cuán sustentable será la reciente distensión.

Tanto Arabia Saudita cuando los EAU son gobernados por líderes fuertes -el príncipe heredero bin Salman y el jeque Mohamed bin Zayed al-Nahyan, respectivamente-, quienes estuvieron en la primera línea del embargo.

"La relación entre el jeque Tamin y Mohamed bin Salman parece muy fuerte", observa Kristian Coates Urlrichsen, experto en el Golfo Pérsico del Instituto Baker de Políticas Públicas de la Universidad de Rice, refiriéndose al abrazo público que se dieron durante el Mundial. "Pero no se puede dar nada por sentado. ¿Cómo vivir y planificar con eso en mente?"

Tener cerca a los amigos

Pocos conocen mejor los riesgos de los problemas regionales que el jeque Tamim, quien ascendió al trono en 2013, cuando su padre, el jeque Hamad, tomó la sorpresiva decisión de abdicar.

A las pocas semanas de haber asumido, con 33 años, fue informado por Kuwait que los países vecinos estaban trabajando en su contra. Al año siguiente estalló la primera crisis diplomática cuando Arabia Saudita, los EAU, Bahrein y Egipto retiraron sus embajadores de Doha.

Tres años más tarde el cuarteto impuso el embargo. En principio parecieron contar con el respaldo del entonces presidente Donald Trump, a pesar de que Doha albergaba la principal base militar estadounidense en la región, Al Udeid.

Las relaciones mejoraron desde el levantamiento del embargo en 2021. Riyad y Abu Dhabi también procedieron a normalizar las relaciones con su archirrival, Irán, lo que mitigó las tensiones regionales. Pero en Doha algunos funcionarios no están seguros si la distensión con Irán es estratégica o táctica. Y perduran las cicatrices por la hostilidad de los países vecinos.

"Hemos afrontado tantas crisis que siempre el existe el riesgo de que surja una más -comenta el funcionario de alto rango-. Nuestra meta es garantizar la estabilidad en la región y mantener las relaciones con nuestros vecinos".

El jeque Hamad, quien supervisó la transición de Qatar de país atrasado a potencia gasífera, impulsó una política exterior sumamente asertiva que a menudo pareció ir en contra de los intereses de otros estados del Golfo Pérsico.

"Nunca te desharás del gas. El gas es un combustible de destino -para la transición verde-, nos guste o no"

Esto se hizo especialmente evidente luego de las revueltas árabes de 2011, cuando Doha aspiró a incrementar su influencia respaldando a grupos islamistas de Egipto a Siria, por lo que debió afrontar la acusación de haber apoyado a grupos extremistas en la guerra civil del segundo de esos estados. Para cuando ascendió al trono el jeque Tamim, Qatar tenía pocos amigos en el vecindario y se habían tensado las relaciones con Washington.

Habitantes de Qatar y analistas afirman que el nuevo emir es más conservador que su padre extravagante y se inclina por una política exterior más moderada.

"Se rodeó de su propia gente, parece haber centralizado buena parte de la toma de decisiones en la corte real y se mueve según sus términos", destacó Ulrichsen.

El jeque Tamim se concentró en fortalecer las relaciones con los Estados Unidos y Europa, especialmente el Reino Unido. También reforzó la defensa de Doha, por lo que el gasto en armas de Qatar pasó de US$ 1900 millones en 2010 a US$ 15.400 millones el año pasado, según el Instituto de Investigaciones sobre la Paz Internacional de Estocolmo. Ha comprado cazas de combate en Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, además de sistemas de defensa aérea estadounidenses.

La estrategia, comentan funcionarios, es contar con un elemento de disuasión frente a las amenazas mientras sus funciones como proveedor de GNL y mediador le aseguran que seguirá siendo relevante ante socios más poderosos.

Los funcionarios hablan de aplicar una política exterior equilibrada, anclada en su asociación con Washington. En 2024 Doha confía en renovar por otros 10 años la cesión de la base de Al Udeid a EE.UU.

