El resurgimiento de la productividad es la clave para volver al crecimiento

La desaceleración explica el estancamiento de los ingresos reales y la presión por más austeridad fiscal

Se puede ver la era informática en todas partes, salvo en las estadísticas de productividad. Hoy en día pudiéramos repetir esta famosa afirmación hecha en 1987 por Robert Solow - el ganador del premio Nobel fundador de la teoría del crecimiento moderno - sustituyendo "informática" con "tecnología". Vivimos en una época que se considera llena de fascinantes cambios tecnológicos, pero nuestras cuentas nacionales nos indican que la productividad está casi paralizada. ¿Es la desaceleración o la innovación una ilusión? Si no, ¿qué pudiera explicar el enigma?

 

La desaceleración, si es verdadera, importa. Tal y como lo argumentó Paul Krugman, también galardonado con el premio Nobel: "La productividad no lo es todo, pero a la larga lo es casi todo". Las mejoras en los niveles de vida dependen, casi por completo, del aumento de la producción por trabajador.

La desaceleración de la productividad representa una importante explicación para el estancamiento de los ingresos reales y para la presión de implementar austeridad fiscal en los países de altos ingresos. Gene Grossman, de la Universidad de Princeton, y tres coautores incluso sostienen que la marcada desaceleración en el crecimiento de los ingresos per cápita también explica la disminución en la participación del trabajo en el ingreso nacional en los países ricos.

Ningún economista ha hecho más para promover las revolucionarias implicaciones de la tecnología de la información que Erik Brynjolfsson, del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), sobre todo en libros en coautoría con Andrew McAfee, también del MIT. Pero, en un interesante artículo reciente elaborado con dos coautores, él también reconoce la "paradoja de la productividad". El artículo no se aleja de la creencia en el poder transformador de los recientes avances tecnológicos, particularmente de la inteligencia artificial (IA). Por el contrario, lo enfatiza, especialmente en materia de reconocimiento de imágenes y de traducción. Sin embargo, la desaceleración de la productividad, admite el escrito, es real.

Esto parece reflejar una inversión débil y, sobre todo, un decreciente crecimiento de la productividad total de los factores (PTF), una medida de la producción por insumo de capital y de mano de obra (ajustado por calidad). La PTF es una medida de innovación, de la capacidad de producir un producto más valioso con cantidades de insumos dados. Sin innovación, la creciente prosperidad de los últimos dos siglos habría sido imposible. Lo cierto es que la innovación, no la productividad, es casi todo.

También debiéramos centrar nuestra atención en EEUU, ya que este enorme país ha estado impulsando la frontera de la innovación desde finales del siglo XIX. Un estudio realizado por Nicholas Crafts, de la Universidad de Warwick, y por Terence Mills, de la Universidad de Loughborough, muestra una disminución en el crecimiento tendencial de la PTF en EE.UU. de un poco más del 1,5% anual a principios de la década de 1970 al 0,9% más recientemente. Otros expertos, principalmente Robert Gordon, de la Universidad Northwestern, en su obra maestra "The Rise and Fall of American Growth" (el ascenso y caída del crecimiento estadounidense), llegan a conclusiones similares sobre la reciente desaceleración a partir del análisis de períodos de tiempo más largos.

Las mediciones equivocadas representan una posible explicación. Es difícil, y siempre lo ha sido, medir el impacto de las nuevas tecnologías, particularmente ahora que numerosos servicios son gratuitos y muchos se proporcionan, de manera invisible, desde fuera de EE.UU. Sin embargo, es difícil aceptar que la medición repentinamente se volvió más difícil en 2005, cuando comenzó la desaceleración de la productividad estadounidense.

Además, incluso cuando se toma en cuenta una posible medición equivocada - como en el estudio de David Byrne, de la Reserva Federal, y de Dan Sichel, del Wellesley College - el resultado es aumentar el crecimiento de la PTF en el sector tecnológico, pero disminuirlo en todos los otros, con efectos insignificantes en la economía total. La medición equivocada no es la explicación.

Una segunda posibilidad es que la competencia disminuida y la costosa captación de rentas hayan disipado las ganancias potenciales. Entonces tenemos islas de innovación y de enorme riqueza, pero una débil economía. Varios investigadores apoyan esta posibilidad basándose en estas ideas. Esto incluso puede representar una explicación parcial. Pero sería sorprendente si el monopolio por sí solo pudiera impedir que las tecnologías innovadoras aportaran beneficios de productividad a las economías abiertas de hoy día.

Una tercera posibilidad es que las nuevas tecnologías simplemente no son lo que se afirma que son, particularmente comparadas con la amplia gama de transformaciones de finales del siglo XIX y principios del siglo XX: el agua potable, la electricidad, el motor de combustión interna, el vuelo a motor, el petróleo y los productos químicos.

Tomamos todas esas transformaciones por sentadas, pero lo cambiaron todo, como puede que no lo hayan hecho las recientes tecnologías. Es probable que la IA sea una revolucionaria tecnología de propósito general (GPT) pero, hace un siglo, diversas tecnologías llegaron al mismo tiempo. Una visión complementaria es que el progreso es más difícil en la actualidad: se necesitan más investigadores de los que solían necesitarse para lograr avances tecnológicos (aunque también podemos emplear a más investigadores hoy en día).

La última posibilidad - y en la que el artículo de Brynjolfsson y de sus coautores cree, como era de esperarse - es que ésta es la calma antes de la tormenta. El artículo sostiene que la misma pausa de productividad ocurrió con la electricidad en la década de 1920. Se necesita tiempo para que una nueva GPT transforme una economía.

Actualmente, la IA está en sus primeras etapas. Pronto, ellos argumentan, todo cambiará. Esto es consistente con el hallazgo de los profesores Crafts y Mills de que el rendimiento de productividad pasado es un deficiente pronosticador del desempeño futuro.

Cuando yo observo la onerosa presencia de los sectores de servicios de intensiva mano de obra en la economía moderna - como la salud, la educación y el cuidado de niños y de ancianos - concluyo que la transformación tecnológica será lenta. Si estoy equivocado, será disruptiva. Por el momento, sin embargo, tenemos lo peor de ambos mundos: una significativa disrupción, pero cerca de un estancamiento en los ingresos promedio.

Lo que la transformación será en el futuro lenta o disruptiva aún está por determinarse. Pero nuestras sociedades se basan en una implícita promesa de crecimiento. Si la elección fuera entre una carencia de progreso y un avance disruptivo, debiéramos desear que fuera la segunda alternativa y hacer todo lo posible para lidiar con las consecuencias.

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