Crisis en Brasil: aumenta la preocupación de los inversores tras las protestas
Si la economía flaquea, Lula podría estar menos dispuesto o ser menos capaz de tomar medidas para equilibrar las cuentas del país.
Existen muchos paralelismos entre el ataque del 6 de enero al Capitolio en 2021 y la insurrección del 8 de enero en Brasilia dos años más tarde -en principio, que los inversores parecían contentos con ignorarlos a los dos en un primer momento.
Si se observa un gráfico del índice bursátil S&P 500, apenas se detecta el asalto a la sede del Congreso estadounidense. Las acciones brasileñas subieron el 9 de enero, el primer día de negociación tras los disturbios del domingo. Esta despreocupación puede resultar equivocada. Los inversores harían bien en preguntarse qué efectos duraderos podrían producirse en Brasil.
Es una verdad de perogrullo que en los mercados emergentes los factores externos importan más que los internos. Durante al menos el último año, las acciones, bonos y divisas de los mercados emergentes, al igual que otros activos de riesgo, han estado impulsados por la Reserva Federal. Durante gran parte de 2022, a medida que subían las tasas de interés estadounidenses y el dólar, los activos de los mercados emergentes caían. En los últimos tres meses, la perspectiva de una relajación de la política monetaria estadounidense ha impulsado las acciones de los mercados emergentes hacia un mercado alcista. En el caso de Brasil, y en muchos otros, se pueden añadir los precios mundiales de las materias primas como motor de las acciones y bonos locales.
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Pero las condiciones internas también importan. Desde septiembre de 2020, cuando se desvaneció el optimismo sobre un repunte pospandémico en Brasil, los inversores se han vuelto contra las acciones del país. Las acciones del índice de referencia Bovespa cotizan ahora a sólo siete veces los beneficios futuros, un descuento del 36% respecto a su promedio de los últimos 10 años.
Los inversores se han asustado ante la preocupación por el derroche fiscal y el peligro de que provoque una inflación persistente e inestabilidad financiera, como tantas veces ha ocurrido en el pasado. Antes de los impactantes acontecimientos del domingo, temían que Luiz Inácio Lula da Silva, dos veces presidente y exlíder sindical, incumpliera su promesa de responsabilidad fiscal.
Tras los sucesos del domingo, es posible que sientan que un trabajo difícil se ha hecho mucho más duro. La consultora de riesgos Verisk Maplecroft afirmó que los disturbios minarían la confianza de los mercados en Brasil y que "la fragilidad a largo plazo de Lula 3.0 ha quedado al descubierto".
Depende. A corto plazo, los disturbios han dado un impulso a Lula. Joe Biden, el presidente estadounidense, llamó para ofrecer su solidaridad y una invitación a Washington el mes que viene, que Lula aceptó. A muchos brasileños les repugnaron las escenas televisadas de vandalismo en la obra de arte modernista que es Brasilia.
El capital político de Lula ha aumentado. Se esperaba que su nuevo gobierno presentara en los próximos días medidas al Congreso para ayudar a compensar una expansión del gasto público de u$s 32.000 millones impulsada por su equipo de transición el mes pasado. Si esto ocurre rápidamente, los inversores se sentirán aliviados.
Cualquier retraso podría desestabilizarlos. Alberto Ramos, economista para América latina de Goldman Sachs, dice que los nuevos compromisos de gasto ayudarán a inclinar la balanza presupuestaria de un superávit estimado del 1,3% del PBI en 2022 a un déficit de al menos el 1,4% este año, al tiempo que añadirán entre 3 y 4 puntos porcentuales a la relación entre la deuda pública y el PBI.
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Ello supondría un retroceso significativo de los avances recientes. Según el Instituto de Finanzas Internacionales, la deuda pública cayó de casi el 99% del PBI a principios de 2021 al 89% a mediados del año pasado.
La mayor amenaza se presenta a medio y largo plazo. Lula ganó las elecciones de octubre por un estrechísimo margen, lo que demuestra lo profundamente polarizado que se ha vuelto Brasil. Si la economía va mal -y el crecimiento se está ralentizando este año-, Lula estará menos dispuesto o será menos capaz de impulsar reformas impopulares, especialmente las destinadas a aumentar los ingresos públicos o recortar el gasto.
Muchos inversores extranjeros seguirán centrados en el panorama general de la Fed y las materias primas. El Banco Central de Brasil tranquilizó a muchos al actuar pronto y con agresividad para atajar la inflación, embarcándose en un ciclo de endurecimiento que llevó su tasa de interés oficial del 2% al 13,75%. Y desde julio de 2020, el rendimiento de los bonos del Estado brasileño a 10 años en moneda local se ha más que duplicado hasta el 12,7%. Cuando las tasas de interés empiecen a bajar, eso impulsará los precios de los bonos.
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"Una buena regla general es seguir la política del banco central y el Banco Central de Brasil es el que la gente espera que lidere los recortes de tasas de interés en 2023", dijo David Hauner, estratega de Bank of America Securities. "Muchos inversores han puesto mucho dinero en esa operación".
Pero mucho dependerá de los planes fiscales completos del nuevo gobierno que ha prometido presentar para abril. Si se considera que Lula está encauzando mejor las finanzas públicas, eso podría tranquilizar a los inversores en el sentido de que el banco central podrá recortar más temprano que tarde. De lo contrario, la confianza de los inversores extranjeros flaqueará.
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