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Cuál es el mayor temor del sector tecnológico tras el derrumbe del SVB

Desde que Washington rescató al banco favorito del sector tecnológico, algunos empezaron a preocuparse por que haya regulaciones más duras.

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Semanas atrás, Jason Calacanis, destacado inversor y emprendedor de Internet, tocó el botón de las mayúsculas en su teclado y redactó una advertencia sobre el derrumbe del Silicon Valley Bank.

"DEBERÍAN ESTAR TOTALMENTE ATERRORIZADOS EN ESTE MOMENTO, ESA ES LA REACCION ADECUADA ANTE UNA CORRIDA BANCARIA Y SU CONTAGIO -escribió-. ESTO TERMINARÁ EN CAOS".

La rápida caída del banco regional alteró las costumbres sociales en el Valle. Inversores como Calacanis, que, por lo general, acusan a los reguladores de sofocar la innovación, debieron recurrir a Washington cuando más lo necesitaban.

Muchos advirtieron de graves repercusiones si los depositantes perdían el acceso a su dinero. El gerente de un fondo de cobertura, Bill Ackman, escribió en Twitter que las consecuencias de que el Estado no garantizara los depósitos de SVB serían "graves y profundas". El director ejecutivo de Y Combinator, Garry Tan, consideró que la quiebra del banco era un hecho que podría llevar a la extinción de las startups, pocos días antes de que esa aceleradora de tecnología despidiera al 20 por ciento de su personal en una decisión que no tenía relación con lo del SVB.

David Sacks, socio general de la firma de capital de riesgo Craft Ventures y quien, al igual que Calacanis está vinculado a Elon Musk y tiene muchos seguidores en Twitter, advirtió de nuevas corridas bancarias y pidió acciones rápidas para evitar el contagio de la crisis.

Para empresas en etapa inicial, el SVB era la única opción.

Sus exhortaciones funcionaron. Dos días después de que la Corporación Federal de Seguros de Depósitos (FDIC, en inglés) se hiciera cargo de los activos del banco, el Tesoro, la Reserva Federal y la propia FDIC anunciaron que los depositantes tendrían acceso a todo su dinero.

El alivio se vio matizado, sin embargo, por las críticas al papel que tuvieron algunos Venture Capitals (VC) en la crisis del SVB. Cuando aumentaron las preocupaciones por los balances del SVB, firmas de VC como Founders Fund, de Peter Thiel, instaron a los administradores de carteras a cuidar sus intereses y retirar los fondos. Eso ayudó a desatar la corrida contra el banco.

Se extendió la acusación de hipocresía contra algunos VCs que protestaban por las regulaciones estatales de las tecnológicas. Pero exigieron la intervención de los reguladores para ayudar a los depositantes de SVB. Salir a pedir apoyo "fue como aquello de que en las trincheras no hay ateos", comentó un ejecutivo de un fondo de capital de riesgo, ironizando sobre la conversión de sus colegas.

A algunos inversores, les preocupa que el derrumbe del SVB genere una reacción contra el sector tecnológico en momentos en que crece el debate sobre el impacto de las redes sociales en los jóvenes y el posible poder monopólico de algunas de las compañías más grandes.

Sus defensores pueden señalar el papel del sector como motor de la innovación de la economía estadounidense. Pero, después de la brusca caída de las acciones tecnológicas en el último año, de grandes despidos y ahora de la quiebra de su banco favorito, las empresas deben navegar por un ambiente, cada vez, más hostil.

Margaret O'Mara, profesora de Historia en la Universidad de Washington y autora de "El código: Silicon Valley y la refundación de los Estados Unidos", afirma que es posible que los reguladores utilicen el desplome del SVB para promover regulaciones más duras del sector tecnológico.

"Hay cierta desvergüenza en algunos libertarios que se apresuraron a censurar a (la secretaria del Tesoro) Janet Yellen por lo que no estaba haciendo -apunta-. Pero parte de eso era defensivo. Entre algunos, existe la idea de que hay una guerra a las tecnológicas y que la regulación no ayudará".

