Las conversaciones sobre el clima de este año en Belém, Brasil, se desarrollan en medio de un debate contencioso sobre cómo abordar la crisis climática, mientras Estados Unidos y muchas empresas retroceden en sus compromisos para limitar las emisiones de carbono. EE.UU. se está retirando del Acuerdo de París y ningún funcionario estadounidense de alto nivel asistirá a las conversaciones, dejando que otras potencias globales como China y la Unión Europea definan las negociaciones. Pero eso no impidió que Darren Woods, director ejecutivo de ExxonMobil, asistiera a un evento en São Paulo antes de la COP30, donde culpó a las políticas gubernamentales y a la débil demanda de la decisión de la petrolera de “moderar” su gasto en bajas emisiones de carbono. Esto suena a jerga corporativa para reducir inversiones, lo cual sería significativo, ya que Exxon había superado a sus rivales europeos el año pasado al anunciar una inversión de U$S 30.000 millones en proyectos de energía limpia a cinco años. El próximo mes deberíamos conocer el alcance de los recortes en el gasto en hidrógeno, litio, biocombustibles y otros proyectos de bajas emisiones cuando la compañía publique sus planes de gasto de capital futuros. Mi colega Malcolm Moore ha estado de viaje por Medio Oriente, donde habló con Amin Nasser, director ejecutivo de Saudi Aramco, sobre cómo el mayor productor de petróleo del mundo está cambiando su enfoque hacia el gas natural. Es parte de los esfuerzos de la empresa para construir la infraestructura energética necesaria para alimentar centros de datos de inteligencia artificial, nuevos polos industriales y ciudades en rápido crecimiento. Nuestro tema principal de hoy proviene de Brasil, donde los importadores de combustible evalúan cómo reducir su dependencia del diésel ruso barato tras las nuevas sanciones estadounidenses impuestas a Lukoil y Rosneft. Jamie Smyth Brasil se benefició ampliamente del diésel ruso barato tras las duras medidas occidentales contra los productos petroleros de Moscú, impuestas luego de la invasión total a Ucrania. Las importaciones brasileñas del combustible desde Rusia se dispararon de U$S 95 millones en 2022 a U$S 5.400 millones el año pasado, ahorrándole al país cerca de mil millones, según algunas estimaciones. Mientras el presidente estadounidense Donald Trump busca restringir el financiamiento de la maquinaria de guerra rusa, algunos en Brasil temían que Washington pudiera sancionar a la mayor economía latinoamericana por esas compras. Pero en un contexto de cambios en el mercado y en la geopolítica, el comercio empieza a revertirse. Las nuevas sanciones estadounidenses anunciadas el mes pasado contra Rosneft y Lukoil parecen acelerar esta tendencia, según analistas del mercado. Jeremy Paner, exfuncionario de sanciones de EE.UU. y socio del estudio Hughes Hubbard & Reed, dijo que las nuevas restricciones son más severas que las anteriores. “Si yo fuera una empresa brasileña, lo pensaría dos veces antes de importar diésel ruso, porque Trump podría usar eso como motivo para castigar a Brasil”, señaló. Aunque Brasil es uno de los 10 mayores productores de crudo del mundo, su limitada capacidad de refinación lo obliga a importar cerca de un tercio del diésel que consume. Cuando los vendedores rusos comenzaron a ofrecer descuentos en crudo y derivados por las sanciones y los topes de precios impuestos por EE.UU., la UE, el G7 y sus aliados, los importadores brasileños aprovecharon la oportunidad. En 2023, Rusia superó a Estados Unidos como principal proveedor extranjero de diésel a Brasil. Solo Turquía compró más combustible ruso en los primeros nueve meses de este año, según el Centre for Research on Energy and Clean Air. En total, Brasil ha pagado U$S 13.600 millones por diésel ruso desde comienzos de 2023, según datos oficiales. Bajo las sanciones previas, esas compras eran legales siempre que los compradores cumplieran con una serie de regulaciones detalladas, como las relativas al transporte marítimo. Brasilia suele oponerse a las sanciones económicas que no sean aprobadas por el Consejo de Seguridad de la ONU. Mantiene una relación estratégica con Moscú, socio en el grupo BRICS. Además, Rusia es un proveedor clave de fertilizantes para el sector agrícola brasileño. El descuento del diésel ruso entregado a Brasil frente al producto del Golfo de EE.UU. alcanzó un pico del 16% en agosto de 2023, según Wood Mackenzie. La consultora calcula que los precios más bajos dieron a Brasil ahorros anuales de unos U$S 500 millones en 2023 y U$S 400 millones el año pasado. Sin embargo, la diferencia de precios “prácticamente desapareció”. “Las importaciones de diésel ruso ya han perdido fuerza en los últimos meses, cediendo espacio principalmente a compras desde EE.UU. e India, además de algunos cargamentos de Arabia Saudita y Omán”, explicó Rodrigo Jacob, analista de Wood Mackenzie. “Las nuevas sanciones elevaron los costos operativos de las flotas en la sombra y del seguro, sobre todo para los envíos de larga distancia”. Tras representar el 60% de todas las importaciones brasileñas de diésel en la primera mitad de 2025, la participación de Rusia cayó al 17% en octubre, según datos oficiales. Sergio Araujo, presidente ejecutivo de Abicom, la asociación de importadores de combustible de Brasil, señaló: “Esto se debe a la muy alta demanda interna en Rusia, que redujo la oferta disponible, y también a que algunas refinerías rusas están fuera de operación por ataques con drones y mantenimiento”. Las exportaciones de productos petroleros rusos a Brasil salen desde puertos del mar Báltico, donde las refinerías de Rosneft y Lukoil representan cerca del 40% de los volúmenes enviados, por lo que las nuevas sanciones probablemente frenen aún más los embarques. El desarrollo se produce mientras Brasil busca recomponer los lazos con Estados Unidos, tras una crisis diplomática desatada a comienzos de año por el arancel del 50% que impuso Trump al comercio brasileño. Poco después, Washington aplicó un gravamen adicional del 25% a India por comprar petróleo ruso, lo que generó temor de que Brasil fuera también sancionado. Sin embargo, hay señales de acercamiento tras una reunión entre Trump y su par brasileño Luiz Inácio Lula da Silva. Brasil podría intentar mostrar buena voluntad en las negociaciones bilaterales resaltando su creciente preferencia por el diésel estadounidense. Queda, no obstante, el desafío de cubrir el vacío de suministro. Financial Times contactó a diez de los principales importadores brasileños de diésel ruso después de las sanciones a Rosneft y Lukoil, pero la mayoría no respondió o se negó a hacer comentarios. Entre los que no comentaron figuran la red de estaciones Vibra, el comerciante de materias primas Nimofast y una filial de Raízen, joint venture entre Shell y el conglomerado brasileño Cosan. El distribuidor Saara Combustíveis indicó que podría haber una reducción de las importaciones rusas “como consecuencia de las incertidumbres legales y regulatorias”. La importadora Oil Trading, perteneciente a la red Ipiranga, dijo que no participa en transacciones que violen sanciones, pero que “no ve riesgo de escasez de producto”. Aunque eso podría implicar precios más altos, representantes del sector aseguran que el suministro no se interrumpirá. Michael Pooler y Beatriz Langella