"La primera línea de defensa de Qatar es su diplomacia y asegurarse de contar con fuertes asociaciones estratégicas con muchos países, incluido Estados Unidos", señaló un funcionario árabe.

Los cambios en las dinámicas de la región parecen haber jugado a favor de Qatar. La retirada caótica de Estados Unidos de Afganistán en 2021 puso de manifiesto el valor de Doha como aliado norteamericano en condiciones de negociar con sus enemigos luego de la toma del poder por los talibanes. El país, que desde 2013 alberga una oficina de los talibanes, fue decisivo en la evacuación de los afganos que trabajaban para Estados Unidos y las organizaciones de la coalición, así como de otras personas vulnerables a represalias.

Desde entonces se ha convertido en la sede para los funcionarios occidentales que tratan con Afganistán, muchas embajadas se instalaron en Doha y el jeque Mohamed actúa como un emisario de las charlas de Washington con los talibanes.

El año pasado el presidente Biden elevó a Qatar a la categoría de "aliado importante extra OTAN". Y al ser uno de los pocos países que tiene a la vez buenas relaciones con EE.UU. y con Irán, Doha cumple la función de transmitir mensajes entre el gobierno de Biden y el régimen islámico.

Pero Qatar toma sus precauciones. Además de mantener lazos con Irán, también tiene relaciones estrechas con Turquía y vínculos comerciales con Rusia y China. Está dispuesto a diferenciarse más de algunos de sus vecinos: aparte de las del Talibán también alberga oficinas de Hamas, el grupo militante palestino; ha resistido el reciente acercamiento árabe con el presidente sirio Bachar al-Assad que impulsan los sauditas, y no considera organización terrorista a la Hermandad Musulmana.

Mehran Kamrava, profesor de gobierno en la Universidad Georgetown de Qatar, sostiene que lograr que el país siga siendo relevante para las potencias mundiales "es una suerte de estrategia de supervivencia".

"El modo en que se puede subrayar la relevancia es contando con una línea aérea de categoría internacional; ser un eje logístico y de transporte; participar en mediaciones regionales, y gozar de la reputación de pacificador", resume.

La riqueza gasífera del país, agrega Kamrava, le confiere los recursos necesarios "para asegurarse la relevancia".

También le ayudó a profundizar las relaciones entre Oriente y Occidente, y en Doha hay un sentido palpable de reivindicación por su decisión de expandir la producción del yacimiento norte, el más grande del mundo de gas natural que comparte con Irán, en tanto la guerra en Ucrania aumentó la demanda de GNL.

Anunció el proyecto en 2017, meses antes del embargo regional y en momentos en que gran parte del mundo se alejaba de los combustibles fósiles. El proyecto elevará la producción anual de GNL de Qatar de 77 millones de toneladas a 126 millones en 2027, equivalente a la tercera parte de la demanda total de GNL del año pasado.

China, Alemania y Bangladesh firmaron contratos a largo plazo para asegurar envíos de GNL cuando la nueva producción esté en línea. Otros países europeos han demorado en firmar contratos, pero Saad al-Kaabi, el ministro de Energía, aclara que este año sellarán convenios similares con el Reino Unido, Francia e Italia.

"Nunca desaparecerá el gas -asegura Kaabi-. Es un combustible de destino (en la transición verde), nos guste o no".

El FMI indica que hacia el 2027 la expansión del GNL aumentará en 5,7 por ciento el PBI real acumulado, y agregará otros 3,5 por ciento al PBI en exportaciones por año. Todo lo cual aviva la confianza de Doha. Sin embargo, el riesgo es que "vuelvan a caer en a trampa de excederse de sus capacidades", alerta Kamrava.

"Han recuperado la jactancia -agrega-. Organizaron un Mundial muy exitoso. La duda es si todo eso se convertirá en una soberbia insostenible a largo plazo".

Esta nota se publicó en el número 356 de revista Apertura.

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