El valle del Lobby

Fundado en 1983, el Silicon Valley Bank era el prestamista de preferencia de las startups. El banco entendía la idiosincrasia de las empresas en su etapa inicial, que, a menudo, cuentan con financiamiento pero carecen de ganancias. Les ofrecía préstamos, cuentas corrientes, inversiones en VC, oportunidades de contactos y asesoramiento financiero a inversores y fundadores. Al momento de la quiebra, tenía negocios con casi la mitad de las todas las startups de los Estados Unidos respaldadas con capital de riesgo.

Esos vínculos estrechos hacían que la suerte del banco subiera o bajara junto con la del sector tecnológico. En el último decenio, las tasas de interés ultrabajas fomentaron un auge de las inversiones en tecnología. La deuda era barata y el crecimiento tuvo prioridad sobre las ganancias. Cuando la valoración de las tecnológicas tocó el máximo, en 2021, los depósitos en SVB llegaron al récord de US$ 198.000 millones.

Ahora, la marea bajó. La suba de tasas limita el apetito de los inversores por inversiones riesgosas en tecnología. El SVB se vio expuesto a tasas más altas en dos frentes: la caída de los depósitos y un menor valor de la cartera del banco formada por títulos supuestamente seguros con vencimientos a largo plazo.

Mientras se aceleraban las gestiones para salvar al banco, algunos capitalistas de riesgo se esforzaron por distanciarse del espectáculo que se estaba viendo en las redes sociales. "La gente cree que seis personas locuaces en Twitter hablan por Silicon Valley", opinó Peter Hébert, cofundador y socio gerente del fondo de riesgo Lux Capital, quien pasó días llamando a representantes del Gobierno.

Luego del rescate, se espera una presencia obvia del Gobierno.

Entre los multimillonarios que acudieron a sus agendas, estuvieron Ron Conway, inversor temprano en Twitter, Google y Facebook y sostén importante de las causas demócratas, y Doug Leone, socio de Capital Sequoia y apoyo financiero de republicanos como Donald Trump, indicaron dos personas al tanto de las campañas de presión.

"Muy poco de la actividad estuvo coordinada de manera central. Sólo fueron un grupo de personas que hicieron lo que creían que debían hacer", aclaró Hébert.

En las gestiones, había un elemento de interés personal: el derrumbe del SVB bloqueó los depósitos de las firmas de Venture Capital y los de sus carteras, lo que amenazaba con frenar más las ya desaceleradas inversiones en tecnología.

Pero las repercusiones de la quiebra del SVB no pueden reducirse a preocupaciones de los más acaudalados. Con el paso de los días, fundadores de pequeñas empresas se desesperaban por encontrar efectivo para pagarle al personal en las semanas siguientes. Los despidos parecían inevitables sin una intervención.

En el caso de muchas startups no lucrativas que precisaban de líneas de crédito casi constantes, el SVB no sólo era la mejor opción sino la única. "Los bancos tradicionales no ofrecen esas líneas de crédito ni la deuda de riesgo que es tan crítica para el ecosistema tecnológico. El SVB sí las ofrecía", recordó Maëlle Gavet, directora ejecutiva de Techstars, uno de los principales inversores del mundo en startups de etapas iniciales.

"Una y otra vez, los fundadores decían que SVB los había ayudado en sus momentos de penuria. Por eso, era tan crucial el SVB: entendía en qué consiste administrar una compañía tecnológica", agregó.

La campaña de lobby a favor del SVB apeló a la importancia el sector tecnológico para la economía estadounidense e, incluso, para la seguridad nacional.

En conversaciones con representantes legislativos, los inversores recalcaron la relevancia de esas empresas en etapas iniciales que ahora se habían vuelto vulnerables, y jugaron con el miedo compartido por ambos partidos a quedar en desventaja frente a China. "No es un rescate a las grandes tecnológicas, como Facebook o Amazon. Es un rescate de las pequeñas -declaró un banquero de una firma de Wall Street que participó de las gestiones-. (Lo que se argumentaba era que) ‘si quieren que China nos aventaje, entonces, asfixien la máquina de la innovación'".

El banquero admitió que les costó conseguir apoyo en los dos lados de la grieta política. "No podía ser peor. Silicon Valley y los bancos son dos de las cosas en las que republicanos y demócratas se unen: los dos odian a Silicon Valley y a los bancos".

"En Silicon Valley, muchos casi que se enorgullecían de no tener nada que ver con Washington o Wall Street. Lo que no es beneficioso en tiempos de crisis -precisó Hébert-. Había un regodeo (en Washington), la sensación de que la tecnología estaba recibiendo un justo castigo".

Al final, empero, las gestiones de luminarias de Silicon Valley fueron exitosas, ayudadas por el temor de Washington a que el SVB fuera la primera ficha de dominó en una procesión de prestamistas regionales. Esos temores parecieron más justificados con el correr de los días, al punto de que varios de los principales bancos de los Estados Unidos anunciaron una ayuda por US$ 30.000 millones para el First Republic Bank para apuntalar la confianza en la entidad californiana.

"No es un rescate a las grandes tecnológicas, como Facebook o Amazon. Es un rescate de las pequeñas", declaró un banquero de una firma de Wall Street.

Más tarde, Calacanis aprovechó el podcast semanal que conduce junto con Sacks y Chamath Palihapitiya, otro capitalista de riesgo, para explicar sus tuits.

"Hice sonar la alarma porque veía un incendio... después de lo del Silicon Valley Bank y cuando había corridas en otros bancos", señaló. Reconoció que haber usado mayúsculas fue "un poco excesivo"; en realidad, había sido un toque de humor pero "la gente no lo entendió así".

¿Saldrá una ley en Washington?

Días después, un grupo de inversores en tecnología y fundadores de startups se reunieron en una terraza en Mountain View, Caifornia, para festejar el Día de San Patricio y repasar los acontecimientos de las jornadas previas. Un invitado, Conrad Burke, cofundador de MetaVCPartners, de San Francisco, definió el encuentro como una terapia grupal. "Luego de cuatro días en el infierno, podía sentirse el alivio en el aire", confesó.

Pero, en medio de la alegría, cundía la aceptación de que la generosidad estatal tendría un costo. Mientras repercuten las secuelas en el sistema financiero estadounidense, ya se habla de aplicar más regulaciones a los bancos.

Ro Khanna, legislador demócrata por California que también tuvo un papel en las conversaciones sobre el destino del SVB, consideró que el derrumbe del banco fue "un claro recordatorio de que el Congreso no reguló adecuadamente los bancos. El Congreso suele actuar cuando hay impulso en torno a algún tema y espero que la presión pública incorpore a algunos republicanos a la mesa en relación con esto".

Salir a pedir apoyo "fue como aquello de que en las trincheras no hay ateos", comentó irónico un ejecutivo de un fondo de capital de riesgo.

Esa impresión política también podría afectar el trato de Washington al sector tecnológico. A la industria, no le gusta admitirlo pero su suerte siempre estuvo entrelazada con el Estado. El financiamiento gubernamental de la Guerra Fría y la carrera espacial desempeñó un papel clave en la creación de Silicon Valley.

Durante años, la compañía de autos eléctricos Tesla dependió de los incentivos estatales para generar ganancias mediante la venta de créditos de carbono a las automotrices tradicionales. El año pasado, el Pentágono repartió un enorme contrato de computación en la nube por US$ 9000 millones entre Google, Amazon, Oracle y Microsoft. El sector de microcircuitos estadounidense está en el proceso de solicitar US$ 39.000 millones en financiamiento consignados en la Ley de Ciencia y Microcircuitos.

El Gobierno sigue allanando el camino al crecimiento, opina O'Mara. "En los Estados Unidos, la intervención estatal es discreta -aclara-. El dinero estatal va a las empresas privadas, de manera que el Estado puede hacer sentir su presencia y a la gente del sector le da la impresión de que hicieron todo por su cuenta".

Luego del rescate del banco local, algunos inversores presumen que el Gobierno tendrá una presencia más obvia. "El Gobierno se metió de lleno en Silicon Valley y seguirá así -señaló el banquero de Wall Street implicado en las conversaciones por el rescate-. Es un poco perturbador".

Esta nota se publicó en el número 352 de revista Apertura.

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